Sé que es el signo de los tiempos y que los que continuamos atados a una nostalgia que hoy se ha convertido en un espectro sentimos la pérdida de uno de estos espacios como si nos arrebataran algo muy importante del alma, pero no deja de entristecerme el cierre definitivo de las salas de cine que una vez poblaron la geografía de este archipiélago tan alejado de las manos de los dioses porque esos templos oscuros guardan para muchos que los visitaron un puñado de recuerdos.

Leo así con mucho pesar la noticia que anuncia que los Multicines Avenida de  Santa Cruz de La Palma dejarán de exhibir a mediados de julio. Y leo con más pesar si cabe que su desaparición significará el fin de los cines en la isla bonita.

Escribo este post con rabia aunque soy consciente que ese infierno del que nadie hace chistes y que llamamos crisis está arrollando con una manera de entender las cosas que pone de manifiesto, entre otras, la edad de quien escribe este blog.

Y si bien quien escribe este blog es de los que ha dejado de ir con la periodicidad con la que antaño iba a uno de estos templos oscuros por razones más que detalladas precisamente en esta misma bitácora (el abusivo precio de la entrada y su ya habitual plana oferta cinematográfica) me pregunto cómo se las ingeniará la industria para que el cine continúe siendo un espectáculo colectivo.

Para alguien que prefiere entrar a ver una película en dos dimensiones antes que le claven los futuristas espejuelos para que tenga la sensación de que la pantalla se multiplica por tres, se siente como uno de esos náufragos de tebeos preguntándose si ya no va a sentir la emoción de ver taquillazos rodeado de gentuza como él y percibir como oleadas esa corriente nerviosa colectiva que le hizo formar parte de la masa en películas como Tiburón, las tres primeras entregas de La guerra de las galaxias, Poltergeist y recientemente Crash, donde como todos también gruñó un no desesperado en aquel momento donde parece que asesinan a la niña.

Con la desaparición de los Multicines Avenida estoy seguro, también, que se perderá para siempre las llamadas de silencio de los cinéfilos a los cotuferos de toda la vida y las bromas –algunas ingeniosas, eso es verdad– de los graciosos de turno cuando se oscurecía la sala.

La Palma, a mediados de julio, ya no contará con templo oscuro. Y suena en mi cabeza como siniestra banda sonora el The End de The Doors.

Porque de esto se trata.

Mediados de julio significa el fin del cine en La Palma.

Saludos, cuídense, criaturas, desde este lado del ordenador.

Esta anotación fue publicada el Jueves, 30 de Junio de 2011 a las 20:19 y está archivada en la categoría de Cine de aquí. Puedes seguir cualquier respuesta a esta anotación a través de RSS 2.0. Puedes dejar una respuesta, o hacer un trackback desde tu página web.