“Creo en mirar desde un rincón muy chiquitito, que soy yo”

Nicolás Melini (Santa Cruz de La Palma, 1969) se ha convertido en una de los más notables escritores de relatos de la literatura española actual. No transitan los escritores españoles por este género, aunque es un recelo que poco a poco se va desmontando en un país que, hasta el día de ayer, le gustaba tanto vivir del cuento. Bromas aparte, Nicolás Melini cuenta con una obra consolidada a sus espaldas, libro tras libro en lo que evoluciona a una síntesis del lenguaje en lo que importa, al menos así lo parece, es lo que se cuenta y no la forma de contarlo, que también.

Africanos en Madrid (Reino de Cordelia, 2017), el nuevo libro de Nicolás Meilini, reúne relatos y conferencias en los que adentra al lector en la vida cotidiana de un grupo heterogéneo de personas en la capital de España. ¿Cuáles son su miedos?, ¿sus relaciones con los demás? son solo algunas de las preguntas que este libro procuro responder con hondo acento literario.

-La línea narrativa que propone en Africanos en Madrid se separa de la de anteriores libros suyos. ¿Cómo se planteó esta obra que, finalmente, edita Reino de Cordelia?

“Se separa de los anteriores en el sentido que este no es uno de mis libros de cuentos. Tampoco es una de mis novelas. También en que parece tener un tema muy definido. No tanto en cuanto a cómo cuento o cómo es la escritura. Ahí no hay separación, me parece, aunque sobre eso puedo estar equivocado. Pero de algún modo profundizo en algo en lo que ya estaba: la fragmentariedad. La composición fragmentaria, por medio de piezas diferentes. En Cuaderno de mis mayores, en Cuadros de Hopper, en Pulsión del amigo (en la medida que es un libro de cuentos), y en alguno de los inéditos también. Sobre la fragmentariedad, creo que ha sucedido algo que es interesante y relativamente reciente: en general, nos hemos vuelto literariamente muy transparentes. Ahora casi todo está en lo dicho, como en una pantalla de cine. Por tanto, para decir algo más que lo explícito, exploramos las hendiduras entre los fragmentos. El discurso entre piezas. El único resquicio que nos queda para transmitir lo no dicho es allí donde termina un fragmento y empieza otro. Yo estoy intentando todo el tiempo unir fragmentos de mis cosas a ver si funciona. Probando, probando. Haciendo manuscritos, algunos disparatados. Buscando decir algo más que lo dicho en las piezas. En el caso de Africanos en Madrid fue muy sencillo. No hubo la menor premeditación de escribir un libro sobre este tema, y mucho menos una intención abarcadora. Comencé a escribir sobre africanos por encargo, me encargaron un cuento, y luego otro, y luego otra cosa. Luego, comenzó a formar parte de —por decirlo de algún modo— mis palos. En varios de mis libros, publicados e inéditos, se coló alguna pieza, algún fragmento con representación africana. Y, de pronto, sentí la necesidad de explorar la posibilidad de juntar las piezas y ensayar algún tipo de estructura que pudiera ser idónea para que el conjunto dijera más que lo que dicen las piezas por separado. Enseguida di con la estructura (también, gracias a lo diferentes que son los capítulos entre sí). Y, finalmente, este libro ha salido antes que cualquier otro de los que he escrito últimamente, porque ha habido un buen editor que lo ha leído y se ha interesado, y el proceso de publicación de los otros va más lento.”

- ¿Y qué necesidades le animaron a hacerlo?

“Creo que la necesidad principal es la de construir un sentido, no sé si mayor, o nuevo, o distinto del que había. Soy un adicto de la combinación de piezas. Luego, además, que me parece que es un libro que en absoluto existe.”

- El libro cuenta con historias publicadas en revistas, una conferencia, relatos inéditos y, pese a todo, la impresión que saca el lector al finalizar su lectura es de unidad. ¿Es intencionado?

“Lo que es intencionado es cómo está construido. Se suma la experiencia de haber escrito libros como los antes citados y Los chinos y Adonde marchaba, mis otros libros de poemas, que sufrieron procesos fragmentarios muy similares.  Las piezas, en este caso, son muy dispares, ni siquiera coinciden en los porcentajes de combinación de géneros que hay en unas y otras. Hay breves capítulos prácticamente confesionales. Otros son cuentos. Otro un relato largo. En cada uno de ellos, la combinación de géneros es distinta: más crónica que ficción, más ficción que crónica; confesional, prácticamente ficción pura y dura. Lo maravilloso, me parece, es que pudiera funcionar y decir algo que no se pueda decir de otra manera. Pero eso lo tiene que decir el lector.”

- El escritor mantiene cierta distancia ante las historias que cuenta. ¿Cuál es la mirada de Nicolás Melini de esos Africanos en Madrid?

“Creo en mirar desde un rincón muy chiquitito, que soy yo. Aunque lo que domina en el libro es la ficción y la crónica, no he ido a documentarme a ningún sitio, no he ido a buscar estas historias, a estos personajes. Es lo que veo desde donde estoy. Prácticamente en mi casa. No hay una pretensión abarcadora, sino una pretensión de parte que signifique. Si no me hubiese emparejado con una senegalesa, jamás habría escrito algo así. Me gusta que lo que escribo se confunda en parte con mi propia vida. Yo estoy en este libro. Es una mirada familiar y entre iguales. “

- ¿Cómo cree que los observa la sociedad española?

“Esto es muy difícil de saber y de enunciar. Seguramente hablan más las anécdotas. En el libro hay bastantes. Pero sí me gustaría decir algo: España es un país que está relativamente bien en términos de trato al inmigrante negro. El tema racial lo hemos aprendido de la cultura estadounidense, que es también la nuestra. Lo que pasa es que, mientras ellos hacen películas y literatura sobre conflictos raciales porque tienen abierta una herida racial importantísima (desde la esclavitud), que se traduce en muertes demasiado frecuentes, nosotros hemos recibido los discursos de tolerancia de manera limpia, sin tener que enfrentar ningún problema de ese tipo. Nos ha alcanzado el discurso positivo, y aquí no había debate, no había quien se opusiera a ese discurso positivo. Creo que es algo muy bueno que nos ha llegado, indirectamente, del problema racial estadounidense.”

- Y los africanos, ¿cómo observan a los españoles?

“Los que yo conozco son muy respetuosos, y se parten de risa con Aquí no hay quien viva y con Aída, ese tipo de series, es decir, lo costumbrista español. Les encanta. Luego hay cosas que les chocan mucho: por ejemplo, el trato que dispensamos a nuestros mayores. Los sienten abandonados. No les cabe en la cabeza. Son infinitamente más familiares y comunitarios que nosotros, que somos más individualistas. Alguno me ha contado las conversaciones que ha tenido con señores españoles en el banco de alguna plaza. Los adoptan, porque hablan con ellos y se interesan por sus problemas. Se pueden imaginar lo que les cuentan. “Si volviese para atrás, no tendría hijos. ¿Para que ni vengan a verme?”

- ¿Cuánto hay de realidad y ficción en Africanos en Madrid?

- En este libro hay realidad, lo que pasa es que, a menudo, la realidad se obtiene mediante mecanismos de la ficción. Salvo los dos o tres textos casi confesionales, que son fáciles de reconocer, todo lo demás tiene algún grado de ficción. A veces un grado muy alto.”

- ¿Piensa que es correcta la información que los medios de comunicación transmiten sobre los africanos que viven en España?

“Correcta sí. Otra cosa es el sesgo que toman las informaciones sobre inmigración cuando hay debate político sobre ello. Por otro lado, hay bastantes momentos en los que, me parece, los principales medios han silenciado cuestiones relevantes que se estaban produciendo, básicamente, por no concordar con los relatos que estaban ofreciendo los partidos políticos. Cosas que no se pueden decir y hacer debate sobre ellas porque influiría en la intención del voto de los ciudadanos de una manera quizás drástica. Ni siquiera creo que se haga por maldad, sino por conducir el debate según conveniencia política y de la élite económica, por estabilidad, por priorizar aspectos que se consideran más relevantes para el futuro del conjunto del país. La damnificada suele ser la verdad. Los inmigrantes que no votan también se pueden dar por damnificados, porque aún viéndose seriamente perjudicados por determinadas políticas, su perjuicio no suele contar. Ese desfase entre cómo se ha contado en los medios y lo que en realidad ha sucedido debería poderse dilucidar a través de algunos pasajes del libro.”

- Entre los relatos que incluye en el libro, ¿hubo alguno que le resultó especialmente difícil de escribir?

“Quizás el más sencillo, y por eso me acuerdo, fuese Mis padres susurran, sobre la mutilación genital femenina en el África del oeste. Lo escribí a mano, de un tirón, con mi hija al lado, leyendo en la terraza de una cafetería, y deprisita porque tenía que volver a casa a hacer la comida. Ese momento fue sencillo, pero llegar a ese momento, haber madurado todo lo que era necesario madurar para estar preparado para ese momento, fue un proceso largo, posiblemente de bastantes años.”

- ¿Cómo definiría a los africanos que conoce?, ¿Qué características destaca de su experiencia en España?

“Por lo general gente muy tranquila. Muy pendiente de su familia, de enviar dinero. Se sacrifican mucho. El sentido de su emigración fue el de encontrar una salida a sus vidas. Cuestión de dignidad, de tener una vida digna. Poder casarse, poder tener hijos. Los hombres, incluso algunas mujeres, suelen casarse con personas que se encuentran allá. Algunas veces, allá se quedan sus parejas. Allá tienen a sus hijos. Aunque en esto hay casos de todo tipo. Luego está la religión, que también es importante. En mi círculo conviven personas que son musulmanas muy creyentes, musulmanas creyentes pero de hábitos nada fervientes (muy similares a cómo son la mayoría de creyentes en España), africanos católicos y africanos ateos o agnósticos. Sin conflicto religioso alguno. Sin discusión religiosa. Sin criticarse entre ellos. Sin censurar las costumbres de unos o las de otros. Más bien con humor sobre las costumbres de unos y otros. Los musulmanes van a celebrar la primera comunión de la hija del que es católico y los católicos pueden participar en la Fiesta del Cordero (yo mismo, que no tengo religión y que soy pues como solemos ser por aquí respecto de estas cosas, puedo participar de todo con absoluta naturalidad). Supongo que en su caso hay algunos aspectos que los une por encima de cualquier consideración religiosa o cultural. Tampoco me parece que sean especialmente críticos con lo de los españoles. Y no es por que no sepan o no entiendan: generalmente saben bastante bien qué es lo que sucede. En un año o dos han aprendido la mayoría de los códigos sociales. Políticos, personajes públicos de diferentes ámbitos, discursos de los partidos…”

- En el libro queda muy bien reflejado que se mantienen fieles a su cultura y a sus tradiciones.

“Pues, es curioso, pero no tengo la sensación de haber pretendido mostrar que se mantienen fieles a su cultura y tradiciones. Déjame reflexionar. No estoy seguro de que lo que se describe en el libro… Sí es verdad que, cuando escribimos, solemos fijarnos en momentos o aspectos que son especiales, llamativos o elocuentes. Claro, no podía no mencionar la comida. Cuando se hace una celebración, por supuesto, se hace lo que mejor se sabe y, también, lo que mejor recupere de la nostalgia. En estos días he conocido en Francia, en Aix-en-Provence, a una española que emigró hace unos 10 años. Ahora tiene una tienda en la que vende productos de España: vino, queso, jamón, fuet…. Le digo, “ah, ¡entonces traficas con la nostalgia!”. “¡Exacto, eso es, no lo podías haber dicho mejor!”, me responde y echamos unas risas. Posiblemente, mucho de lo que se cuenta en el libro y pasa porque “se mantienen fieles a su cultura y tradiciones” no es más que eso. El español que odia los domingos de paella, emigrado a Australia es quien los organiza (y el grupo de españoles que se junte, todos encantados, cómo no). Yo no definiría a eso, un domingo de paella en Australia, mantenernos fieles a nuestra cultura, aunque, debido a nuestra nostalgia de paellas, tortilla española y jamón de Jabugo, habrá más de un australiano que piense que los españoles conservan sus costumbres y a su cultura. Creo que son mecanismos para sobrellevar el desarraigo. Me parece que es algo inevitable cuando se emigra y que nos pasa a todos. “

- Los africanos que protagonizan las historias del libro son senegaleses. Imagino, no obstante, que habrá diferencias con otros hombres y mujeres que proceden de otros países africanos. ¿Conoce también esas realidades?

“Este es un libro contado desde la familiaridad. Negros del África del oeste. Sobre todo senegaleses y gambianos. Pero creo que cualquier africano negro que viva en Madrid, sea del país que sea, puede sentirse reflejado de alguna manera. Lo concreto, a veces, puede ser extraordinariamente universal. He tratado a una familia de refugiados mauritanos, a un solicitante de asilo de Sierra Leona, a algún nigeriano, a algunos etíopes de los que llegan a España después de haber estudiado en Cuba, por supuesto a unos cuantos guineanos, marroquíes, argelinos, etc., etc. Me parece que se puede titular Africanos en Madrid a un libro que habla de una comunidad de negros africanos en Madrid. Y luego, en efecto, hacer la aclaración de a qué africanos nos referimos. En cualquier caso, este ni es ni podría ser un libro abarcador de los africanos que hay en Madrid. Pero eso, ¿tendría sentido? Y me parece que se entiende que es un libro sobre “unos” Africanos en Madrid. Y que es literatura, no un atlas para niños, en el que sí tendrían que estar todos representados.”

- La crisis ha despertado en los últimos tiempos cierto sentimiento racista en la sociedad española. ¿Cree que el español es racista?

“Creo que este es un país bastante aceptable en términos de racismo. Aún así, el racismo está por todos lados en este país, por activa y todavía mucho más por pasiva, casi sin que nos demos cuenta. Aquí hay negros desde siempre. El Lazarillo de Tormes tiene que ir con el ciego porque su madre se amanceba con un negro, que debe de ser lo peor que podía hacer ella en la época, y le da un hermanito pequeño, y ahí comienza la larga historia (yo creo que de prostitución) del Lazarillo. Hace poco se ha estrenado un documental sobre la influencia de los negros de Andalucía en el origen del flamenco, algo desconocido hasta ahora. Y un caso paradigmático de ninguneo lo tenemos en Canarias. Cuando los niños que éramos veíamos Raíces en la tele, nadie nos decía que Canarias había sido pieza clave en el comercio de esclavos. África nos parecía algo lejanísimo. Nos hemos llegado a ocultar, en los mapas, la cercanía de África, hasta hace poco. No hay gesto político más racista que la negación incluso de la existencia y proximidad de África, y lo peor es que salimos perjudicados allí donde más nos duele a los canarios, en la identidad. Nos falta África, estamos cojos. “

- ¿Está trabajando en un nuevo libro?

“Tengo varios libros inéditos. Y sigo trabajando en otros varios. Este mes escribo una novela corta que se va a traducir y publicar en Francia.”

Un nonbre: El Hadji Amadou Ndoye

El Hadji Amadou Ndoye (Senegal, 1947.2013) estuvo muy vinculado a Canarias por su línea de trabajo a quien Nicolás Melini rinde homenaje en el libro reproduciendo la conferencia que dictó en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria por encargo de la cátedra Mario Vargas Llosa durante la celebración de un homenaje al hispanista senegalés Nicolás Melini dice que “no he encontrado por ahora a otro africano igual. Conocimiento. Bonhomía. Respeto. Convicción. Compromiso. Discurso. Un ser humano excepcional” aunque le llama la atención que, durante décadas, “Amadou Ndoye fuese el senegalés que se interesó por la literatura canaria, porque tengo la sensación de que los escritores estudiados no se dieron cuenta de que a Ndoye le interesa la literatura de Canarias en la medida que en esta se expresan las secuelas emocionales, sociales, identitarias, de un pasado de esclavitud. Él lo dice: casi antes que los negros, se esclavizó a muchos guanches. Y Canarias jugó un papel primordial en el comercio triangular de esclavos africanos hacia América, España, Portugal, Inglaterra, la misma élite canaria tuvo sus esclavos. Y todo esto, en cierto modo, Ndoye lo detecta en Víctor Ramírez y J.J.Armas Marcelo, por ejemplo.”

Saludos, sol, sol, sol, desde este lado del ordenador.

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