Bernd Brunner: “No formo parte de los fatalistas que lo dan todo por perdido”

Si tuviera que recomendar un libro para aguantar estos días de cuarentena recomendaría sin dudarlo Cuando los invierno eran inviernos. Historia de una estación (Acantilado, 2020), una colección de ensayos que firma el escritor Bernd Brunner (Berlín, 1964) y en el que cuenta cómo algunas culturas han prosperado pese a las bajas temperaturas.

Bernd Brunner estudia el invierno desde múltiples perspectivas (histórica, biológica, antropológica) y se pregunta qué está pasando con una estación que, como avisa en el título, “ya no es como era”.

- ¿Cómo y por qué se plantea escribir este libro?

“Hace un par de años, cuando empecé a investigar para el libro, tenía ya la sensación de que los inviernos eran menos fríos y las diferencias entre las estaciones se igualaban. Aparte de que la primavera, por ejemplo, hacía más temprano su entrada en escena. Tengo un interés crónico por la historia, de modo que me propuse averiguar qué papel había desempeñado antes el invierno en la vida de la gente, a qué logros civilizatorios había dado lugar esa estación del año en la búsqueda del hombre por adaptarse a una vida en medio del frío. Fue así como surgió este libro”.

- ¿Tiene color el invierno?

Y si es así, que otros colores creen que representan a las otras tres estaciones del año, otoño, primavera y verano.
“Azul, blanco; también gris. La primavera es verde; un rojo intenso, radiante, es el color del verano; y un rojo más cálido y pálido, así como el gris, representarían el otoño”.

- ¿Recuerda cómo fue su primer invierno?

“No puedo recordar mi primer invierno de 1965. Pero en 1969 estuve con mis padres en la Alta Baviera, donde hice mis pinitos esquiando. Y sí que recuerdo entonces el frío cortante que sentí, o el centelleo de la nieve bajo el sol”.

- ¿Cree que afecta a los habitantes de un país el rigor del clima, que modifica el carácter de sus pobladores? ¿Que el tiempo explica que se sea de una manera en el sur y de otra en el norte?

“Un papel muy importante lo tiene tal vez el hecho de que, en el sur, la gente pasa más tiempo fuera y se reúne con otra gente. El clima más frío del norte hace que las personas se recojan en sus casas y tengan quizá más tiempo para cavilar y escribir. Basta pensar en la gran cantidad de escritores que hay en la península escandinava o en Islandia, a pesar de que allí la densidad de población no es tan elevada”.

- Alguien dijo una vez que los vientos del cambio siempre soplan del sur.

“Una idea realmente hermosa, y es probable que tenga su núcleo de verdad. El norte ha sido un sitio de acumulación del capital, pero el arte y la filosofía llegaron tradicionalmente del este y del sur. Hoy en día, muchas personas sumidas en la pobreza desean trasladarse del sur al norte. El tema, como bien sabe, tiene candente actualidad”.

- Aquí en el sur tenemos la idea de que los que son del norte son más reflexivos, también más serios. ¿Cuestión del clima? ¿Puede el clima explicar que en el norte de Europa prendiese la religión luterana en detrimento de la católica?

“Muchos estudiosos se han ocupado de las diferencias de mentalidad, y yo también creo que hay cierta tendencia a darlo por cierto. Sin embargo, soy alérgico a los clichés que van de la mano con tales ideas. Tanto en el sur como en el norte hay personas que ponen patas arriba esa presunta lógica. Francia constituye un caso muy interesante: es un país mayoritariamente católico, pero más de la mitad de su territorio, desde el punto de vista climático, tiene poco de mediterráneo”.

- ¿Es más próxima la religión protestante al frío que la católica?

“Tal vez no sea casual que el protestantismo pudiera arraigar con tanta fuerza en regiones más frías, mientras que el Papa tiene su morada en la península itálica. Pero aparte de las diferencias en relación con las doctrinas y sus interpretaciones, yo, que vengo de un entorno protestante, siempre he experimentado las misas católicas y sus celebraciones —basta pensar en las procesiones— como eventos más dramáticos y teatrales y, por lo tanto, más afines a ese temperamento meridional más abierto en el aspecto emocional. Y para que no haya malentendidos: ¡no lo digo en absoluto en sentido peyorativo! Lo que he observado en sitios de peregrinación como Lourdes o Fátima me parece inconcebible en el llamado «Norte». (También me fascina, por cierto, un lugar como Assisi, donde vivió San Francisco. Es un lugar que me atrae por su magia).”

- La nieve ocupa un papel importante en el libro.

“La nieve sigue siendo el rasgo distintivo más importante del invierno en el centro y el norte de Europa, a pesar de que cada vez la encontremos menos. Pero, claro, no podía dejar de considerarla en mi ensayo. Sin embargo, es probable que debamos aprender a concebir el invierno de otro modo y desarrollar un sentido más sofisticado para los cambios que acompañan a las estaciones. Por ejemplo, en relación con la vegetación, o con el modo en que inciden en nuestro estado de ánimo”.

- Y el invierno en el mar. ¿Cómo es un invierno en el mar?

“El oleaje es más intenso. Los peces, cuando las temperaturas son más bajas, tienden a refugiarse en las profundidades. Los mariscos, los caracoles o las ostras se ocultan en el lodo, su metabolismo disminuye, se hace más lento y, por ende, comen sólo muy poco”.

- ¿Cómo cree que está afectando el cambio climático a nuestra percepción del invierno?

“En un principio, empezamos a reflexionar cada vez más sobre lo que significa realmente el invierno, sobre lo que lo convierte en una estación del año tan especial. Ya no lo tomamos como algo dado ni obvio. Ese es, digamos, el lado positivo. Pero es inevitable que reflexionemos también acerca de los vínculos entre el cambio climático –si bien yo prefiero hablar de crisis climática—, el estado del tiempo y las estaciones”.

- ¿Cómo definiría el invierno en el trópico? Aquí donde vivo apenas conocemos qué significa esa estación. ¿Qué nos estamos perdiendo?

“En los trópicos, el invierno existe únicamente como un hecho fijado en el calendario, aparte de los monzones secos como los que se se presentan en el sur de Asia. Me parece que en vuestro caso la estación puede determinarse por la época de cosecha de los frutos, ¿no? Pero en realidad no creo que os estéis «perdiendo» nada; además, siempre podéis viajar a aquellos sitios donde hay «auténticos» inviernos. Podéis daros por afortunados de vivir en esas zonas del planeta. (En un par de ocasiones me refugié en Tenerife, Fuerteventura y Gran Canaria para abreviar el periodo de humedad del invierno alemán).”

- ¿Cómo cree que será el invierno del futuro?

“No soy profeta, pero todo indica que los inviernos serán más cortos y que las primaveras harán su aparición antes. Ello genera caos en el hábitat de animales y plantas, lo cual es muy negativo. Confío, por supuesto —como en el caso de esta crisis climática— que sepamos controlar a tiempo sus efectos. Lo he dicho antes: no integro el grupo de los fatalistas que lo dan ya todo por perdido. Al menos todavía no”.

- Por último, ¿cómo fue el trabajo con el traductor José Aníbal Campos?

“La colaboración con José Aníbal Campos fue excelente y muy intensa desde el principio. De inmediato se hizo palpable su compromiso absoluto con el libro. Es lo mejor que podría desear un autor. Otorgo un gran valor al hecho de calificar este ensayo como «nuestro» libro. ¡Más que justo que lo mencionen en portada!”

Saludos, cuídense todos, desde este lado del ordenador

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