¡Banzai!

Descubrí el cine japonés a través de Godzilla y familia, más tarde vinieron los clásicos Ozu y Mizoguchi, entre otros, para enseñarme que no todo en el sol naciente estaba vinculado con monstruos que despertaban al mundo gracias a las radiaciones atómicas. Literariamente continuo considerando a Yukio Mishima y Yasuinari Kawabata como autores de cabecera aunque todavía no me he adentrado en el universo de Murakami quizá por la insistencia de amigos que han visto en sus libros una revelación que me preocupa no descubrir. Nunca he sido seguidor ni del manga ni del animé, pese a que otros tantos conocidos se empeñan en convencerme de sus bondades e inagotable imaginación y para colmo de males no soy lo que se dice un consumidor de comida nipona, prefiriendo por el momento el inevitable arroz tres delicias y los rollitos de primavera que sirven en nuestros tradicionales y poco imaginativos chinos.

Este vacío está motivado probablemente por un prejuicio o una visión del entretenimiento demasiado influenciada por la cultura anglosajona, sin embargo estas últimas semanas he ido cambiando mis rudimentarios conocimientos sobre la fascinante y desconocida cultura pop japonesa gracias a las películas bélicas que rodaron tras finalizar la II Guerra Mundial.

Recomiendo así a los interesados en percibir otra visión del conflicto loado en innumerables películas por quienes en justicia vencieron, para que comprueben sin sombra de ninguna duda cómo en los años 50, 60 y 70 los japoneses miraron su derrota con un mensaje que, por norma general, deja turulato. Y deja turulato porque tras ver aquellos filmes que los propios alemanes filmaron de esa guerra en esas mismas décadas, uno puede hacerse una idea de cómo ambos países asumieron la derrota.

En este comentario omitiré por razones obvias el nuevo revival que sobre este pedazo oscuro de la historia está sacudiendo a estas dos naciones con tan extravagante sentido del deber, así como tampoco se encontrarán con todas las películas que deberían de aparecer. Aclaro, en este sentido, que sólo citaré así aquellas que he podido disfrutar sorprendido por sus reflexiones sobre la patria y la guerra.

Con la percepción puesta en este sentido, he apreciado que mientras en los filmes alemanes se acentúa sobre todo cómo afectó la barbarie en la retaguardia y una necesidad obsesiva por transmitir el mensaje de que no todos los alemanes eran nazis y por lo tanto desconocedores de lo que estos le estaban haciendo a gitanos, eslavos, lesbianas, homosexuales, judíos, demócratas y gentes de izquierdas en los campos de concentración; la tesis en las películas japonesas es la de lamentar aquel conflicto no por su poder devastador y salvaje sino sencillamente porque perdieron la guerra. Y perder, para el noble pueblo nipón, es una ofensa que merece el hara-kiri o el seppuku.

He tenido el gusto de disfrutar en las últimas semanas de dos títulos del sol naciente realmente estrambóticos: De Pearl Harbour a Midway  y Escuadrón de ataque, ambas de Shuei Matsubayashi y protagonizadas por Toshiro Mifune. Antaño ya había visto la hagiográfica El almirante Yamamoto, de Seiji Maruyama también con Mifune y la trepidante La batalla de Okinawa de Kihachi Okamoto, así como la trilogía pacifista La condición humana, una obra maestra de Masaki Kobayashi, y la excelente El arpa birmana de Kon Ichikawa, entre otras.

El cine japonés cuenta con más película estrictamente bélicas donde dan su visión sobre tan desgraciado conflicto, aunque tras ver recientemente los dos filmes firmados por Matsubayashi, empapados de una ideología nacionalista que vista con ojos occidentales resulta crudamente cruel quizá por su desarmante inocencia, me he topado con un tipo de cine que llega a tus emociones más primarias. Y no sólo por unos efectos especiales que recuerdan a los de la serie Godzilla, ni por su extraña fascinación por destruirlo casi todo –en ambos filmes desde el aire– sino porque como suele suceder en el cine británico y estadounidense de aquellos años, el enemigo (en este caso británicos, australianos, neozelandeses y estadounidenses) apenas aparece.

Vistas hoy, cinematográficamente pueden resultar productos de una límpida rudeza, lo que multiplica su valor para intentar comprender el alcance de la derrota en un país tan apegado a sus tradiciones.

Dicho esto, reitero que se trata de un cine rudo y marcial, que para nada reniega de inútiles heroísmos. Ante tamaña estupidez, según los gustos occidentales, en este cine de samuráis transformados ahora en valientes pilotos kamikaze, la presencia femenina se reduce a abnegadas madres y castas esposas, asumiendo la defensa de la patria los hombres vestidos de uniforme.

Es tanto su desprecio ante la vida que una frase cogida al vuelo en la mencionada Escuadrón de combate quizá lo resuma todo: Un oficial le pregunta a uno de los aviadores si tiene novia. “Para qué –responde éste jovial– ¡si es mucho mejor la guerra!”

NOTA: Otra película bélica japonesa destacable es La batalla del mar del Japón, de Seiji Maruyama, cuya acción se desarrolla en la guerra ruso-japonesa (1904-1905).

Saludos, a lo sayonara, baby, desde este lado del ordenador.

4 Responses to “¡Banzai!”

  1. crowley Says:

    Sorprendente ecleticismo el suyo, amigo Eduardo. Se le puede definir, si nos creemos lo que escribe, esa es otra cuestión, como un cínico alongado en una muralla imperial rodeada de bárbaros que antes de morir, ya está agotado vitalmente y busca en el exotismo esa fuerza y esa ingenuidad que ahora solamente reposa en su infancia. Eso explica sus tres últimos esfuerzos: la loa incomprensible a Stephen King, su reencuentro con la infancia, más mítico que real y luego su paseo por el cine bélico japonés. Impresionante. Le recomiendo que lea Al revés de Huysmans, cada día se parece usted más a Des Esseintes.

  2. admin Says:

    Y permítame usted que le recomiende y que lea Kwaidan de Lafcadio Hearn así como la película dirigida por el ya citado Kobayashi de esta injustamente olvidada obra maestra de la literatura y del cine fantástico.

  3. Tojo Says:

    Interesante artículo señor editor aunque como apunta ha dejado otros tantos títulos en el tintero. Le recomiendo, pese a que se trate de una producción de ls años 90, Yamato, interesante película sobre el celebérrimo buque de guerra de la marina japonesa hundido por la aviciación norteamericana cuando navegaba en misión suicida a la isla de Okinawa.

  4. Pepe Buonarotti Says:

    Joder, señor crowley, Eduardo será un cínico pero usted es un pedante de tomo y lomo. Y por si fuera poco, su pedantería tropieza con su escaso talento para redactar.

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