Esta tormenta, una ¿novela? de James Ellroy

Esta tormenta quizá se trate de uno de los títulos más poéticos de James Ellroy pero también de una de sus peores novelas. El nuevo proyecto de Ellroy es repetir el éxito obtenido con el cuarteto de Los Ángeles, saga que inició con La dalia negra y finalizó con Jazz blanco e historias duras e intensas que se desarrollaban a finales de los años 40. Las dos primeras novelas de lo que se anuncia nueva tetralogía (Perfidia y Esta tormenta) se desarrollan a principios de esa década y están protagonizados por muchos de los personajes que aparecieron en la que continúa siendo su serie de referencia, las novelas que lo catapultaron al éxito.

El éxito no le ha sentado nada bien a Ellroy, un escritor que le encanta a los medios de comunicación y al que le encantan los medios de comunicación. Se nutren recíprocamente, sobre todo tras él éxito de L.A. Confidencial, la novela que lo encumbró como el pit bull del nuevo policíaco norteamericano.

El escritor comenzó a dar síntomas de rabiosa improvisación en otro cuarteto, novelas que se desarrollaban en los años 60 y en las que el perro rabioso hurgaba en las trastiendas del asesinato de J. F. Kennedy. Obras voluminosas en páginas, corales (necesitan de una guía de personajes) y con los nudos suficientes para despistar al lector, el relato se bifurcaba en otros relatos, un poco al modo de las muñecas rusas, pero es tanto lo que cuenta entre punto y punto –las comas apenas existen en el renovado universo de Ellroy– que el lector que esté dispuesto a prestar la debida atención a cualquiera de ellas tirará finalmente la toalla.

Esta tormenta continúa donde lo dejó Perfidia, la ciudad de Los Ángeles durante la II Guerra Mundial, y presenta a su demoníaco policía Dudley Smith sirviendo en el Servicio de Inteligencias de los Estados Unidos de Norteamérica mientras hace que busca a quinta columnistas japoneses mientras prosperan sus negocios sucios con un fascista mejicano, que los hubieron.

La trama se ramifica en otras tramas y hay peleas, torturas, mujeres que quitan el hipo, traición en la mejor tradición del tópico solo que pasado por el filtro de un escritor que parece abducido por sus criaturas literarias olvidando contar una historia con meridiana coherencia.
A los que nos gusta lo que escribe James Ellroy lo que ha publicado en los últimos años se nos hace cuesta arriba. Casi parece que no es el mismo escritor. Es verdad que el seguidor leal no abandona la novela a la mitad pero sí que se pregunta ¿qué he hecho para merecer esto?

No convence esa tormenta, este universo en el que nadie es inocente. Y eso que el escritor disponía de elementos y una atmósfera retro lo suficientemente atractiva para recuperar al potentísimo autor que descubrimos con sus primeras obras. Aquel tipo raro que clavaba los dientes como un pit bull para no soltarte.

Frente a Esta tormenta, el seguidor de James Ellroy echará de menos al autor de Réquiem por Brown y El asesino de la carretera, también al de las tres novelas que dedicó al agente Lloyd Hopkins (Sangre en la luna, A causa de la noche y La colina de los suicidas) y en las que todavía transmitía ese odio del que parece ha logrado liberarse y que arrastraba de un pasado contaminado de drogas y alcohol para borrar de la memoria a su madre, una mujer a la que apenas se acercó, y a la que asesinaron sin que se resolviera el caso.

Como todo lo que escribe en Esta tormenta hay momentos logrados pero están descritos con una ira que parece impostada aunque las escenas sean más o menos las escenas de James Ellroy, quien moldea la historia a su gusto. Si el Hollywood de la primera tetralogía parecía real pese a los excesos, es tanto el exceso que imprime en sus dos últimas novelas (Perfidia y Esta tormenta) que más que enojar resulta risible. Aún así, resulta fácil imaginar a un Orson Welles al que le dan una paliza para animarlo a que haga de chivato de la policía e informe de posibles comunistas que trabajan en la Meca del Cine, pero no de otras estrellas del cine norteamericano de aquellos años, ya que resultan inverosímiles.

Da la sensación, y bastante que nos alegramos de ello, que James Ellroy ha superado el trauma que lo taladró en su adolescencia pero también revela que esta sanación espiritual ha reducido el interés de una obra que se prometía salvaje, tan salvaje como ese perro rabioso que dicen que lleva dentro y que uno sospecha, tras leerse las más de seiscientas páginas de Esta tormenta, se ha domesticado.

Saludos, perro ladrador poco mordedor, desde este lado del ordenador

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