Tomás Salvador, el escritor que fue soldado de la División Azul y sirvió en la policía franquista

En este país de papanatas nunca será reconocido con la envergadura que se merece un escritor como Tomás Salvador. Dos manchas, entre otras, afean su impresionante trabajo literario. La primera es que combatió en Rusia y contra el comunismo en la División Azul, a él se debe, de hecho, uno de los mejores libros sobre este cuerpo expedicionario que ya escribió de vuelta a casa y mientras domesticaba como podía los demonios del frente de batalla. La segunda es que Tomás Salvador ingresó en los años cuarenta en el Cuerpo General de Policía, lo que le dio “fama de hombre del régimen” aunque no lo fuera según el también escritor Francisco Candel.

Al margen de que se cuestione su trayectoria vital pero no literaria transcurridos más de treinta años después de su muerte, es momento de recuperar una obra que no ha perdido fuelle con el paso del tiempo y en la que se detecta a un autor adelantado a su tiempo, un visionario que cuenta en su más que digna producción como novelistas con títulos de ciencia ficción (La nave y Marsuf, vagabundo del espacio) escrita la primera ¡a finales de los años 50 en una Espala todavía sumida en una amarga postguerra; policíacos muy decentes y novelas de temática carcelaria como Cabo de vara, en la que describe con atinado empuje literario las condiciones de los presos en las fortalezas prisión de la ciudad de Ceuta a finales del siglo XIX.

Estas apuestas genéricas, todas ellas muy bien escritas y con registros en los que el escritor se manejaba como pez en el agua, hacen de Tomás Salvador un escritor atípico en aquella España imperial de cartón piedra. Sus novelas iban un paso adelante de las de bolsilibros que se vendían en los kioscos, y durante la década de los 50 y 60 disfrutó de cierta popularidad entre los lectores aunque no tanta de una crítica que ya desde ese entonces se aquejaba de molicie intelectual, de cemento armado en su criterio procediera de la derecha totalitaria que gobernaba los destino de España como de una izquierda subterránea que rechazaba cualquier obra que se publicara con sello oficial, más si estaba escrita por un policía.

El hecho de que ambas corrientes por muy opuestas que resultara coincidieran en emitir el mismo juicio sobre Tomás Salvador hace verdad el dicho de que los extremos se tocan. Y en este caso fue así, aunque no creo que sean muchos los que cuestionen la calidad no ya solo literaria sino también humana que emanan de muchos de sus libros, entre otros la extraordinaria División 250, el relato escrito por un soldado que combate en un país que no es el suyo y al que no le importa reflejar el miedo y la cobardía que se le metía en el cuerpo cuando respondía a los ataques de las oleadas y oleadas de las tropas soviéticas o los casos de deserción que se produjeron en la División Azul sin que apenas se tuviera noticia de ellos en España.

En esta magnífica crónica bélica donde todo lo que se describe pasó de verdad, no obvia el regreso a casa de unos hombres que han dejado de ser quienes eran cuando salieron de España y el escaso entusiasmo con el que les recibió Franco, ya en esos años con la mirada puesta del lado aliado tras avistar el fracaso alemán en la guerra.

La producción literaria de Tomás Salvador es copiosa y como toda producción copiosa cuenta con libros sobresalientes y otros realmente insuficientes. Entre los que piden a gritos una reedición para que llegue de nuevo a quien deba de llegar se encuentra la ya citada División 250 aunque desconozco su continuación, Camaradas 74; Cabo de vara y El atentado. Sus incursiones en la ciencia ficción resultan curiosas y merecen una revisión para completistas de la ciencia ficción que se escribe en España, así como sus novelas históricas El arzobispo pirata y Las compañías blancas que están muy bien documentas y como casi todas resultan bastante entretenidas.

Si no se recupera su obra, aunque consta que han habido intentos editoriales, no es difícil encontrarse con algunas de sus novelas en rastros o librerías de ocasión. Si lo encuentran, no dejen de pasar captura tan poderosa. Una vez leído es inevitable pertenecer al club de lectores de un escritor hoy olvidado por la derecha e izquierda de este país de, decíamos al principio, papanatas.

Saludos, hemos dicho, desde este lado del ordenador

Escribe una respuesta