Nihilista y desconcertante: ¡viva el Realismo.0!
Domingo, Marzo 11th, 2012“El jabón es de color naranja, froto con fuerza mis uñas sucias contra las palmas. Rutina. Siempre la misma, rutina, la misma, ¡para! Me miro en el espejo. Misión cumplida, puto.
Otra misión más. Noventa euros de huida, de futuro en libertad.
¿Pero de qué libertad hablas, cobarde?
Fuera espera Camilo con el dinero en la mano.”
(Cucarachas con Chanel. Dr. R (JRamallo).
Hay novelas que se escriben con la cabeza y que juegan a ser lo que no son y otras, por el contrario, que pese a sus caos aparentemente descontrolado parecen que fueron escritas desde las tripas lo que a mi juicio pone de manifiesto que detrás se esconde un escritor de verdad. Con independencia del estado larvario en el que se encuentre como creador.
Esta es una de las razones que explica que una singular propuesta literaria escrita aquí, en Canarias, haya logrado sacudir mi cada día más descreída y resignada visión de las cosas y que como tal lea sus páginas como una extraña pero muy necesaria tormenta desatada en el Valle de la Muerte.
Su nombre es Cucarachas con Chanel, volumen que hace el cuarto de esa interesante colección que está resultando ser G21 Narrativa Canaria Actual, y que firma Dr. R (JRamallo).
Y resalto que lo consigue porque, por una vez, leo páginas escritas desde aquí en la que se describe un curioso y en ocasiones descarnado proceso por liberarse de las ataduras y represiones que, aunque no se tenga muy claro cuáles son esas ataduras y represiones, justifica la rabia furiosa con la que está escrita porque reúne momentos de una desarmante sinceridad que, quiero entender, anula cualquier impostura por parte de su autor. O cualquier intención de que Dr. R (JRamallo) apostase solo por transgredir en su más que interesante y recomendable Cucarachas con Chanel.
No, quiero digerir este libro como un atractivo y algo pudoroso ensayo pese a su presunta radikalidad (con K) de lo que podrá ofrecernos en el futuro su narrador si acepta confiar en sí mismo. Y lo escribo así, confiar en sí mismo, porque detecto destellos de una aplastante verdad en las páginas de estas Cucarachas con Chanel camufladas en un relato desorganizado que, sin embargo, consigue cerrar en una unidad que anima, o al menos me ha animado como lector impaciente, a leer sus casi doscientasa páginas en tiempo récord. Gratamente sorprendido por el carácter nihilista que guardan dentro.
En este sentido, y pese a sus balbuceos, Cucarachas con Chanel me parece un título audaz y pionero y por lo tanto muy a tener en cuenta en lo que se está cosechando dentro de una literatura escrita en una tierra en las que sus narradores se miran demasiado el ombligo pero son incapaces, precisamente, de explorar su ombligo para exorcizar sus demonios.
Y JRamallo al menos hace el intento al tiempo que reivindica lo que él llama el Realismo.0.
Y la roña que a veces muestra es roña que me sabe a verdad.
Una verdad que en ocasiones resulta brutal y en otras de una violencia soterrada a la que viste con la dura y económica poesía del grafitero.
Y eso, afirmo, es intentar hacer literatura con todas sus putas letras.
Cucarachas con Chanel es un relato concebido a base de fragmentos –en los que se intercalan anuncios publicitarios y comentarios de esa gran plaza pública virtual que es Facebook, entre otros– con piezas narrativas en ocasiones incendiarias y en otras un tanto retorcidas.
Pero en este caos, posiblemente premeditado, se conduce al lector a un callejón donde el protagonista del rompecabezas, Gabriel –que lleva el mismo nombre del Ángel Mensajero de Dios y también, curiosamente, del que anuncia la Muerte– es un perdedor nato que se rebela ante su condición de perdedor nato pese a ser consciente que va a continuar formando parte del mismo batallón de fracasados.
Una sociedad, escribe JRamallo, en los que unos van perfumados con Chanel y otros con sus propios olores corporales.
Y todos estos bellos insectos –presuntamente nosotros– moviéndose en una geografía localizable que su autor denomina Santa Pus. Un territorio fosilizado, detenido en el tiempo, que me recuerda a una capital de provincias de cuyo nombre, ahora mismo, no quiero acordarme.
El libro derrama también miedo pero sobre todo miedo y asco por sentir inquietud.
Como señaló en cierta ocasión ese formidable pensador de la rebelión que fue Nietzsche, no es muy agradable descubrir tu reflejo en el fondo del pozo.
Por eso entiendo Cucarachas con Chanel como un libro conmovedoramente –y a ratos salvaje– intimista. Pero de un intimismo nihilista, permitan que lo diga, frustrado y frustrante. Y por frustrado y frustrante, que obliga a su protagonista –el Mensajero de Dios, el Mensajero de la Muerte– a continuar adelante recurriendo al último recurso que le queda a los débiles: la crueldad.
Porque, pese a que en una primera lectura se dé la engañosa sensación de que Gabriel es un tigre furioso que reprime sus instintos depredadores, solo es una cucaracha más de esa gigantesca alcantarilla en la que vive y que responde al nombre de Santa Pus.
Así lo deja escrito con aplastante y demoledora resignación JRamallo, quien no redime con aliento épico a su personaje.
Es una cucaracha, por muchas vueltas y llamadas al desorden que le dicte el Monstruo que lleva dentro.
Por estas y otras cosas, me ha gustado y sorprendido gratamente Cucarachas con Chanel.
Pero me hubiera gustado mucho más si su autor hubiera podado el texto de algunos prejuicios que no ayudan a encender la mecha de un título que pese a todo no va a dejar indiferente a nadie.
Espero, y confío por eso, que Cucarachas con Chanel tenga la carrera comercial que se merece, y que agite las empantanadas aguas del debate literario dentro de unas islas donde sus escritores están más preocupados en ponerse a parir unos a otros que en leerse unos a otros. Si dejaran por una vez esta enfermiza endogamia, descubrirían en un título como Cucarachas con Chanel de lo que puede dar de sí un libro cuando está escrito desde las tripas.
Cucarachas con Chanel contiene además páginas donde Dr R (JRamallo) describe ambientes con la pericia de un gran narrador, omitiendo sordidez y otros molestos adornos en momentos en los que podría haberse decantado por ese lado como son los fragmentos en los que Gabriel realiza su trabajo como masajista.
Sin embargo, donde detecto que JRamallo se transforma en un escritor de verdad, cuando deja que sea su Míster Hyde quien dicte el relato, lo descubro en Aguacate.
“No enana, no quiero llorar, quiero tragar, pero el aguacate no pasa el nudo y los mocos no ayudan. No enana, quiero que te marches, como abuela y tía y todos. Quiero perder la memoria, sacar los pies fuera de las sábanas, que mi padre no venga de noche a tocármelos, que descanse, que se duerma porque yo también quiero dormir. Y matar a mi madre, que la chapa raje su cabeza del todo, que se quede allí junto a él, que se acabe su dolor, que no se escape, que se muere hace veinticinco años, que por una vez tenga suerte.
No enana, no voy a llorar, este aguacate no me deja.”
Entre otros fragmentos más o menos del mismo calado.
Textos escritos –cuando Dr R (JRamallo) se atreve a a quitarase la máscara de autor comprometido– impregnados de una atractiva oscuridad quisiera pensar que satánica.
Ya saben, aquello de que el diablo existe porque nadie cree en su existencia.
Y si bienDr R (JRamallo) no muestra todos sus demonios por ¿miedo? o porque esa no fue su intención, sí que encontré en algunos de los fragmentos de este libro que debería haber sido aún más negro y furioso de lo que es, una puerta abierta a ese paraíso al revés que debe ser el Infierno.
O Santa Pus.
Ese lugar en el que algunas de sus cucarachas –el animal más bello del mundo– olvida que son cucarachas porque huelen, precisamente, a Chanel.
Saludos, desconcertadamente sorprendido, desde este lado del ordenador.