¿Un documental?

Algo malo ocurre cuando viendo una película no dejo de moverme en el asiento, quizás porque estoy más pendiente en buscar una posición cómoda  que la de estar completamente atento a lo que transcurre en pantalla.

Algo así me sucedió contemplando Stipo Pranyko con cuadros blancos (*) de David Delgado San Ginés, título que obtuvo una Mención Especial del Jurado del Foro Canario en la última edición del Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria.

Sin embargo, y cuando el protagonista, el artista plástico Stipo Pranyko, se sumerge literalmente en las profundidades de una gruta para observar la luz que se cuela a través de la entrada, confieso que dejé de bailar sobre la butaca porque de repente y de manera caprichosa hice comunión con un trabajo ¿documental? cuyo mayor defecto, a mi juicio, es su duración.

Puestas así las cosas, y tras salir de la caverna su protagonista, comencé a ver Stipo Pranyko con cuadro blancos no ya como el documental que no es. No ya como la película presuntamente poética que dicen que quiere ser sino como el retrato de un hombre que no es hombre sino un extraterrestre. Un alien de buen corazón y con un curioso sentido de la estética que amplifica la geografía marciana de Lanzarote, territorio en el que vive y en el que crea.

Habiendo visto otros trabajos de David Delgado San Ginés resultaba inevitable que rodara una película sobre un artista que es de otro planeta, y que moldeara a través de un conjunto de bellísimas imágenes en las que se observa el rostro cubierto de arrugas del artista y sus manos labradas de callos, con el caprichoso paisaje conejero mientras se reflexiona, aunque a trompicones, dando eses que parecen empapadas de una ebriedad plástica demasiado abstracta, sobre el proceso de creación de Pranyko, un hombre que desarma por su compleja sencillez.

El ¿documental?, e insisto en poner interrogaciones a documental porque no se trata de un documental al uso sino de una mirada curiosa, a veces incluso asombrada más de su protagonista que de su trabajo, propone un retablo a base de planos fijos y cámara en mano de algunas de las obras del artista pero sobre todo del hombre que las hizo posible sin que la película salga del reducto sagrado de su casa. Su castillo interior, en el que ha materializado un laberinto en la roca volcánica.

En este sentido, esta experiencia no aporta demasiada información sobre el pasado de Pranyko porque intuyo que a Delgado San Ginés le interesaba más el extraterrestre que habla sobre las líneas, sobre la enfermedad que estuvo a punto de matarlo o sobre su marcha del mundo del arte europeo a una isla remota del Atlántico porque –se queja el autor en una de las escenas más bellas del largometraje– estaba tomado por esnobs.

Salgo así de esta experiencia con emociones encontradas. Por un lado porque hay momentos que me han tocado muy dentro pero también un tanto frustrado porque tengo la sensación que se ha engordado un conjunto con imágenes que lastran y ralentizan su resultado final.

El ¿documental? por lo tanto, y si quieren como vehículo presuntamente poético, no tiene ritmo ni música en muchas de sus estrofas aunque contenga algunas delicadas, de una belleza estética que casi parece que se puede morder con los dientes.

El caso es que, como comentaba al principio, hay un instante en el que dejé de bailar sobre la butaca. Y que a partir de ese momento se suceden una serie de imágenes que parecen que se te meten por dentro. Es decir, justo cuando tuve la revelación que Pranyko y, probablemente David Delgado San Ginés, no son de este mundo.

Y solo por eso, por llegar a esta conclusión que tiene mucho de mística, el ¿documental? deja de serlo para transformarse en algo que ladra verdad. Una verdad que no sé describir con palabras, pero créanme si les digo que parece que dialoga con esa parte que está dentro de ti pero que ignoras en lo más profundo de tu cabeza. Ese lugar que permanece a oscuras, pero que se trata de una oscuridad que no es negra sino blanca como los cuadros de Pranyko.

(*) El pase del miércoles 11 de abril se trató de la versión larga de Stipo Pranyko con cuadros blancos. A partir de ahora, y como apoyo a la exposición que sobre el artista acoge TEA Tenerife Espacio de las Artes, se puede ver un  montaje reducido de 32 minutos en El Cuarto Oscuro de TEA.

Saludo, en mi involuntario exilio, desde este lado del ordenador.

4 Responses to “¿Un documental?”

  1. David D. Says:

    Gracias por pasarse por TEA y aguantar esos momentos de pesadumbre en la butaca. Gracias también por hacer este análisis.

    Salud!

  2. admin Says:

    Fue solo al principio, David. un abrazo.

  3. Un visitante Says:

    Pues a mi me parece, administrador, que está usted resultando demasiado benigno. Y no, no he visto el documental pero sí la exposición de ese extraterrestre como dice… Y, la verdad, muy esteta el caballero pero su obra no tiene alma… A mi, y a la persona que iba conmigo, nos pareció una tomadura de pelo. Claro que a eso lo llaman arte abstracto, ¿verdad?

  4. admin Says:

    para gustos, colores… Gracias por su comentario.

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