Yo me acuerdo… Amarcord

Uno de los grandes nombres del cine italiano es Tonino Guerra, maestro de escuela y guionista.

Si algo tiene de atractivo la vida de Guerra es que fue igual de corriente que la del vecino de al lado, solo que Tonino Guerra se preocupó por contarla con mano maestra y con naturalismo feroz en el puñado de historias que dejó para la Historia del Cine.

Es probable que a muchos no les suene Tonino Guerra, maestro de escuela y guionista, pero su firma se encuentra en algunas de las más grandes, polémicas y rompedoras películas del cine italiano.

Su firma está en el mejor y más hipnótico Michelangelo Antonioni. También en una de las mejores películas de Federico Fellini, Amarcord, punto de inflexión en la carrera del excéntrico y excesivo cineasta, quien se mueve contenido y somnoliento por relatos que son una isla en sí mismo y también isla en la filmografía de su director.

Amarcord conserva aún todo su elegante esplendor y una visión asombrada y asombrosa de la vida.

No me canso de ver su “yo me acuerdo” sobre la plácida vida en una ciudad de provincias italiana en los años treinta. De convertirme en cómplice de la mirada de Fellini, un cineasta sentimental con cruda ternura.

No sé hasta que punto pudo influir el guión de Tonino Guerra en Fellini, pero fuera cual fuera, y a medida que transitan los años, el resultado continúa latiendo.

Han pasado cuarenta años desde que se estrenó Amarcord.

La vi por primera vez en los ochenta en una de esas salas que ya no existen porque se travistieron en solares, bingo, bolera o gimnasio como pasó finalmente con el Yaiza Borges, Cine que rescató de la ruina el antiguo Tenerife para exhibir otro cine que entretiene en la intimidad de la sala a oscura.

El impacto de Amarcord perdura.

Me quedé con algunas de sus historias e incluso me hice amigo de muchos de sus personajes. Es un poso sin fondo en el que encontrar razones para desenredar miedos, prejuicios. Basura, en definitiva.

Lo comprobé la segunda vez que la vi.

Era Amarcord.

La misma película que vi la primera vez.

La tercera, la cuarta, la quinta y…, ya lo he olvidado, ocasión que vi Amarcord fue como encontrarme con uno de esos amigos a los que no ves desde hace años y que cuando te tropiezas con él casualmente, es como si no hubiera pasado el tiempo…

Sí, aprendes a ver arrugas, el retroceso alarmante de cabello sobre su frente, pero ese amigo continúa siendo el mismo de siempre.

La noche del sábado volví a ver Amarcord y supe que yo también recuerdo con fondo sonoro –elegante, sin dejarse notar, notándose– de Nino Rota.

Tengo la banda sonora de la película en un disco de vinilo. Debe de estar por alguna parte…

Como en alguna parte de mi recuerdo está el tío que se sube a un árbol para gritar “quiero una mujer”, la Vulpina, la glamorosa La Gradisca, la familia y los amigos del protagonista, los profesores, el abogado historiador, el que vende helados, la generosa estanquera, el ciego que toca el acordeón, los fascistas en esta misma capital de provincias que habito y que a veces vibra porque tiene destellos, personajes, que me hacen Amarcord.

Amarcord por eso no es una película sino otra cosa.

¿Terapia?

¿Una obra tan alambicada y sencilla que no te deja ser espectador sino protagonista?

Saludos, yo me acuerdo, desde este lado del ordenador.

3 Responses to “Yo me acuerdo… Amarcord”

  1. Iván Cabrera Cartaya Says:

    Inolvidable, ¿cómo no acordarse? Una de mis películas favoritas del cine italiano. A mí la secuencia que se me quedó grabada a fuego desde la primera vez que vi la película fue la de aquella inmensa estanquera moviendo sacos de un sitio a otro, y luego sacando su no menor pecho y poniéndolo en la boca de aquel muchacho rubio que juega a levantarla y que sólo había ido a comprar… tabaco. Yo también me acuerdo.

  2. admin Says:

    ¿Y la de los fascistas disparándole al campanario porque de allí suena La Internacional?

  3. Iván Cabrera Cartaya Says:

    Sí, sí, hay muchas escenas memorables.

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