Un emocionado y (pretendidamente) caluroso homenaje a Ian Fleming

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Varios amigos que no tienen otra cosa mejor que hacer que explorar lo que anoto cultural y curturarmente en este blog me comentan (no sé yo con qué intención) el por qué no he escrito nada sobre mi admirado Ian Fleming, el creador literario de 007 , de quien este año se celebra el centenario de su nacimiento. Y la respuesta no es otra que despiste. Sirvan pues estas líneas para recomendarles a ellos y a otros que puedan leerme que pierdan el tiempo de sus vidas maravillosas leyendo si no todas al menos algunas de las novelas de este escritor en el punto de mira de la crítica seria y aburrida, y reivindicado por el puñado de miles de aficionados que tuvimos a bien descubrirlo en una etapa de nuestra existencia donde todo lo que oyes, ves y tocas te marca para los restos…

En plan abuelito cuenta batallas recuerdo que descubrí a Bond primero por las películas que por las novelas. Me figuro que como a gran parte de los aficionados al universo del súper agente secreto al servicio de su graciosa majestad. Tuve la suerte de ver la primera película Bond, Desde Rusia con amor, en el hoy desaparecido cine La Paz. El cine La Paz era un cutre cine que en el otoño de su existencia se dedicó a programar dos películas por el precio de una. Se encontraba en la esquina de la avenida del General Mola, frente al bar Imperial (bar que sigue haciendo hasta que alguien me demuestre lo contrario los mejores bocadillos de pollo de esta ciudad) y cuando existía la plaza del mismo nombre, de La Paz.

Todavía recuerdo el impacto que me produjo la película, y que nada más empezar se cargaran al mismísimo Bond (Sean Connery) aunque segundos después descubrieras aliviado que era un falso 007 al que usaban para entrenar al malo de la película, un rubio platino Robert Shaw (el cazatiburones de Tiburón, si hombre, al que la bestia le rompe las piernas y lo arrastra a las profundidades del mar).

Después, por un amigo, me enteré que Bond además de protagonizar aquellas maravillosas películas era un personaje literario creado por un tal Ian Fleming, autor también de la novela de uno de mis filmes favoritos de mi infancia Chitty Chitty Bang Bang (1964) . Así que por esos caprichos que te da la vida, o cuando tienes esa sensación de que el mundo conspira para hacerte feliz que diría J. D. Salinger, un día cayó en mis manos una novela del agente secreto editada por Bruguera. El título: Operación Trueno. Y ese fue el inicio de mi largo, leal y agradecido romance con el universo Bond, independientemente del que mantenía con sus largometrajes.

La verdad es que puestos, debo decir que prefiero más al personaje literario que al cinematográfico. Y por razones varias. El Bond de las novelas no es un súper héroe. Tiene un punto canalla y sobre todo epicureo delicioso. En sus libros lo mejor no es la trama de espionaje, ni siquiera los atractivos malvados con los que se enfrenta, sino cómo vive el condenado a cuesta de su país. Bond, James Bond es en la novelas un vividor, un tipo que sabe comer y que gusta de las cosas exquisitas, comenzando por las mujeres. También es un tipo que se atiborra de pastillas (anfetaminas concretamente) para realizar las misiones más peligrosas. Fumador empedernido, jugador compulsivo y bebedor con mayúsculas, el personaje encarna todo lo políticamente incorrecto de nuestros sanos días y aún así, con los pulmones como pasas, la presión arterial a punto de reventarle tiene fuerza suficiente para desmontar las operaciones más fantasiosas de los malos de turno. Gente que, como el Doctor No o Goldfinger, ni fuma ni bebe, ya que sólo viven para estropearle el día a la gente del mundo libre.

Esta es otra nota de color en las novelas de James Bond. Y de su escritor, Ian Fleming, la convicción de que su héroe protege al mundo libre del feroz comunismo y, más tarde, cuando comenzó a descongelarse la guerra fría, de la organización de signo totalitario Espectra.

Ahhh, qué tipo, como se nota que es escocés.

En mi obsesión bondmaníaca me hice con todas las novelas que Bruguera editó del personaje en los 70 y más tarde conseguí la serie completa gracias a RBA. Pero no contento con ello, tengo la manía de comprar otros libros Bond editados en sudamérica (tengo ediciones mejicanas y colombianas) y de hacerme con las novelas que tras la muerte de su creador continuaron escritores como Kingsley Amis, padre de Martin Amis, que bajo el pseudónimo de Robert Markham dejó el pabellón muy alto con su El coronel Sun (editada por Plaza y Janés en la colección Espionaje en 1969) ; John Gardner, que no me convencieron, fracamente, y hoy Sebastian Faulks con la dignísima La esencia del mal. Desconozco, no obstante, el trabajo de otros continuadores como John Pearson y Raymond Benson, pero en diversos foros dedicados exclusivamente a 007 me informan que no me he perdido nada.

En mi locura bondmaníaca (que no hace daño a nadie, imagino), también me he hecho con novelizaciones de algunas de sus películas, títulos que repiten con palabras lo ya visto en imagen, y como es natural tengo varios volúmenes (algunos de ellos lujosamente editados) dedicados al agente que condenó su vida al servicio de su (graciosa) majestad. También cuento en mi haber con un biorafía en inglés de Fleming, The life of Ian Fleming, escrita por el ya citado Pearson.

¿Por qué esta manía inocente por Bond? No tengo ni idea. La razón quizá se encuentre en que me gustan las novelas de espías (las buenas buenas, es decir las que firman Graham Green, Eric Ambler y John Lecarre cuando no se pone pesado), las regulares, con mi admirado Len Deighton (creó también un agente secreto pero más creíble, Ipcress) y otros tantos que no voy a enumerar para no cansarles ni cansarme. Recomendaría de todas formas a los que quieran introducirse en el género (porque la novela de espías es un género, o fue un género cuando el mundo se dividía entre buenos y malos, o los del mundo libre y los que sufrían la dictadura del proletariado) que adquieran el interesante ensayo La novela de espías y los espías de novela de Juan Antonio de Blas.

Bueno, no sé si al final he podido rendir el homenaje que se merece el escritor que ha dado origen a este comentario. Soy consciente de que los culturetas de toda la vida (esos que no pasan de Arthur Conan Doyle en cuanto a literatura popular se refiere) continurán mirando de reojo a nuestro 007 pero como digo siempre son ellos y no nosotros quienes se lo pierden. ¿Verdad?

P.D.: Recuerdos de M y también de la adorable Moneypennie.

No Responses to “Un emocionado y (pretendidamente) caluroso homenaje a Ian Fleming”

  1. scaramanga Says:

    ¡Bravo!, Me ha encantado el comentario. Yo también soy un fanático de James Bond, pero desconocía que entre los continuadores hubiera gente como Kingsley Amis, ¡el padre de Martin Amis! Y sí, yo también tengo todas las novelas de Bond pero en RBA.

  2. editorescobillon Says:

    Gracias amigo. Te recomindo, por si aún no la has leído, la novela La esencia del mal, de Faulk. Recupera el viejo espíritu de las ficciones de Fleming, con un Bond amante de la buena mesa y adicto a lo martinis y el escocés. Por cierto, no sé cuál es tu chica favorita de las películas pero para mi, junto con Ingrid Bergman, mi primer flechazo cinematográfico me lo dio la encantadora Tatiana Romanov (Daniela Bianchi) en Desde Rusia con amor. ¡Un fuerte y bondmaníaco abrazo!

  3. football Says:

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