Redrum, redrum, redrum!!!

El resplandor según Stantely Kubrick cumple 30 años. Miro hacia atrás sin ira y pienso aquello ya tan manido de cómo pasa el dichoso tiempo.

Tuve la suerte de ver El resplandor (ya había leído la novela de Stephen King editada por Pomaire con el título de Insólito resplandor) en el cine Rex de Santa Cruz de Tenerife. En aquellos días donde todavía quedaban señoriales salas de cine en la capital tinerfeña y la amenaza de las multisalas y el vídeo nos sonaba a cuento chino.

Recuerdo que estaba realmente entusiasmado por contemplar lo que había hecho el director de Barry Lyndon con una de las mejores novelas del escritor de Maine, aunque también inquieto. Inquieto porque se rumoreaba que el cineasta había intentando con esta adaptación lo mismo que había conseguido con 2001: una odisea espacial, desconcertar a casi todo el mundo.

Me imagino que como a todos los desgraciados de mi puñetera generación, Kubrick les supo a gloria cuando lo descubrimos gracias a La naranja mecánica, cinta que disfruté de reestreno en el lagunero cine Coliseum, sala que más tarde se reconvertiría en salsódromo y que tras barajarse la posibilidad de que fuera sede la Filmoteca Canaria, hoy permanece cerrada a cal y canto.

En aquella ocasión, cuando viajar a La Laguna resultaba casi como ir de excursión, recuerdo que salimos de la proyección acojonados con el síndrome de Ludovico y pensando seriamente y también sin mucha originalidad en disfrazarnos de drugos cuando llegaran los carnavales.

Más tarde descubrí a otro Kubrick en Espartaco, en Senderos de gloria, Lolita y Atraco perfecto, y a una edad en la que no debía, su todavía solemne 2001: una odisea espacial. Filme del que salí sin entender nada.

Confieso así desde esta tribuna que fui de los gansos que no se cansaron en tomarle el pelo a Carlos Pumares en su descacharrante espacio radiofónico Polvo de estrellas para plantearle la inevitable pregunta de “Pero Carlos, ¿qué es eso del monolito? ¿Y al final qué coño significa el feto ese que flota en las estrellas?”

No me he cansado desde entonces de ver 2001: una odisea del espacio. Y cada vez que raya mis ojos saco conclusiones diferentes. La última fue la de no buscar mensajes sino dejarme arrastrar en esa extraña (aunque también pretenciosa) aventura que ha sabido superar la prueba del tiempo.

El resplandor según Kubrick –que ahora cumple 30 años– no tiene apenas nada que ver con la novela que la inspiró. Y fue tanto el cabrero de King que en su momento renegó tres veces de esta película, por lo que años más tarde se realizó una miniserie de televisión que siendo mucho más fiel al material literario resulta a la postre un ladrillazo de fantasmas y espectros.

El resplandor según Kubrick hay que verla así como 2001, y si bien reconozco que la primera vez salí del cine bastante mosqueado, a medida que la he ido viendo con el paso de los años es uno de esos título que crece. Y crece tanto que ya forma parte de los tesoros que probablemente me llevaré a la tumba.

No sé…Es como si esta película supiera despertar con perniciosa lentitud las pesadillas que creía tener bien guardadas en la cabeza.

Al margen del penoso doblaje en español, impuesto al parecer por el propio cineasta norteamericano, El resplandor es de esas películas que recuerdas gracias a un puñado de poderosas escenas que estremecen tus ideas.

A mí, por ejemplo, todavía me da un subidón de adrenalina cuando veo a las dos niñas fantasmas en el pasillo. O a Jack Nicholson besar a la hermosa mujer que reside en la habitación 237 y que de repente se transforma en una bruja repleta de pústulas sacada de un cuento infantil. O el lujoso bar del Overlook, atendido por ese inquietante y siempre solícito barman (interpretado por el gran Joe Turkel). O a Danny, el niño protagonista, recorrer solitario con su triciclo los larguísimos y amenazadores pasillos del hotel.

No sé si Kubrick revolucionó el cine de terror como revolucionó el de la ciencia ficción al vestirlo con pantalones largos, pero El resplandor continúa siendo un apasionante viaje al interior de la locura simbolizado en ese laberinto en el que muchos entran y ya no pueden salir.

De tanto en tanto recupero esta cinta –junto a Barry Lyndon– porque encuentro en ella a un cineasta que, siendo frío y hasta hostil con sus personajes, logra emocionarme. Por ello, permítanme que me sume al agasajo que celebra sus treinta años de existencia. Este filme, como buen clásico moderno que es, ya no hay zarpa del tiempo que lo envejezca.

Saludos, musitando muy cabreado (mis razones tengo) lo de redrum, redrum, redrum, desde este lado del ordenador.

3 Responses to “Redrum, redrum, redrum!!!”

  1. Elena Says:

    Señor editor me ha hecho retrocer a mi adolescencia leer este post. Y por muchas cosas. Yo también escuchaba al Pumares, yo también salí del cine despistada por la película del señor Kubrick, y yo también sigo fascinada por ese barman!!!!

  2. admin Says:

    Pues me alegro. Y coincido con usted ¿dónde habrá un hombre de bar como el de esta tan fascinante película?

  3. Dulce Says:

    Para mí esta es la mejor película de Kubrick junto con la Naranja Mecánica, creo que ambas son impresionantes y muy simbólicas, desde que vi en hbogo El Resplandor ya las demás películas de terror me parecen poca cosa, es demasiado perturbadora y bien hecha.

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