Paloma López-Reillo: “Alfonso Delgado aportó una nueva mirada al arte contemporáneo en Canarias”

La desaparición de Alfonso Delgado a finales de enero de 2019 dejó huérfano a quienes lo quisieron pero también a quienes lo siguieron como artista. Alfonso Delgado continúa así entre nosotros gracias a su trabajo, una muestra que recupera ahora una retrospectiva que dirige su mujer, Paloma López- Reillo, y en la que se reúnen más de sesenta obras (entre cuadros y esculturas) que condensa la trayectoria como artista de un autor que cuenta con una de las piezas probablemente más fotografiadas en la capital tinerfeña, su Love, en la esquina de la calle de Viera y Clavijo con Méndez Núñez.

El Museo de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife acoge esta exposición hasta el 9 de julio. Una oportunidad para aproximarse al pasional pero también calculado y meticuloso trabajo artístico que desarrolló este polifacético artista cuya evolución puede ahora comprobarse en esta exposición.

- ¿Cómo surge esta retrospectiva?

“Presenté el proyecto al Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife en 2019 cuando salieron las convocatorias pero su montaje se dilató por la pandemia aunque la idea ya venía de atrás. En 2017 Alfonso me comentó que estaría bien hacer una retrospectiva porque ese año celebraba los cuarenta de su primera exposición en el Ateneo de La Laguna, en marzo de 1977. Ahora, en 2021 sigo creyendo que sus aportaciones al arte canario son muy elocuentes por lo que su obra debía de estar expuesta de manera integral en una sala institucional”.

- ¿Y cuál cree que ha sido la contribución de Alfonso Delgado al arte contemporáneo en Canarias?

“Ha aportado una nueva mirada. Las obras enmarcadas en el expresionismo abstracto poseen el valor añadido que les otorga el experto uso de los pigmentos naturales, el tratamiento de la luz y los espacios y, sobre todo, el uso de la materia enraizada con la isla, con sus paisajes y con su mar. Sus campos de color, sus horizontes son mucho más de lo que pensaron y amaron los grandes pintores que crearon este movimiento pictórico. Además, supo superar los límites establecidos entre las diferentes formas de expresión, presentado propuestas integrales que enlazaban la obra plástica con la performance o la poesía. También desarrolló una amplia serie de arte urbano en la que utilizó objetos cotidianos como lienzos, consiguiendo que el arte saliera a la calle y se democratizara”.

- Desde 1977 hasta esta retrospectiva ¿qué pautas marca la evolución como artista de Alfonso Delgado?

“Por un lado encuentras su obra de juventud, muy influenciada por el pop art. Su trabajo después sufre un cambio, el mismo que atraviesa el país en los 80. Son años en los que tiene la oportunidad de viajar a Europa y sobre todo a Madrid donde contacta con escritores como Luis Antonio de Villena. En este período, su pintura está fuera de cualquier contorno, no son siluetas ya que las realiza con pinceladas y ahí te das cuenta de todo lo que está viviendo porque propone un diálogo artístico y social que mantiene con su entorno y con lo que va aprendiendo y vive y eso se nota. La figura en esta etapa comienza a interesarle menos y se preocupa más por los fondos. Eso se ve en la exposición, en cuadros como El nadador y África, en los que la pincelada en el primero es casi difuminada y en el otro destaca el color”.

- ¿Qué constantes encuentra en su producción como artista?

“La isla siempre es un tema y el mar mucho más porque se convierte en algo recurrente, sobre todo cuando regresa de París, donde se quedó a vivir unos meses hasta que sintió la llamada de la isla y se produce ese efecto de conectar con la materia”.

- Mientras preparaba la exposición ¿descubrió algo nuevo en su obra?

“He descubierto una obra que no conocía como es la de sus inicios y que desde el principio ya tenía su sentido del trabajo y de la innovación. Del tratamiento del color y la luz. Lo he visto en todo su trabajo, en el que cambia paulatinamente su pincelada y los materiales aunque él siempre está ahí, desde los inicios. Alfonso cuenta también con dibujos del cuerpo y rostros femeninos que son maravillosos y ahí veo la precisión y la dedicación que siempre puso en la pintura, precisión y dedicación que mantuvo hasta el final”.

- ¿Cómo fue el proceso de selección de las obras?

“Para la primera parte de su producción tuve que trabajar con lo que tenía porque no había mucho donde elegir al estar la mayoría muy dispersa. En la etapa postmoderna me guié por lo que me contó, lo que le había interesado transitar el tema de la naturaleza, los felinos… que no se encuentran en su obra abstracta. A pesar de que estábamos en el postmodernismo, la ciudad, tuvo mucho interés de hablar de la naturaleza que es la época que más me costó seleccionar porque quería ser lo más fiel posible a lo que me dijo en su día. En los 90, los años en los que lo conozco y viví con él, intenté también ser lo más fiel posible a lo que me habló”.

- Cómo era como artista, ¿cerebral o pasional?

“Era muy pasional pero en su trabajo era metódico, le dedicaba muchas horas. Cuando se enfrentaba a una obra –trabajaba siempre en horizontal– tenía una pulsión y emoción que era la que le llevaba a a realizar ese cuadro en concreto porque, intuitivamente, sabía lo que quería hacer”.

- ¿Y trasgresor?

“Saltaba las barreras que la academia pone al arte, creía que el arte era uno con diferentes formas de expresarse. Hasta el último momento me hablaba de colores y de pintura. Pensaba en colores pero cuando montaba una exposición lo hacía de manera integral. Las obras adquirían unidad e identidad en sí mismas pero sus performances y happening estaban relacionados también con la propia obra porque se trataba de un trabajo global e integrado donde cada obra era una unidad en sí misma pero, al mismo tiempo, era capaz de integrarlo y relacionarlo todo porque entendía que el arte es una sola cosa con muchas formas para expresarlo”.

- ¿Y su obsesión por los colores?

“El color era la vida y su belleza, la naturaleza, las personas e incluso la comida”.

- ¿Tuvo un color predilecto?

“El cartel de la retrospectiva tiene una azul turquesa y podríamos decir… Pero amaba todos los colores aunque hacía unos azules muy especiales porque era un experto con los pigmentos. Ves su obra y observas una gamas de azules completamente diferentes aunque el turquesa, el azul turquesa del mar quizá fuera su preferido”.

- En su obra además del color ¿hay un compromiso, un deseo de comunicar a través de su pintura?

“Él decía que el arte es comunicación y que si no es así no sirve para nada. Intentaba comunicar emociones o, más bien, provocar emociones en las personas que recibían esas obras. Las emociones que más le interesaban eran las que tenían que ver con la belleza que es una palabra denostada pero que para Alfonso era muy importante desde un punto de vista filosófico. Quería que algo se moviera dentro de cada persona y que fuera esa persona la que construyera, la que generase preguntas. Alfonso pensaba que el arte era un elemento de transformación social, quería comunicar y suscitar preguntas”.

- ¿Llegó a pintarla?

“Me pintó sin posar y sin fotografía en 2014. Se dejó guiar por el recuerdo que tenía de mi, cuadro que me regaló en nuestro aniversario de boda y es una de las cosas más emocionantes que me han pasado porque me veo ahí, sobre todo en la mirada donde me veo mirándolo a él, que me parece es lo más bonito. Fue un regalo maravilloso porque en ese entonces no hacía nada figurativo y era algo que estaba fuera de lo que solía hacer. Fue un regalo”.

- Ese cuadro no está en la exposición.

“No, no”.

- ¿Por pudor?

“Un poco porque quiero que vean a Alfonso Delgado como un artista de su tiempo. Tiene una obra de una mujer que data de 1979 –cuando aún no nos conocíamos– que la gente cuando la ve piensa que soy yo. Solía decirme que ya me había pintado sin aún haberme conocido”.

- Si no me equivoco, Alfonso no cultivó demasiado la pintura figurativa.

“La practicó al principio de su trayectoria, hasta los años 80”.

- Le tiraba más la abstracción.

“Le interesaban más los fondos y los formatos, también los pigmentos y al final estuvo muy influenciado por el arte bizantino y africano”.

- ¿Y Rothko?

“Tuvo también una etapa Rothko”.

- ¿Y que otros artistas y en concreto de las islas cree que lo influenciaron?

“Adoraba a Maribel Nazco y también a Pedro González y Enrique Lite, que fueron sus profesores. Sintió una gran pasión por María Belén Morales y apoyó a muchos compañeros de su generación”.

- Hemos conversado de sus pinturas pero no de sus esculturas. ¿Cómo es Alfonso Delgado como escultor?

“Le gustaba trabajar con volúmenes así que cuando el Observatorio de la Inmigración de Tenerife (ObiTen) le propuso en 2006 una obra, Alfonso se inspiró en el ojo que representa el logo de esta organización de la Universidad de La Laguna y el Cabildo Insular para reconocer a los colectivos y las personas que trabajan por la convivencia en las islas relacionadas con la interculturalidad. A partir de ese momento su trabajo fue diferente aunque sigue estando presente el mar, las caracolas, la nao, el pez volador pero derrocha imaginación en la escultura, un ejercicio de ingeniería que yo llamaba de los sueños, una ingeniería de los sueños porque de manera milimétrica y con el boceto Alfonso ya conocía cuánto iban a medir las piezas”.

- ¿Destacaría alguna etapa de su producción?

“La etapa de 2010 pero porque es una etapa de madurez. Resulta más introspectivo, maduro y diverso pero también más sólido. Tiene composiciones que son realmente arriesgadas pero que resuelve muy bien”.

- ¿En las más de sesenta obras que reúne la retrospectiva existe alguna que quiso que estuviera pero que no pudo contar con ella al final?

“Una se encuentra en París. Me hubiera gustado que formara parte de la retrospectiva. Se trata de una obra en la que aparece un joven con un tigre entre los brazos pero es más por razones sentimentales porque Alfonso estaba entusiasmado por recuperar esa obra”.

- El tigre, los felinos, parecen una constante en un determinado período de su producción artística.

“Le gustaba la estética del tigre. Su sutileza, sus ojos, la mirada pero en general le atraían los felinos”.

- ¿Y cuál cree que era su idea del arte?

“Alfonso pensaba que el arte tenía que democratizarse y que por lo tanto debía de estar al alcance de la ciudadanía. En cuanto a la gestión cultural, defendió siempre el uso de los criterios más adecuados para seleccionar obras y dar oportunidades para organizar exposiciones con total transparencia” .

Y ESCRITOR

Alfonso Delgado procuró a lo largo de su vida ser un artista polifacético. Cultivó la pintura, la escultura. También el performance, entre otras actividades a la que se suma la literaria. Antes de morir, publicó su primera novela, Queda la broza (Bara Bara, 2018), aunque estaba trabajando en otras dos que escribía con letra apretada y a mano en un cuaderno. Paloma López-Reillo revela que la redacción de Queda la broza le costó tres años (2014 a 2016) porque se trataba de un creador en exceso meticuloso que abordaba cualquier actividad con pasión pero también con la suficiente sangre fría para que todo encajara.

Además de narrativa, Alfonso Delgado continuó escribiendo poesía porque la sombra de su amigo Félix Francisco Casanov a fue muy alargada. De hecho, revela López-Reillo, cuando inauguraba una exposición Alfonso llevaba siempre en la muñeca un reloj que había pertenecido al poeta y escritor, fallecido siendo todavía muy joven en enero de 1976, el mismo mes, pero en 2019, en el que se fue también Alfonso Delgado.

Cuando no pintaba ni escribía, leía. “Alfonso fue un lector voraz”, recuerda López-Reillo, que añade que el último libro que le mantuvo ocupado fue La penúltima bondad. Ensayo sobre la vida humana de Josep M. Esquirol.

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