Reflexiones de Viejo Chocho sobre esto que llaman Carnaval

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PRELIMINARES

El desarrollo de las fiestas de los carnavales hace patente que sienta una vez más que es como una especie de bicho raro en esta tierra. Debe ser porque milita en esa inmensa minoría que la detesta con toda la cordialidad del mundo, hecho que le ha granjeado peleas verbales y en ocasiones subidas de tono con amigos y amigas que sí defienden “esa maravillosa explosión de luz y color” que invade las calles y plazas de la capitá estos días nefastos, repite y repite Viejo Chocho.

Y es que, salvo cuando Viejo Chocho era un crío y se divertía disfrazándose de mosquetero, nunca le ha encontrado maldita gracia a esto de hacer el ganso vestido estrafalariamente. Además, cabe destacar que por su edad Viejo Chocho sufre de agorafobia luego lo de sentirse parte de un grupo gigantesco que pega berridos, bebe ingente cantidades de alcohol que más tarde orina donde buenamente puede, pues no son ingredientes suficientes para que juzgue positivamente lo que sigue pensando (¡leñe!) es un innecesario derroche de aparente excentricidad que devora a los que “viven” la fiesta.

BROMA MACABRA DEL DESTINO

Como Viejo Chocho tiene la mala fortuna de vivir en una zona de la ciudad que resulta clave en Carnavales forma parte además de esa amplia legión de viejos chochos afectados por la gritería de los que bajan a pasárselo bien. La escandalera dura toda la noche hasta bien entrada la mañana, lo que le hace imposible conciliar el sueño. Y eso pese a que en estas fechas no se cansa de quemar el dvd con las películas que forman su chocha deuvedeteca. ¡Pero no hay manera!, porque a través de las ventanas cerradas de su casa penetra como un ejército de indeseables la gritería de la masa.

Un griterío que le suena en su chocha cabeza chocha a la de todos aquellos que vociferaban en la Edad Media para que quemaran de una vez al brujo o la bruja. Y ese grito terrible que nace de miles de bocas para transformarse en una sola y caótica voz es lo más inquietante que ha escuchado Viejo Chocho en los últimos tiempos. Y es una pesadilla que se repite año tras año siempre por Carnavales. Viejo Chocho se imagina ese grito con un rostro formado por miles de rostros desencajados. Se asoma a la ventana para comprobar que ese demonio no existe, que sólo es fruto de su chocha imaginación pero su torpe vista tropieza entonces con calles atestadas de gente que tiene un solo rostro: el rostro del caos. Y ese caos, como reflexionó el viejo chocho de Nietzche, tiene mil caras.

INTENTA JUSTIFICARSE

Intentó explicárselo a un amigo que le llamó ayer para que salieran pero como es natural éste le colgó antes de que concluyera que no se cree lo del desenfreno sin límites que posee a los habitantes de esta ciudad muerta en Carnavales… Así que sumando dos más dos es igual a cuatro, entendió que su pasión por las películas de muertos vivientes no es otra que la de acojonarse viendo –cayeron así la noche del jueves al viernes Zombi y su remake El amanecer de los muertos– que los zombis hacen legión en estas películas.

Masa.

Un grupo compacto y hasta cierto punto feliz en su ignorancia por convertir a la causa a los pocos vivos que aún quedan en el metraje. Vivos que, como casi todos los iniciados saben, al final terminan devorados como gorrinos o como muertos vivientes.

EL TENEBROSO DESPERTAR

Admite Viejo Chocho no obstante que ayer, a medida que caía la noche y que la voz caótica de la masa convertida en una sola entraba por las ventanas de su casa cerrada, le asaltó la sombra de la depresión. Así que el pensamiento de dejarse arrastrar por ella, de pertenecer a esa famélica legión con aparentes ganas de juega le atravesó su corazón chocho. Puso el dvd para quitarse del cerebro pensamiento tan tenebroso. Disfrutó una vez más de esa obra maestra que es Colorado Jim y más tarde de Raíces profundas… pero no había manera de que se concentrara en la triste historia de Shane, el pistolero solitario al que se le ha negado la entrada en el cielo de la ¿normalidad?

Casi se pone a llorar (¡cómo es viejo chocho!). Y casi porque últimamente traduce como algo muy personal lo que el buen cine americano le ha contado cien veces en forma de historias. Para colmo de males y ojeando su biblioteca para abstraerse de la realidad carnavalera que se escuchaba en molesto off por la ventana cerrada, sus ojos miopes no cesan de tropezar con un título de Bukowski en las estanterías: La senda del perdedor.

Lo que no logra sino encanallar un poco más su alma chocha. Así que toma la difícil decisión.

HUYENDO HACIA ADELANTE

Abre la puerta del armario y saca la vieja gabardina. Se pone unos pantalones de pana que todavía conserva porque es incapaz de tirar objetos chochos a la basura y se coloca en los pies unos zapatos con las suelas rotas y encuentra el sombrero panamá al que tintó de marrón en un rapto de locura transitoria.

En la cocina coge el primer trapo blanco que sus dedos encuentran y le derrama de manera caprichosa un frasco de tinta china. Deja que se seque mientras piensa en cosas felices: las trompetas tocando a plata y todo eso. Chocho que está…

Cuando la tinta se ha secado se coloca el trapo alrededor de la cabeza haciendo un nudo por detrás. Antes ha practicado unos cortes donde los ojos para poder ver el resultado cuando se mira frente al espejo. Y así lo hace. Y el reflejo le devuelve una caricatura de Roschard.

Se pone el panamá y se sube la improvisada máscara a la altura de la nariz para poder respirar por la boca y…

…y…

UN PEQUEÑO PASO PARA LA HUMANIDAD…

Sale Viejo Chocho a la puta calle. Piensa al tocar la acera que la sensación debe ser la misma que envolvió a Neil Armstrong cuando pisó por primera vez La Luna (“este es un pequeño paso para el hombre y un enorme salto para la humanidad“) y comienza a caminar como un astronauta en superficie extraña.

A medida que baja se va mezclando con esa masa cuya voz es un solo grito. Apreciando con sorpresa que la incomodidad que intuía se va diluyendo por los rincones oscuros de su mente. Al final, tiene la sensación de que ese planeta extraño y sin trayectoria que es Viejo Chocho termina fusionándose con esos otros planetas extraños y sin trayectoria que son la gente disfrazada que pasa a su alrededor. Incluso tolera con una sonrisa las bromas de colegio mayor que le sueltan algunos. La frase más repetida es algo así como “¿de qué coño vas?”. Aunque uno sabe descifrarlo cuando señala que es Roschard.

Como el personaje más fascinante del tebeo de Alan More va recitando mentalmente su peculiar diario de odio mientras se lo traga la masa. Gracias a la máscara, pasa al lado de conocidos y desconocidos conocidos sin que se den cuenta que es Viejo Chocho. Así que poco a poco se va sintiendo idiotamente feliz.

Dos desconocidas se empeñan en sacarlo a bailar en la plaza de Weyler, pero sabe zafarse para continuar sintiéndome masa. Extraña y bobamente masa hasta no sentir ni pensar en nada. Nada en la cabeza de Viejo Chocho. Viejo Chocho se ha convertido en un muerto viviente igual de feliz y contento que el resto de muertos vivientes que bailan, beben y mean a su alrededor. Muertos vivientes vestidos de inevitables ositos, bailarinas, enfermeras, policías, bomberos, vampiros, diablos, angelitos…

VIEJO CHOCHO SE CONVIERTE EN ZOMBI

Llega un momento en el que se ve haciendo lo mismo. Bailar, beber y mear. Y es tan fascinante y absorbente la experiencia que a partir de ese momento hay un buen pedazo de la noche que permanece en blanco en su memoria. De hecho no sabe cómo diablos llega a su casa.

Esta mañana al despertarse descubrió que de su disfraz apenas quedaba nada.

La gabardina rota.

Los pantalones de pana, un asco.

Y la máscara… lo mejor o quizá lo peor del caso es que de la máscara no hay rastro.

Mientras me dice que le escriba todo esto da por imposible saber qué coño le pasó esas horas que permanecen ahora borradas en sus recuerdos chochos.

Que no, que no hay manera.

Conclusión: Viejo Chocho se nos volvió zombi.

Contestación: ¿Y?

Respuesta: Ni idea porque no se acuerda si fue feliz siendo un zombi.

Claro que, reflexiona ahora, igual ahí radica la siniestra gracia.

- ¿Qué gracia?.- pregunto.

- Que no te enteres de nada.

- De nada.- repite y repite Viejo Chocho.

Saludos, obviamente con el estómago chocho y muy revuelto, desde este lado del ordenador.

5 Responses to “Reflexiones de Viejo Chocho sobre esto que llaman Carnaval”

  1. Ninguneado Says:

    Estimado editor, comparto casi todas sus reflexiones sobre el carnaval de Tenerife: beber, mear, la masa aborregada… Igual, como usted, soy (sin serlo realmente) un viejo chocho, un bicho raro. Le aconsejo, si puede hacerlo, tomarse unas vacaciones e irse al sur de la isla, por ejemplo, alejarse física y psíquicamente de esa alegría impuesta; si no puede, taponcillos en los oídos, auriculares, música clásica, lectura, escritura como ésta de hoy, tan excelente. En cualquier caso, no olvide lo que dejó escrito Simone de Beauvir: “Un viejo es un niño inflado por la edad”. Resistencia y saludos solidarios.

  2. Rafa Says:

    Si quiere puedo refrescarle la memoria de lo que ocurrió aquella noche. Aunque creo que es mejor que no quiera.

  3. editorescobillon Says:

    Da miedo verlo: a Viejo Chocho se le ha dibujado en los labios una ancha e inquietantemente demoníacaca sonrisa.

  4. Mario Domínguez Parra Says:

    Eduardo, acabo de ver que en el Coso había unos hombres vestidos de nazis. Se me ha revuelto el estómago, la verdad.

  5. editorescobillon Says:

    Bueno, Mario, me imagino que irían disfrazados… Y como no se cansa de repetir la propaganda carnavalera: las calles de Santa Cruz se convierten en pasatiempo de los que tiran abajo sus prejuicios hasta el amanecer frente a un tazón de chocolate con churros… O frases igual de ridículas y me temo que cursis que se redactan para vindicar el espíritu del carnaval. El resto, la inmensa minoría, callamos resignadamente acostumbrados a llevar el mismo disfraz todo el año.

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