¿Soy un dinosaurio si nadie lo tiene claro?

Como mono sin pelo (aunque mi caso sea peculiar, eso es verdad) pasas por momentos de tonta alegría como de tonta tristeza. Te levantas una mañana y todo lo ves de color rosa o te levantas una mañana y todo se ha vuelto de color negro. Cambio de carácter, que se dice.

Me encuentro en la segunda edición del Salón Internacional del Libro Africano (SILA) que se celebra en el Puerto de la Cruz y esa inconstancia que comparo con colores intenta hacer digestión en mi cabeza.

He disfrutado de buenos momentos pero también hay una sombra que se cierne en torno al desarollo de estas jornadas… Y esa sombra alargada, como si del mismísimo Sauron se tratara, tiene mucho que ver con uno de los asuntos que este año ocupa no ya al SILA sino al Encuentro de Editores: el debate sobre el futuro del libro.

Para un reaccionario confeso con esto de los libros, que ve de manera harto sospechosa los soportes electrónicos que los integrados anuncian que será su futuro, me apena. Quizá sea porque me siento un dinosaurio. Debe ser cosa que le debo tanto al libro de papel que este debate de anticipación sobre su futuro me suena a eso, a novela de ciencia ficción.

Por un lado no entiendo la reacción de entusiasmo que aprecio entre los que celebran una hipotética muerte por paro cardíaco del libro de papel pero tampoco –esa es la verdad– los que defienden al libro ¿tradicional? aparándose en la propiedad. ¡Es mío! ¡Mío y de nadie más!

Mi caso es más sencillo, amo a los libros como amo a otras tantas cosas. Y no me gustan los cambios (¿para bien o para mal?) si no saben explicármelos. 

En todos los debates a los que he asistido hablando de esta misma cuestión –ya saben, el futuro del puto libro– nadie ha dicho que la tecnología contribuirá a mejorar el producto. Observo, por el contrario, posiciones enconadas entre los iluminados por la gracia de la técnica y los que se aferran a un presente que, obviamente, va camino del cambio.  Y si bien los cambios no tienen porque ser malos, sí que da grima que los adelantados a su tiempo se empeñen en insistir que el futuro ya está aquí cuando no está aquí.

 Es decir, que estas charlas (interesantes por otra parte) no me han aclarado nada.

Afortunadamente, a esta conclusión han llegado otros. Es decir, profesionales y analfatecnólogos, modernos y dinosaurios: nadie lo tiene claro. Como tampoco cómo afectará a la literatura en sí. 

Esta es una de las cosas buenas que saco de un encuentro de estas características. Al menos hace funcionar la maquinaria que tengo en la cabeza. Me hace pensar. Nos hace pensar, espero. Yo, mientras tanto, sigo siendo un reaccionario. Es decir, por el momento no me han convencido para que me convierta en un moderno.

Probablemente sea cosa de la edad.

¿Dinosaurio?

Saludos, devorando papel, desde este lado del ordenador.

10 Responses to “¿Soy un dinosaurio si nadie lo tiene claro?”

  1. Damián Marrero Real Says:

    De un dinosaurio a otro dinosaurio: el libro electrónico no es sino el último escalón de la imposición de la tontuna universal. La vida a través de una pantalla (del tipo que sea) y la última forma de negocio cultural. El paso del Rubicón de esta McDonalización de nuestra sociedad. Por eso no creo que haya mucho que explicar, o al menos nada distinto a como se promociona un videojuego o un McMenú. Sólo espero tener suficiente material en las librerías de viejo (si subsisten) con el que pastar hasta nuestra inminente extinción. Saludos.

  2. salustio Says:

    Señor editor, y este blog que es?
    ¿Porque tiene un formato electrónico ? ¿ Porqué no lo publica usted en papél con una multicopista y lo reparte casa por casa?

  3. admin Says:

    Este blog no es un libro electrónico, chico/a, este blog es eso: un puñetero blog.

  4. salustio Says:

    Señor dinosaurio. La leche no siempre vino en tetrabrick ni los cuadernos de bitácora fueron siempre electrónicos.

  5. admin Says:

    Estimado moderno/a: el día que pueda leer Guerra y paz en un libro electrónico sin temor a quedarme sin batería o a que no se vaya la luz. O a que no se me caiga al suelo el dispositivo y se haga añicos… igual descubro sus encantos. Por el momento, pensamiento dinosaurio, dadme el libro en papel.

  6. salustio Says:

    Se podría pensa que padece usted el mismo miedo que experimentaron los monjes cistercienses con el invento de Gutenberg. En realidad es simplemente un caso de fetichismo.

    Bromas a parte:
    -Supongo que ambos formatos convivirán largo tiempo. Por muy virtuales que nos estemos volviendo nos siguen gustando los objetos y su posesión.

    -Dudo que la gente vaya a leer mas porque exista una versión electrónica de un libro.

    -Veo algunas ventajas económicas y ecológicas en el libro electrónico así como de acceso inmediato a los textos, incluso de obras descatalogadas.

    Lo peor es sin duda, que entrarás en una casa y no tendrás indicio alguno del nivel cultural de sus habitantes.

  7. alberto Says:

    aunque no tiene nada que ver con el tema aprovecho para promocionar este blog:

    http://manologm.wordpress.com/

    es raro e izquierdoso pero tiene alguna cosa curiosa

  8. admin Says:

    Contesto tus reflexiones, salustio.
    - Los modelos convivirán, efectivamente, pero se impondrá el formato digital por barato y suprimir la cadena editor-libro-librería-lector que existe en la actualidad. En contra de lo que se piense, este dinosaurio cree muy interesante (y en algunos casos necesario) que se reinventen algunos elementos de esa misma cadena.
    - Yo también lo dudo. Mi planteamiento es cómo afectará a la literatura su aterrizaje definitivo en forma de libro digital.
    - Completamente de acuerdo contigo.
    A Alberto, gracias por darnos a conocer el blog. da que pensar.

  9. Damián Marrero Real Says:

    Otra aportación personal a este tema que, como se ve, a muchos nos tiene hablando solos:
    http://inocenciadeldevenir.blogspot.com/2010/09/el-catalejo-11-el-e-book-y-la-estupidez.html

  10. admin Says:

    Invito a los interesados en este asunto a navegar por el blog del amigo Damián, otro de esos tantos náufragos con los que me topé visitando la segunda edición de SILA.

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