Perdónalos porque no saben lo que hacen…

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A principios de los años noventa del pasado siglo mis ojos visitaron un infierno ajeno y presuntamente ficticio a través de una película que, en castellano, respondía al título de Teniente Corrupto. La firmaba el irregular Abel Ferrara, uno de esos cineastas elevados a los altares por postmodernos de todo pelaje, esos mismos que han colocado en el nuevo panteón pagano de directores norteamericanos recientes a Jim Jarmusch con más pasión que inteligencia. Que lo mismo da, tal y como están las cosas.

Teniente corrupto versión Ferrara es una cinta poderosa. O al menos recuerdo cierto poder en aquellas imágenes de descenso al averno que iniciaba el policía que interpretaba con pasada convicción Harvey Keitel, un actor bronco, pétreo casi, que a lo largo de aquel metraje busca la epifanía mientras se coloca con toda clase de sustancias estupefacientes.

Admito así que me llamó la atención conocer hace un tiempo que mi estimado Werner Herzog había osado dirigir un remake de tan legendario filme. Un filme de culto, de esos que adoran una legión de marginados como si se tratara del libro de las revelaciones. Ayer mismo, saltándome una cita, me metí en una de esas monstruosas multisalas que ponen de manifiesto porque en esta provincia cada vez vamos menos al cine, con la esperanza de sorprenderme con la visión que el cineasta alemán había perpetrado de este único clásico en la filmografía de Ferrara. Y es que soy un devoto del cine de Herzog como ya dejé escrito en este mismo blog. Un devoto lo que se dice devoto. De hecho, considero que se trata del realizador más interesante de aquella especie de milagro del cine alemán donde destacaron intelectuales de pacotilla como Win Wenders, o extravagantes balas perdidas como Fassbinder, quizá el más postmoderno de todos los postmodernos cineastas teutones de aquellos años.

Así que voy al cine con la idea de encontrarme con una película que intelectualizará la redención de su corrupto protagonista corrupto, en esta ocasión interpretado por el siempre excesivo Nicholas Cage, y me sumerjo gozoso (al margen de la polémica que se ha desatado en torno a este remake) en la nueva historia que propone del Teniente corrupto.

Historia que tiene un inicio que atrapa, que casi evoca el espíritu canalla y nihilista del mejor James Ellroy. Y que ilustra con imágenes inquietantes y seductoras. Tan intensas que incluso me parece que el siempre excesivo Nicholas Cage lo hace hasta bien.

Quizá sea porque el discurso hasta ese momento se sustenta en la delgada línea roja que marca el rastro de la corrupción. Y si bien doy por obvias las brutales reacciones del nuevo teniente en su obsesiva batalla por cumplir con su deber pese a que los caminos que tome sean los de la extorsión cual un Harry Callahan del siglo XXI pero sin la sobria seducción reaccionaria que supo imprimirle Clint Eastwood, me gusta lo que veo… Y sobre todas las cosas, me gusta Eva Mendes.

Sin embargo, y a medida que avanza un metraje largo, largo y largo pese a su duración –apenas algo más de hora y media— a mitad del filme noto el inevitable crack y pienso “oh, no, Werner, tú también… Y Teniente corrupto consigue lo que últimamente consigue el último cine americano que observo: que lo que parece rompedor termine rehabilitándose en su the end a ojos del espectador. O lo que es lo mismo, que intuyas que habrá final feliz.

Teniente corrupto versión Herzog se transforma así en un producto convencional, en una patética justificación equivocada con la que se pretende redimir los actos de su presunto corrupto protagonista.

Termina esta lección de un tipo bueno que se hace más malo para acabar con los malos con algunos aplausos espontáneos del público que asiste con quien les escribe a la proyección. Lo que me deja más frío que el caimán agonizante que aparece en la película.

Tiemblo de ira y de indignación. Pero tiemblo sobre todo porque siento que una de mis ya escasas leyendas cinematográficas ha claudicado finalmente. O acatado corromperse tirando la toalla en el ring en el que se ha convertido nuestra existencia.

Saludos, demoledoramente frustrados, desde este lado del ordenador.

3 Responses to “Perdónalos porque no saben lo que hacen…”

  1. David D. Says:

    Rescue Dawn, la anterior “americanada” del señor Herzog, también terminaba bien, o sea, mal. Lamento saber que repite la fórmula.
    Permítame discrepar amistosamente con usted, a mi me gustaba, además de Herzog, Wenders (a pesar de su futillo intelectualoide, postmoderno y pesado sobre sus recurrentes homenajes al cine, la fotografía, al vídeo, a la imagen) y como no, el señor Fassbinder, no lo puedo evitar. El señor Jarmusch un poco menos, aunque me guste mucho esa vaciedad vacua y formalista llamada Dead man, tampoco lo puedo remediar. Pero sí, el señor Herzog tiene algo que los otros dos vivos no tienen, locura y pasión, y se agradece. Ya le contaré algo cuando visione esta cosa de Herzog.
    Salud

  2. Mario Domínguez Parra Says:

    Una mala tarde la tiene cualquiera, aunque las malas tardes de Herzog me decepcionan mucho más que otras. Por ejemplo, “Invencible”, en la que participó Tim Roth. No podía creerme lo mala que era (en mi opinión, claro está) la película, en el pesado transcurso de su anodino metraje. Sólo con “Fitzcarraldo”, “El enigma de Kaspar Hauser” o con “Woyzeck” me curo de esa experiencia con “Invencible”. No he visto la última.

  3. editorescobillon Says:

    Está claro que para gustos colores porque, personalmente, Inverncible no me parece una de las peores películas de Herzog. Claro que quizá sea porque retrata la vida de ese personaje inquietante y fascinante que fue Hanussen el mago, ¿adivino? a quien también inspiró Istvan Szabo en su mucho mejor (cuestión una vez más de gustos) Hanussen.

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