¡¡¡Viva Méjico (con jota)!!!

“Tengo el honor de informar a usted –decía un general a quien pidieron noticias del paradero del rebelde– que Francisco Villa se encuentra en todas partes y en ninguna”.

(¡Vámonos con Pancho Villa!, Rafael F. Muñoz, colección Austral, Espasa-Calpe, 1949)

La mayoría solo conoce de la Revolución Mejicana la imagen folclórica que el cine norteamericano ha mostrado de un proceso tan trascendental en la Historia de las Américas durante los primeros años del siglo XX.

Sin embargo, y como en todo gran proceso violento y transformador, se ignoran las historias que hay detrás de cada uno de los hombres y mujeres que al margen de vestir modestamente y caminar sobre alpargatas, se lanzaron a la guerra para reclamar mejores condiciones de vida en un país que tras la independencia de España no dejó de conocer guerras y más guerras internas y con su vecino del norte.

Para hablar de sus hombres y también para desmitificar a sus héroes y capitanes, en concreto Pancho Villa, Rafael F. Muñoz escribió una novela que el paso del tiempo ha convertido en un clásico no solo de la literatura sobre la Revolución sino sobre la literatura en general, con el título de ¡Vámonos con Pancho Villa!, publicada en 1931, y en la que se mezcla realidad y ficción sin que el lector aprecie la diferencia entre lo que sucedió tal y como se cuenta de lo que solo es una recreación imaginaria.

Rafael F. Muñoz, periodista y escritor y uno de los cabecillas de lo que se conoce como novela revolucionaria, ofrece un retrato sobre el legendario guerrillero con sus luces y sus sombras. Consciente de que Villa fue un hombre. Un hombre especial, pero hombre al fin y al cabo, feroz no solo contra el enemigo sino también con los suyos.

Para brindarnos este retrato cruel por humano del revolucionario, Rafael F. Muñoz presenta en el libro a seis campesinos que se suman a las tropas villistas bajo el nombre de Los leones de San Pablo. De este grupo, solo el mayor de todos ellos, Tiburcio Maya, llegará con vida a las páginas finales tras ver como su mundo se desmorona por causa de la guerra y por causa del hombre al que sigue: Pancho Villa, en una serie de encuentros y desencuentros de los que se sirve Muñoz para narrar, entre otros, algunas de las campañas más conocidas del general como fue cruzar la frontera y arrasar la población de Columbus, en Nuevo Méjico, y su retirada estratégica ante la expedicìón punitiva del ejército norteamericano al mando del general Pershing por el estado de Chihuahua.

El protagonista de la novela, Tiburcio Maya, asiste como soldado en cada uno de estos combates y a través del mismo se explica la admiración que cada uno de los hombres que combatían al lado de Pancho Villa sentían por su jefe.

Un jefe contradictorio, de origen humilde como la mayoría de los hombres que formaban parte de su ejército, y que a lo largo de su vida militar llegó a recelar incluso de los suyos, lo que le llevó a ordenar ejecuciones de inocentes para medir la fortaleza y la lealtad de algunos que lo rodeaban.

¡Vámonos con Pancho Villa! fue usado como guion cinematográfico para la película del mismo nombre realizada en 1935 y que está considerada como la primera superproducción mejicana. La dirigió Fernando de Fuentes y uno de sus carteles promocionales se ha utilizado para ilustrar este artículo.

Entre otros escritores mejicano, Juan Rulfo sintió especial aprecio por el conjunto de la obra (no es demasiado extensa, apenas dos novelas más, ensayos y unos pocos cuentos) de Rafael F. Muñoz, de quien dice que fue el mejor que representó la revolución mejicana sin olvidar su aliento poético. En cuanto a ¡Vámonos con Pancho Villa”, Juan Rulfo destaca la imparcialidad del escritor en la descripción que hace del general revolucionario, un personaje al que “trata de manera objetiva, sin conmoverse ni exaltarse.”

Desgraciadamente, no es nada fácil conseguir en la actualidad novelas de Rafael F. Muñoz aunque con suerte (y ese fue nuestro caso) se puede uno encontrar con ejemplares de ésta u otras novelas suyas en rastros o librerías de viejo. El ejemplar que tenemos está editado en la colección Austral de Espasa Calpe, en 1949 y apenas supera las doscientas páginas. Páginas intensas y trepidantes, páginas que firma un escritor y periodista con todas sus letras.

Saludos, ándale, desde este lado del ordenador

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