Lorenzo Silva: “Mi libro no es una reivindicación política sino poética de Castilla”

La novela policíaca y la histórica cuentan con Lorenzo Silva (Madrid, 1966) con uno de sus principales valedores. Creador de la pareja Bevilacqua y Chamorro, que tanto han hecho para humanizar y vindicar la labor de la Guardia Civil, como la guerra de Marruecos, el escritor centra ahora sus esfuerzos en recuperar la rebelión de los comuneros de Castilla a principios del siglo XVI en Castellano, una novela que presentó a finales de junio de este año en El Sauzal (Tenerife) y cuya publicación coincide con el 500 aniversario de la derrota de este “movimiento revolucionario” para el escritor madrileño.

- Si no me equivoco Castellano se trata del primer libro en el que se adentra en un período histórico que no había tocado hasta ahora.

“Ya hice una pequeña incursión en una novela anterior donde se hacía alusión al Siglo de Oro pero el período en el que se desarrolla Castellano– si bien tenía noticias desde hace unos años– me llamó más la atención. Comencé a indagar en ese tiempo y a interesarme por la sociedad castellana de aquellos días. Descubrí que cuando se produce el fenómeno histórico de la revuelta de los comuneros, ésta vino de una realidad previa. Por un lado, el proyecto imperial que Carlos V quiso imponer desde fuera a los castellanos, una sociedad en aquel entonces con una importante fuerza social, comercial, también naval, económica e intelectual. Me llamó mucho la atención además el discurso que hay detrás de esta revuelta ya que tiene lecturas muy interesantes por el impacto y la influencia que esas ideas tuvieron en la Historia de España”.

- ¿Qué influencias?

“En dos corrientes de la Historia contemporánea española como son el liberalismo y el republicanismo. Tanto los liberales del XIX como Manuel Azaña reivindicaron el carácter libertador y moderno de la revuelta de los comuneros. En el lado contrario, hubo voluntad de presentarlos como un grupo de retrógrados y xenófobos que no entendieron el proyecto moderno de Carlos V. Por parte materna soy castellano así que cuando empecé a conocer la historia de sus protagonistas sucedió algo que despertó mi atención como novelista, una conexión, si quiere, con los personajes tanto rebeldes como los que salvaron el trono a Carlos V que no fueron los flamencos sino los gobernadores castellanos que no se sumaron a la revuelta”.

- ¿No teme que algunos lectores entiendan la novela como una especie de reivindicación castellana en un país tan sensible a reivindicaciones nacionalistas en los últimos tiempos?

“Soy consciente de donde escribo, escribo para el lector contemporáneo. El libro está hecho desde la conciencia de que en España las identidades nacionales se han convertido por un lado en un banderín de enganche y por otro en una cachiporra. Hubo interpretaciones en ese sentido pero no han resultado mayoritarias porque Castellano no plantea una reivindicación identitaria nacionalista sino más bien una mirada sobre la identidad castellana que parte de una consideración y es que Castilla se deshizo prácticamente después de la derrota de las comunidades y es muy difícil que vuelva a rehacerse. Lo que se hizo con Castilla fue disolverla en el conjunto de España e incluso trocearla por si quedaba alguna duda de que se trata de una nación borrada por la Historia pero creo que ese devenir le da una fuerza más importante, como es reivindicar la herencia cultural, el legado histórico e ideológico y el carácter castellano que se traduce en una lengua que ha llegado a ser universal. Mi libro no es una reivindicación política sino poética de Castilla”.

- ¿Castilla es una o son dos?

“Castilla es ancha como dice el dicho. Y tiene diversidad y grados de castellanidad aunque tradicionalmente sean la Nueva y la Vieja. La Vieja es la que crece en torno al nombre originario que está en Burgos y la Nueva fue la ganada en la primera fase de la Reconquista. La segunda fase es la Corona de Castilla, que incluye también a Canarias. En todo caso, la Vieja y la Nueva en la revolución de las comunidades participaron activamente. Todos a una. La Nueva contó con Toledo, uno de los corazones de la revuelta y la Vieja con León, aunque sea discutible, y sobre todo Zamora y Salamanca, que es de donde procede mi familia materna”.

- ¿Queda algo del espíritu comunero en Castilla?

“En Castilla algo queda pero no es objeto de reivindicación profunda como sí pasa en otras comunidades autónomas que reivindican hechos o circunstancias que marcaron su carácter. En este sentido, la apuesta institucional castellana por los comuneros brilla por su ausencia. Parece de hecho que molesta que recordemos el 500 aniversario de la revuelta de las Comunidades de Castilla”.

- ¿Y en España?, ¿queda algo de ese espíritu comunero en España?

“El Gobierno central no le presta demasiado atención, lo que creo que es un error porque los comuneros aportaron mucho a este país y a la Constitución de 1978”.

- ¿A la Constitución de 1978?

“Sí, se parece mucho más a lo que los comuneros defendían que a lo que planteaba Carlos V por lo que, se reconozca o no, la revuelta de los comuneros forma parte del ADN de los españoles en todos los sentidos. También del político”.

- Y en medio Madrid, ¿es o no parte de Castilla?

“Yo diría que sí y que no. Lo que ahora consideramos Madrid se trata de una comunidad autónoma que con apenas siete millones de habitantes tiene el 20 por ciento del PIB del país. Madrid es en todo caso un colector que se situó en el poder hace cuatro siglos, lo que la transformó no tanto como colector de recursos sino de personas que buscaban la cercanía del poder. Y ellos, esas personas, son las que han enriquecido a Madrid. Curiosamente, Madrid cuenta debajo de esa faz cosmopolita y de aluvión, de amontonamiento de talentos ajenos que tanto le ha beneficiado, con un espíritu castellano y comunero. El centro de Madrid, la Puerta del Sol, fue un castillo comunero que defendió la ciudad durante la revuelta y que si bien fue derruido por orden de Carlos V cuando triunfó, ese castillo tuvo dibujado un sol porque estaba orientado hacia el lado oriental. Por eso la plaza se llamó y se sigue llamando la Puerta del Sol, un enclave que ha sido siempre escenario de las algaradas y revoluciones madrileñas que muchas veces han sido españolas también”.

- ¿Hablamos de revuelta pero sería correcto decir revolución de los comuneros?

“Creo que sí pero es discutible. El sentido estricto de la palabra revolución es romper una forma de Estado y los comuneros, que en algún momento plantearon la posibilidad de constituirse en república en el verano de 1520, al final defendieron una monarquía pero diferente. De todas formas, llamamos revolución a la de 1854, que comienza y acaba con Isabel II en el trono aunque se hayan transformado radicalmente las bases sobre las que se construía entonces la gobernabilidad del país”.

- No es gratuito decir la revolución de los comuneros.

“Está probado que los comuneros tenían unas bases doctrinales sólidas, dadas por los doctores de Salamanca y que contaban con un elaborado instrumento jurídico gracias a los juristas de Valladolid, los Capítulos de Tordesillas, que son casi una protoconstitución. Cuando los comuneros se hicieron cargo del gobierno por unos meses recuperaron impuestos y nombraron alcaldes, entre otras actividades”.

- No deja de llamar la atención el estilo y la voz a la que recurre para escribir Castellano. De hecho, ¿se trata de una novela, un ensayo, un reportaje histórico?

“Dejo a la jurisdicción soberana del lector decidir si le parece una novela u otra cosa. La escribí, realmente, como una novela en el sentido que he ensartado materiales diversos que forman parte para mi de una historia que no solo es la revolución de las comunidades sino la historia de su indagación, a la que trato de darle un sentido contemporáneo. En Castellano no hay, por ejemplo, fabulación. La fabulación no es tan imprescindible para que hablemos de novela. Concordamos que La forja de un rebelde es una novela pero está construida con materiales autobiográficos. No hay fabulación así que podemos admitir que una novela no contenga fabulación. Castellano, desde mi perspectiva personal, es una novela pero como dije antes dejo que sea el lector quien escoja lo que buenamente prefiera”.

- ¿Cuál fue el origen de la revolución de los comuneros?

“Lo que detona la revuelta es que Carlos V para financiar su campaña imperial establece un impuesto extraordinario tanto por la vía de la imposición directa como indirecta, que solo soportaban los pobres porque la nobleza estaba exenta de pagarlos. Esto supuso una recarga de los impuestos difíciles de asumir lo que se unió a que la población percibía que el emperador se dejaba aconsejar por una camarilla sobre todo flamenca que, mientras esquilma a impuestos a las poblaciones castellanas, vivía rodeada de lujos. Detrás de ese malestar popular, los que impulsaron la revolución plantean una reforma integral del reino para su buen gobierno”.

- ¿Y cuál es su retrato de los cabecillas comuneros, Padilla, Bravo y los Maldonado?

“De los tres conocidos quizá el menos sea Francisco Maldonado, que llega a capitán por su primo. Bravo, el mayor de los tres, ocupaba una posición importante en Segovia al estar emparentado con la alta burguesía y casado con una judía conversa. Se hace comunero para defender su ciudad ya que la familia a la que pertenece es una de las grandes afectadas por los abusos fiscales que autoriza el emperador. Se trata además de un militar experimentado, un hombre que ha formado tropas. Juan de Padilla tiene experiencia militar y era miembro de la pequeña nobleza. Formaba parte del gobierno municipal de Toledo y tuvo carisma, lo reconocen casi todos, incluso sus enemigos. Fue un hombre imbuido de una dignidad especial que se da cuenta que tiene la capacidad de arrastrar a la gente, de sumarla a la causa y, al mismo tiempo, es consciente de lo que puede depararle el futuro. Su mujer, María Pacheco, es una mujer política del siglo XVI, muy inteligente, no solo la viuda apasionada que es como nos la describen en el XIX”.

- ¿Y el rey Carlos?

“Es un hombre de 20 años al que desde pequeño han formado para ser el heredero del negocio familiar de los Ausburgo. A la edad de 15 años quiere ser Julio César y cuando llega a Castilla conoce poco a esa tierra y sus gentes. Estaba rodeado de hombres mayores que él y con Castilla se equivocó mucho porque no llegó a comprenderla y estuvo a un tris de perder el reino por estos errores, por su arrogancia e indiferencia también. Después reflexionaría y muere en España pero no dejó de perseguir el proyecto de los Ausburgo que, con perspectiva histórica, hay que reconocer que fue un proyecto fallido que durante varios siglos consumió la energía de Castilla y el resto de España. ¿Y en qué acabó este proyecto imperial?, en la hegemonía continental de Francia y la global de Gran Bretaña”.

- ¿Por qué ese recelo a lo castellano?

“No lo sé porque fueron los únicos que le plantaron cara al rey, los demás pactaron. Y por plantarse, lo perdieron todo. Las élites castellanas se laminaron para que Castilla no volviera a levantarse y los que se salvaron emigraron a América o a otros lugares de la península. También están los que terminaron por trabajar en la administración imperial, cargo que durante el Siglo de Oro era conocido como de vizcaíno, un sinónimo de funcionario público”.

LA MALA MEMORIA

Lorenzo Silva cree que el momento dulce que está viviendo la novela histórica en España y sobre España se debe a que se trata de un país con “déficit de memoria”. Buena parte de “nuestras cuestiones no resueltas tienen raíz en la comprensión quizá defectuosa de la Historia española pretérita”, explica. Para el escritor, el lector español es consciente ahora que existe un filón enorme de temas que abordar de su propia Historia. Unas historias que o bien no le han contado o le han contado nada bien y es ahí, destaca, “donde quizá la novela histórica tiene una vía de acción”.

PRÒXIMOS TRABAJOS

Lorenzo Silva se encuentra trabajando tras Castellano en dos nuevas novelas policíacas. Una de ellas correspondiente a la serie que escribe junto a Noemí Trujillo y otra en solitario, de la saga Bevilacqua y Chamorro. Pero hay más porque el escritor guarda en la recámara episodios históricos recientes y sobre “el eterno 1936” ya que “si bien dicen que hay muchos libros sobre la Guerra Civil española creo que, al contrario, hay muy pocos para todo lo que pasó”.

Saludos, alguien que pasaba por ahí, desde este lado del ordenador

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