Un ajuste de cuentas

Dirección y guión (basado en un cuento del mismo título de José Santiesteban): Aurelio Carnero Hernández. / Producción: Proim Canarias y Luna Llena Producciones. / Fotografía y Sonido: Enrique Guillermo. / Montaje: Miguel Ángel Cigala y Guillermo Carnero Rosell. / Música: Antonio Rosell. / Dirección de Producción: Davinia Súárez. /  Maquillaje: Rosa Vidal. / Ayudante de sonido: Francisco Puñal. / Intérpretes: Juancho Aguiar y Blanca Casañas. Fecha de estreno: TEA Tenerife Espacio de las Artes, 7 de enero de 2015.

Tiene razón Aurelio Carnero cuando recomienda a los cineastas canarios a que busquen algunos de los argumentos e ideas de sus películas en las obras publicadas por escritores de aquí. De hecho, el último cortometraje de Carnero, Suena el destino, digo el teléfono, ¿lo coges?, adapta el relato del mismo título de José Santiesteban, un autor que cuenta con dos notables libros de cuentos como son Topless y El arte de los jíbaros, y volúmenes por los que obtuvo el primer premio del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife y el Premio de Cuentos Ateneo de La Laguna-CajaCanarias, en 1997 y 2001, respectivamente.

No obstante, y paradójicamente, uno de los grandes defectos de Suena el destino, digo el teléfono, ¿lo coges? es su origen literario ya que en el filme prima más el diálogo que la imagen en un arte, como el cine, en el que lo que cuenta es cómo se narra visualmente la historia más que por lo que hablan, conversan, sus protagonistas que en esta película interpretan los actores Blanca Casañas y Juancho Aguiar.

El filme de Carnero, como lo fue en su momento el relato de Santiesteban, es un ingenioso combate psicológico que manipula con habilidad las emociones del espectador. Todo lo que se ve y se escucha por lo tanto en este trabajo inevitablemente terminará siendo distinto a lo que en un principio podría sospechar el público, ya que se trata de un ajuste de cuentas. O de aplicar justicia de una manera poco ortodoxa sobre las –quiero pensar–  involuntarias traiciones que cometemos a lo largo de nuestra existencia.

Cuenta así con interesante y desconcertantes cargas de profundidad la adaptación que Aurelio Carnero adapta del original literario, lo que contribuye –sobre todo al inicio del filme– a plasmar ese sentimiento de culpa que termina por ahogar a uno de los protagonistas con una intensidad deliberadamente improvisada.

Improvisación que poco a poco va derivando hacia una narrativa tradicional como si el cineasta, ya se ha dicho, lo que pretendiera es jugar continuamente con el espectador, al tiempo que mantiene una medida distancia –la mirada del voyeur– sobre el desarrollo de unos acontecimientos que se precipitan a raíz de la conversación telefónica que se cruzan los dos protagonistas y en la que aflora la culpa como resto de un naufragio que todavía continúa flotando en la memoria.

La tragicomedia es un género en el que Aurelio Carnero se mueve muy bien. Un caso insólito si recordamos el parámo que el género tiene en la pequeña pero cada año más nutrida historia del cine independiente rodado por canarios en Canarias.

Ya lo demostró con El zorrocloco y Apartamento 23F, tragicomedias que todavía se mantienen porque Carnero más que un cineasta preocupado por la técnica es partidario, sospecho, de la planificación de las escenas y el diálogo. Y diálogo con acento de aquí.

Suena el destino, digo el teléfono, ¿lo coges? cuenta en este sentido con esos elementos que definen la para nada sutil ironía canaria, aunque la historia tiene la habilidad de hacerlo sutil y devenir en una reflexión, me permito, bastante interesante sobre la condición insular y lo complejo que resulta desprenderse de ella cuando lo que se pretende es reinventarse en otro espacio, en otra geografía, en otro lugar. En este caso Madrid, ciudad en la que vive uno de los protagonistas, protagonista que recibe la llamada del destino, digo teléfono, desde su lugar de nacimiento, Santa Cruz de Tenerife.

Rodado en un día, se nota la improvisación no ya técnica –en este aspecto es un filme bastante clásico, casi de cámara fija, cuyo velocidad se la deja en principio a un espasmódico montaje–  sino artística que asumen Casañas y Aguilar, por lo que sus interpretaciones dan la sensación que necesitaban estar más trabajadas para que ambos actores resultaran convincentes.

Más si se tiene en cuenta que Suena el destino, digo el teléfono, ¿lo coges? no deja de ser como una obra de teatro filmado en la que su director y guionista apuesta más por el que se dice que por la manera de mostrar el cómo se dice. Y lo que se dice, que exigía mayor preocupación cinematográfica, tiene como ya se ha dicho mucho fondo, sabor a culpa no expiada y a un ajuste de cuentas que se dispara con una simple pero demoledora llamada telefónica.

Saludos, ya saben, desde este lado del ordenador.

2 Responses to “Un ajuste de cuentas”

  1. José SanTISteban Says:

    Agradezco sus amables palabras sobre mi obra. Más aún si tenemos en cuenta que, una vez la invade la tiránica cámara, el escritor se convierte en el “nombre invisible”. Gracias, pues, y cordiales saludos de José SanTISteban.

  2. admin Says:

    Gracias a usted. Recibe un cordial abrazo desde este lado del ordenador.

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