¡Muchas felicidades, Hemingway!

INTRO

Ernest Hemingway pertenece a una estirpe de escritores que gusta o se detesta sin términos medios. También se trata de un personaje que estuvo por encima de su obra literaria, un escritor, en definitiva, que conocen casi todos sin haberlo leído. A ello contribuyó su poderosa presencia física, su sentido del riesgo y la necesidad de construirse un otro yo a través del cual relatar su vida imaginada como aventurero.

Se habla, de hecho, de su carácter para definir a un hombre bronco pero civilizado que quiere sentir la llamada de la selva pero se olvida, sin embargo, otras constantes que planean en su obra, léase el amor y el sexo, que son términos que en sus historias van inevitablemente unidos, así como las mujeres, la mayoría de ellas fuertes y en ocasiones apoyo inevitable de sus individualistas protagonistas masculinos.

Para los iniciados en la obra de Hemingway resulta muy difícil escoger una novela para invitar al profano a iniciarse en su universo aunque cuenta con títulos que no me canso –y no creo que me canse– de leer lo que me quede de vida. Uno de ellos es Adiós a las armas y otro Islas en el golfo. Me gustan, y mucho también, sus cuentos, que fue un territorio en el que se manejó bastante bien y menos, bastante menos, la novela que lo consagró durante un tiempo en su país: Por quién doblan las campanas, donde da una pobre visión de la Guerra de España, casi como si de un cartón pintado se tratara.

En cuanto a su España, una España ebria y violenta y lo suficientemente indómita para despertar el espíritu, apostaría por Fiesta, y no porque se desarrolle en Pamplona y en pleno San Fermín, sino por el grupo heterogéneo de personajes que presenta.

Encasillado en la que se conoce como Generación Perdida, y en la que compartió juergas de alcohol y sexo con escritores como Francis Scott Fitzgerald, de quien dibuja un atractivo retrato en su libro París era una fiesta pese a que dedique palabras maldicientes a la esposa del autor de El gran Gatsby, Zelda; la obra literaria de Ernest Hemingway dio origen a numerosas películas antes y después de que se pegara un disparo en la cabeza.

Abrupto final para un escritor que en los últimos años de su vida fue investigado por el FBI, abrazó con entusiasmo el triunfo revolucionario castrista e intentó vivir hasta el límite sus existencia. Y todo eso tras recorrer los campos de batalla de España y Europa; cazar animales salvajes en África y refugiarse del mundanal ruido en Cuba, isla a la que le regaló una de sus grandes obras: El viejo y el mar y en la tomó como modelo a un pescador de origen canario, Gregorio Fuentes.

La siguiente lista de películas no recoge todas las adaptaciones al cine que se han realizado sobre sus novelas –omitimos porque no la hemos visto Punto de ruptura  (Michael Curtiz, 1950),  y ningunea conscientemente todas aquellas que han querido inspirarse en algún momento de su vida o en las que aparece como discreto secundario (ver la irregular Los modernos, de Alan Rudolph y la deliciosa Medianoche en París, de Woody Allen, entre otras).

Se trata de un listado de filmes que dejaron huella a los escobilloneros y en muchos de los casos contribuyeron a que se refugiaran en sus libros tras haber disfrutado de su versión en celuloide.

LAS PELÍCULAS

Adiós a las armas (Frank Borzage, 1932).- Hay mucho que descubrir en el cine norteamericano rodado en los años treinta, una de sus épocas doradas y singularmente más revolucionarias. Entre los cineastas destacados de esa década está Frank Borzage, quien dirige una atractiva y romántica historia de amor ambientada en el frente italiano durante la I Guerra Mundial. Helen Hayes y Gary Cooper son la pareja protagonista. A finales de los cincuenta, Charles Vidor dirigiría una nueva versión con Rock Hudson, Jennifer Jones y Vittorio de Sica en el reparto.   

Por quién doblan las campanas (Sam Wood, 1943).- No, no es una de las mejores películas de su director, el siempre correcto Sam Wood, ni un título a destacar en la filmografía que se ha realizado sobre la Guerra Civil Española, aunque cuenta con dos actores protagonistas –Gary Cooper e Ingrid Bergman–  que forjaron sus leyendas en este filme que nos revela que cuando suenan las campanas, es que suenan por ti

Tener y no tener (Howard Hawks, 1944).- La leyenda cuenta que Hawks desafió a Hemingway al sugerirle que rodaría una gran película de una de sus peores novelas. La novela resultó ser Tener y no tener, y en el guión se encuentra, entre otros, William Faulkner. Tener y no tener es una de las grandes películas de su director, también de su pareja protagonista: Humphrey Bogart y Lauren Bacall, sin olvidarnos, claro está, de ese colosal actor de reparto que fue Walter Brennan. Una frase legendaria de la película: “Si me necesitas… silba”. 

The Killers (Robert Siodmak, 1946).- Nunca un relato corto, Los asesinos, ha resultado tan explotado, y para bien, cinematográficamente hablando. The Killers es una versión en clave negra de un cuento muy corto y contó con Burt Lancaster y Ava Gardner para dar credibilidad y consistencia a la historia de un errante. Donald Siegel rodaría en los años sesenta su peculiar versión. Versión en la que da más protagonismo a los asesinos en su impecable e implacable Código del hampa (1964). El filme está interpretado por unos sobrios Lee Marvin y Clu Gulager con traje y corbata. Uniforme profesional que inspiró a Quentin Tarantino para vestir a su pareja de liquidadores (Travolta-Jackson) de Pulp Fiction. Mención especial a Angie Dickinson, John Cassavettes y Ronald Reagan en el que quizá fue el mejor papel de su irregular carrera cinematográfica. 

Las nieves del Kilimanjaro (Henry King, 1952).- Basada en un relato del escritor norteamericano, quien apuntó que lo mejor de esta película era una de sus protagonistas, Ava Gardner, actriz por otra parte tan unida a Hemingway, Las nieves del Kilimanjaro propone un largo flash back en el que un escritor norteamericano que ha sido herido en África reflexiona sobre las mujeres que conoció y las batallas en las que luchó, entre otras alguna de la Guerra Civil Española defendiendo los colores de la II República. Junto a Gardner y a ese actor tan fundamental en la filmografía por otra parte excelente de King, Gregory Peck, trabaja Susan Hayward

El viejo y el mar (John Sturges, 1958).- La película no es la novela. Una novela, por otra parte, muy compleja de adaptar al cine pese a que su protagonista fuera Spencer Tracy. Como ya adelantamos, Ernest Hemingway se inspiró en Gregorio Fuentes para su pescador que lucha solo contra los poderes del mar.

Cuando se tienen veinte años (Martin Ritt, 1962).- La película reúne las historias que Hemingway dedicó a su alter ego literario, Nick Adams y cuenta con una legión de seguidores entusiastas. Mucho encierra esta historia de iniciación en la que se recorre la juventud de un joven inquieto e hijo único que viaja a Nueva York para conseguir trabajo y termina alistándose  en el ejército italiano para enamorarse y conducir una ambulancia. ¿Les suena?

La isla del adiós (Franklin J. Schaffner, 1977).- La película está basada en una de las novelas más injustamente olvidadas del escritor norteamericano, Islas en el golfo, y contó con George C. Scott como protagonista en esta aventura que se desarrolla en los cayos que salpican las costas de las islas del Caribe durante la II Guerra Mundial. No he vuelto a verla desde que recibí la revelación, allá por los setenta, pero en lo que me queda de de memoria la recuerdo con agrado, casi el mismo que me ha animado a escribir este listado de sugerencias, de películas con las que combatir el calor que nos invade y de paso –y a modo de excusa– celebrar el cumpleaños de tan formidable como vilipendiado escritor norteamericano. 

Saludos, larga vida, desde este lado del ordenador.

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