¡Aleluya!

Entonces veía las películas tirado en el suelo y con la vista fija en la pantalla del televisor. Vivía en una feliz burbuja que me animaba a ver cine en blanco y negro y a unas horas de la noche que comenzaban a hacerse tontamente rutinarias. 

Si hay dos películas del cine mudo que me tragué entonces sin rechistar frente al televisor fueron El gran desfile (1925) y El mundo marcha (1928), ambas dirigidas por King Vidor, un cineasta que no suele reivindicarse como Ford, Hawks y Hitchcock, pero un igual entre esos grandes hombres que hicieron del cine un espectáculo inteligente y para todos los públicos.

Lo insólito del caso es que las perspectivas que me despertaron siendo un adolescente acostado en el suelo se mantienen aún con la misma intensidad.

Llámalo capacidad de resistencia.

Que recupero al adolescente abducido por aprender.

¡Fuera las telarañas de la confusión!

La mente, ahora despierta, repesca en el ancho mar de la nada dos obras que continúan despertándole preguntas y cierta emoción por la tristeza.

Con el paso de los años me di cuenta que El gran desfile además de ser la mejor película bélica de todos los tiempos, es la historia de un hombre corriente al que las circunstancias llevan a vivir el infierno en la tierra.

Y de infierno en la tierra habla también Y el mundo marcha, que es la crónica de cómo pierde el entusiasmo su protagonista cuando revientan delante de sus ojos todos los sueños…

Las dos películas cuentan la misma cosa, aunque los espacios en los que se desarrollan resulten aparentemente opuestos: el frente de batalla y una ciudad, Nueva York, como selva urbana. Esa cosa es la ingenuidad, vivir en una plácida ignorancia hasta que la realidad anuncia abruptamente su llegada ya que siempre estuvo ahí.

O aquí.

Estas dos películas tienen vida, e historias que alimenta la poderosa epidermis que las conservan tan clásicas y actuales.

Vidor recuerda en su autobiografía que tras el estreno de Y el mundo marcha, James Murray, su actor protagonista, desapareció sin dejar rastro.

El cineasta lo encontró tiempo después como un vagabundo alcoholizado. Hablaron y lo invitó a un restaurante donde le preguntó si era capaz de ponerse en forma y dejar la bebida para ofrecerle un papel en su próxima película.

Cuenta que James Murray le contestó: “Solo porque te paro en la calle y te pido un poco de dinero piensas que puedes decirme lo que tengo que hacer. Por lo que a mí respecta te puedes meter tu cochino dinero donde te quepa”.

Y James Murray se levantó y se fue. Vidor dice que no lo volvió a ver nunca más.

Vuelvo a El gran desfile y Y el mundo marcha y, ya digo, me reencuentro con unas emociones que no han dejado de estar latentes pese al esfuerzo de evitarlas para mantener la cómoda memoria del pez.

Y es que el mundo, como lo retrata El gran desfile y Y el mundo marcha, se desmorona y no deja de observarte como un rostro más entre la multitud.

Saludos, la confianza no da asco, desde este lado del ordenador.

2 Responses to “¡Aleluya!”

  1. Daniel León Lacave Says:

    Recuerdo ver ambas cintas.
    La de la primera guerra mundial me marcó mucho, e influyó bastante en los comics amateur que dibujé por aquella época.

    Y la del mundo marcha, creo que trataba de un tipo que nacía el cuatro de julio y se creía llamado a grandes cosas, y luego la vida le llavaba por otros caminos mas mediocres.
    Creo que esa cinta influyó un poco en el Nacido el Cuatro de Julio de Oliver Stone ¿usted que opina?

  2. admin Says:

    Puede ser, aunque observando los últimos derroteros de Oliver Stone apenas tiene nada que ver con el cine lírico e intenso de King Vidor. Te invito a que vuelvas a ver Y el mundo marcha, una obra redonda, sin fisuras, terriblemente trágica y muy actual en estos siniestros tiempos que corren.

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