Sangre vieja, una novela de Jonathan Allen

“- ¡No vayáis a creer que el sol me disgusta! Al contrario. Ansío conocer el sol de las Canarias, adonde ha partido mi hermano Cristóbal. Más el frío, el cruel invierno, fue durante muchos años muestro más fiel aliado. Sus rigores y su crudeza nos permitieron vivir.”

(Sangre vieja, Jonathan Allen. Mercurio editorial, 2016)

Como apunta Jesús Palacios en el prólogo de Sangre vieja, una novela de Jonathan Allen, la vida eterna es una preocupación en la literatura fantástica y una constante en la que se relaciona con los vampiros, los hijos de la noche, aunque prefiera más denominarlos como no muertos. No confundir, por los dioses, con los muertos que caminan o esos zombis que no tienen ningún sentido del gusto y que han vuelto a la vida (o eso al menos parece) solo para comernos mejor…

No se puede decir, sin embargo, que Sangre vieja (porque en todo relato de vampiros que se precie lo viejo es culto y bello, pero también eternamente joven) sea precisamente una novela de vampiros (o sí) y ni siquiera de miedo, pero se puede afirmar que su lectura proporciona inquietud y una agradable sorpresa al apreciar el esfuerzo que ha realizado su autor, Jonathan Allen, en plantar la primera piedra de lo que podría constituirse en nuevo mito fantástico actual ya que estos ¿vampiros?, o mejor estas criaturas que viven eternamente, no obedecen las reglas que tradicionalmente rodea a los no muertos de toda la vida…

Es verdad que como sus referentes literarios y cinematográficos, estos seres acumulan experiencias y se cultivan y refinan, pero no actúan por necesidades alimenticias ya que su poder, es un “poder desgraciado”, dice uno de ellos, mientras arrastran el peso de su experiencia por los siglos de los siglos.

Como en toda novela en la que algunos de sus protagonistas conoce el secreto de la vida eterna, Sangre vieja da continuos saltos en el tiempo y se desarrolla en distintos escenarios, algunos de los cuales son capitales europeas y ciudades como La Laguna, de la que procede uno de los protagonistas de esta historia en la que se combina también varias técnicas narrativas como el diario y el epistolar (¿homenaje al estilo de Drácula de Bram Stoker?), primera y tercera persona e incluso géneros, ya que en esta novela cuenta con momentos terroríficos, románticos e incluso de comedia, entre otros.

Resulta llamativo comprobar como Jonathan Allen se sirve de todos estos elementos para construir y contar su historia. Hizo algo parecido en Julia y la guillotina y es que Allen adapta estos géneros a su intereses literarios porque maneja el fantástico como pez en el agua, aunque quizá lo más apropiado sería decir como tiburón bajo el agua, porque conoce, y muy bien, la gran literatura que cosecha, en especial la del XVIII y XIX, en la que el género mantuvo un indiscutido matrimonio con la novela romántica.

Jonathan Allen aporta con Sangre vieja un nueva mirada al mito del vampiro, solo que el contagio que promete más que la vida eterna, la noche eterna, consiste en apropiarse de otra alma y de otro cuerpo “para seguir viviendo”, y si bien son longevos, son vulnerables a la violencia.

Si ya fue un agradable descubrimiento Julia y la guillotina, leer esta nueva incursión en el fantástico de Jonathan Allen confirma a título personal lo que ya intuía de su autor: gusto por reinterpretar los cánones clásicos de la literatura sobrenatural y tímido, aunque agradecido tanteo, en situar este tipo de historias en un universo cercano a los que habitamos en las islas que forman el archipiélago canario. Islas que por obra y gracia de autores como Allen, entre otros, recuperan su paisaje como escenario poblado de criaturas que, para los escépticos, y de ellos me río, son solo productos de nuestra imaginación.

Saludos, la sangre es vida, desde este lado del ordenador.

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