David Toscana: “Me armé caballero armándome escritor”

La vocación por escribir le llegó un poquito tarde, cuando rondaba “más o menos” los 30 años aunque el flechazo fue definitivo. Gran parte de la culpa, si puede decirse así, la tuvo una relectura del Don Quijote que lo despertó al mundo de las letras y que decidiese un buen día abandonar su trabajo como ingeniero industrial para dedicarse a la literatura.

David Toscana (Monterrey, Nuevo León, 1961) es autor de más de una decena de novelas en las que reflexiona sobre la muerte, un tema fundamental en su producción literaria y el fracaso. Muerte y fracaso hay mucho en La ciudad que el diablo se llevó, una novela publicada en 2012 que rescata Candaya ocho años después en una modélica edición. Sobre este libro y el arte de escribir conversó en la tercera edición del Festival Hispanoamericano de Escritores que se desarrolló del 14 al 18 de septiembre de este año en Los Llanos de Aridane, en la isla de La Palma.

- ¿Cómo se inicia en la literatura?

“Estudié una carrera y obtuve el título de Ingeniero Industrial, trabajo que desarrollé durante diez años. Esta era entonces mi profesión pero no mi vocación porque mi vocación fue otra, un poco tardía es verdad. Antes de ser escritor fui lector, unos años en los que el alma no se me había llenado lo suficiente hasta que comencé a escribir y a sentir la necesidad de compartir vidas con otros. Durante este proceso, fui acumulando experiencia con la palabra y a los treinta años más o menos decidí escribir más que por una decisión por una necesidad de expresarme a través de las palabras”.

– Estudia una carrera técnica ¿de dónde le viene entonces la vocación de escribir?, ¿de familia?

“Mi familia no era lectora así que no había muchos libros en casa. La única herencia que recibí de mi padre, que no estuvo nada mal, fue la Enciclopedia Británica, la de 1956. Vivía entonces en Monterrey, donde se tiene poco respeto por la cultura y mucho para los negocios porque es una ciudad industrial y me crié en ese ambiente. Antes de ser escritor lo que tenía en la cabeza era dirigir una empresa y me preparé para eso hasta que se despertó la vocación literaria tras recibir la Enciclopedia Británica y Las nueve sinfonías de Beethoven dirigidas por Toscanini que a mi me parecía que era un pariente. Ese fue mi primer contacto con la cultura. Después llegaron los libros a casa a través de una promoción de un supermercado que anunciaba que por la compra de 50 pesos te regalaban un clásico de la literatura”.

- Los libros entran en su casa gracias a esta promoción.

“Fue la manera en cómo comenzaron a llegar a casa, por una oferta de un supermercado pero gracias a ella me interesé por la literatura y por conocer a sus autores. Se trataba de una colección de libros de la editorial Salvat, que eran unos libros muy feos pero creo que fueron un buen inicio para los que no teníamos tradición lectora. Ese fue el modo en cómo se introdujeron los libros en casa. Contábamos también con una colección de Bruguera de libros encuadernados en imitación de piel que resultaron ser realmente buenos porque se trataban de obras de los clásicos”.

- ¿Y en cuánto a los libros de la colección Salvat?

“Recuerdo todavía el primer libro de la colección Salvat, un libro que te encontrabas en todos los hogares: La tía Tula, de Miguel de Unamuno. No todo el mundo los coleccionaba pero me hacía gracia que estuviera presente en las casas de los amigos a los que visitaba el primero de aquellos libros:La tía Tula”.

- ¿Pero qué voz escuchó para dedicarse a ser escritor?

“Antes había sido lector y como dije lo de escribir comencé a planteármelo a los treinta años más o menos con una relectura que hice del Don Quijote. De pronto descubrí que se trataba de algo extremadamente bello, artístico y lleno de vida. Y quise ser Don Quijote, un hombre trastornado por los libros y con ganas de vivir aventuras que si no físicas sí resultaran imaginarias para que las volcara en palabras. Esa fue la forma en cómo me armé caballero. Me armé caballero armándome escritor”.

- La muerte, el fracaso son, entre otros, temas bastante comunes en su producción literaria.

“Son temas que tienen que estar presentes en la literatura porque ¿alguien conoce una novela donde no muera nadie? La muerte está ahí, presente, y es el motivo por el que hacemos muchas cosas. De hecho, la religión existe porque nos vamos a morir y el arte existe porque queremos dar un sentido a la existencia antes de fallecer. La muerte es una fuerza muy poderosa y los humanos son los únicos que son conscientes de que van a morir. La muerte me interesa como tema y aparece en mis novelas no como algo periférico sino central porque no es un accidente, no es un elemento secundario dentro de la trama. En mis historias a veces se muestra como tragedia pero también como algo que obliga a que celebremos la vida. Alguien dijo, no sé si fue el mismo San Pablo, que si la vida eterna no existiese debíamos de comer y beber porque mañana moriremos. En algunas de mis novelas la muerte es una tragedia pero en otros de mis libros es un motivo para celebrar la vida”.

– La ciudad que el diablo se llevó transcurre en Varsovia. ¿Por qué el territorio desolado y ruinoso de esta ciudad tras recuperar la paz en 1945?

“Viví siete años en Polonia y este país lo siento también como mi patria. Es un pueblo del que me enamoré. Me enamoré de su cultura y de su historia. No entré en La ciudad que el diablo se llevó como un turista ocasional sino como alguien que vivió allí y que se dio cuenta que la paz recién adquirida en 1945 no había sido novelada, que la literatura sí que se había ocupado de la Guerra, el drama judío y los campos de concentración pero no de lo que sucedió cuando la ciudad y el país recuperaron la paz. Esto hizo que me hiciera muchas preguntas y que estas mismas preguntas se las plantearan los supervivientes de la novela: ¿y ahora qué?, ¿qué hacemos?, ¿somos héroes o los héroes son los muertos?”

- La muerte vuelve a estar muy presente en esta novela.

“Es el eje central pero desde la perspectiva de los personajes que se sienten muy afortunados de seguir vivos y sienten que hay que celebrarlo a pesar de vivir en una ciudad en ruinas porque imaginan, quijotescamente, otra realidad para celebrar la existencia, la literatura, la ciudad, la música, el arte. La muerte les enseña lo importante que es estar vivos”.

- ¿Cómo se plantea escribir una novela con tanto calado emocional?

“La novela trata de ser un todo. Los autores clásicos dicen que hay que escribirla de un modo que sea natural y sentir que no podía escribirse de otra manera. Hasta qué punto se logra eso nunca se sabe. En La ciudad que el diablo se llevó un personaje, que es novelista, se pregunta porqué la novela pudiendo ser otra es la que es. El diccionario tiene muchas palabras y cada verbo muchas formas de ser conjugado. Hay una riqueza tan grande que escribes la primera palabra entre una posibilidad de cientos de miles y la segunda de cientos y cientos de miles de posibilidades”.

- ¿Qué es entonces una novela para usted?

“Un universo infinito que matemáticamente es imposible de resolver. Un poco como nuestra existencia. Todo en el mundo de las posibilidades conjura para que, por ejemplo, no estuviéramos tú y yo conversando pero aquí estamos y para eso tuvo que ocurrir un montón de cosas en un montón de generaciones. Venimos de una secuencia de muchas generaciones de mujeres que no fueron estériles. Jugamos con las posibilidades pero era imposible que estuviésemos hablando ahora pero lo hacemos y eso me gusta. Me agrada pensar que dentro de la novela jugamos con esas posibilidades de lo que es y no es y como lo que no es, es infinito y lo que sí es, una sola cosa. Veo la novela como un universo imposible de existir y que, sin embargo, termina existiendo”.

- Escribe en estos momentos una novela en la que aparecen los escritores rusos.

“La novela tiene que ver con un mundo quijotesco donde el protagonista en vez de leer grandes hazañas de la caballería andante se mete a leer literatura rusa y comienza a observar que más que enaltecimiento hay una necesidad de tocar la vida desde el fondo. Todavía no sé muy bien como lo haré porque prefiero explorar el argumento con serenidad pero tengo una idea y a partir de ella comienzo a investigar pero no sé exactamente lo que va a pasar, qué ocurrirá con cada personaje”.

- Pero creo que uno de los personajes podría ser el escritor ruso Isaac Babel.

“Están presentes todos los escritores rusos desde antes de Pushkin hasta 1971, que es el año en el que se desarrolla la novela y en el que hubo obras maestras que no se podían leer como Vida y destino, de Vasili Grossman, que fallece en 1964 y que nunca vio este libro publicado porque se editó veinte años después de su muerte. Como tengo que respetar a mi protagonista, éste desconocerá la existencia de Vida y destino porque no se sabía de ella ni de Archipiélago Gulag, de Alexander Solzhenitsy que se publicó unos pocos años después de 1971 aunque ya tenía tres o cuatro libros publicados y por supuesto Isaac Babel que es uno de mis grandes ídolos y una de las grandes víctimas de la literatura rusa”.

- Dice que Babel es uno de sus grandes ídolos, ¿por qué?…

“Porque fue un hombre tan lleno de vida intelectual, de belleza en su prosa, tan esmerado en sus frases, metáforas que lo hacen único. Sus dos libros esenciales son Cuentos de Odesa y La caballería roja y tienen tanta belleza que me hacen llorar. La tragedia es que lo asesinaron por nada”.

- Es el drama de los escritores rusos del siglo XX.

- Y es lo que me llama la atención, ese drama que va paralelo a la literatura y los escritores rusos. Las biografías de estos escritores van dramáticamente de la mano de la literatura y eso me hace sentir un gran respeto por todos ellos ya que sabiendo que se jugaban la vida continuaron escribiendo. Se dice que Stalin ejecutó a 1.500 escritores y que la mayoría de ellos no llegaron a la categoría de clásicos porque no toda el alma de un escritor tiene la posibilidad de inyectar vida a un texto. Los textos vivos seguirán vivos así como la angustia de saber que a muchos de estos escritores los mataron demasiado pronto y que muchos de sus manuscritos se destruyeron. Se cuenta que Isaac Babel andaba escribiendo una novela cuando lo detuvieron pero solo ha quedado de ella un capítulo que suele publicarse como un cuento”.

FIRMA FOTO: Juancho García

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