‘Un camino a través del infierno’, una novela de Javier Hernández Velázquez

Salí al aparcamiento pensando que tengo debilidad por las mujeres kamikazes. Las llamo así porque son mujeres autodestructivas. Se estrellan contra ti y no puedes evitarlo. Podías ir con ellas hasta el fin del mundo (Gran Canaria, por ejemplo), que nunca te dejarían a tu suerte. Era mi cheque en blanco frente a los que me tildaban de machista.”

(Un camino a través del infierno, Javier Hernández Velázquez, colección Narrativa, M.A.R. Editor)


Tras Factotum, La identidad fragmentada, El fondo de los charcos, El sueño de Goslar y el libro de relatos Los días prometidos de la muerte, Javier Hernández Velázquez regresa a los territorios de la novela con una obra madura y personal, cómplice de su universo literario.

Un universo que en cierta ocasión resulta pulp pop pero que con Un camino a través del infierno va más allá de lo pulp y de lo pop.

Terminado el libro, aún digiero sensaciones.

Javier Hernández Velázquez es un escritor que tiene estilo y mirada. Un escritor que conoce muy bien las estrategias que mueven y agitan la literatura negrocriminal.

Si leen sus libros descubrirán a un autor que se mueve como pez en el agua en todos los subgéneros en los que a veces se la confunde.

Un camino a través del infierno va más allá de la resolución del caso.  De hecho, lo que importa es explicar el alma de una sociedad podrida y en las extrañas dobleces que alimenta el alma de los que la integran.

Narrada en primera persona por Mat Fernández, personaje que ya había aparecido en el relato La medida de la vida (incluido en Los días prometidos de la muerte), Un camino a través del infierno explota con notable inteligencia las posibilidades de su protagonista. Un personaje cuya forma de entender la vida hace que te resulte atractivo.

Y Un camino a través del infierno es Mat Fernández, personaje que se mueve en una investigación salpicada de cadáveres –muy hard boiled– entre Tenerife y Gran Canaria, las dos caras de un mismo y miserable espejo, en plena campaña electoral.

A su alrededor, mientras tanto, se mueve una amplia galería de personajes que Mat Fernández describe con sobresalientes brochazos y un sentido del humor que hace que cada una de las casi 230 páginas de esta novela respire aire libre por los cuatro costados.

Detecto en Mat Fernández el socarrón determinismo canario de Jeque, el detective privado que Jaime Mir plasmó en El caso del cliente de Nouakchott; pero también el estilo crudo y violento del Mike Hammer de Mike Spillane y, ya llegando al the end, la ruda ternura de Philip Marlowe, el caballero sin espada creado por Raymond Chandler.

Javier Hernández Velázquez consigue además con esta explosiva y redonda novela –donde lo que menos importa es la resolución del caso, que la habrá– desconcertar. Y no lo digo por Eva Miller sino por una escritura donde el chiste, a veces fácil, da paso a un lirismo con ecos, ya apunté antes, chandlerianos.

La lectura agradecidamente sorprendente y rompedora de Un camino a través del infierno se transforma así en una divertida y para nada espesa partida de ajedrez social que anima a continuar leyendo esta peculiar travesía por el averno de un personaje, Mat Fernández, al que la vida le ha quitado todo menos su acerado sentido del humor para continuar adelante.

Un Peón.

Un Peón que –lo llega a decir Mat Fernández en un momento de la historia– si “es capaz de atravesar el tablero se convierte en Reina.

Entiendo así Un camino a través del infierno como un paso adelante de Javier Hernández Velázquez. O un tipo que es capaz de dinamitar puentes sin enojosos ni tristes discursos intelectuales.

Un camino a través del infierno se despioja de nostalgia y quiere golpear directo a la tripa.

Necesitaba que la brisa nocturna me despejara. Subí hasta el Estadio y atravesé el barranco Santos (cuyo nombre se debía al hallazgo de ídolos guanches en sus cuevas). Aquellos eran mis dominios: el barrio Duggi, el popular Monturrio, terrenos propiedad de Luis Duggi, que se enriqueció con el comercio de esclavos africanos con destino Cuba. Allí seguían sus señas de identidad: el parque de Las Asuncionistas; la plaza del colegio San Fernando, ocupada por mendigos y vagabundos; la plaza Militar (con el quiosco de la prensa de la bella Rosi). Las juergas del Rin Barril pasaron a la historia, como la murga Los Singuangos, los billares del bar Retama, el pan del quiosco de Leoncio o los perritos con mahonesa del Guau-guau, aquel local de la calle Iriarte que regentaba un tipo con un careto a medio camino entre un personaje de D’Artacán y los tres mosqueperros y Lionel Richie. Escupí la nostalgia al suelo al llegar a la dirección.”

Y hace reír y hace llorar.

Pero sobre todo, hace mirar a tu alrededor.

yo era un perdedor que conjugaba a Eddie Relámpago Felson y ella era la dulce (y alcohólica) Sara, la mujer que tal vez pudiera sacarme del camino de perdición por el que transitaba. El Buscavidas se asemejaba a la historia de mi vida. Una película sobre la resurrección de un fracasado que pierde la fe y la recupera. Miré mi situación estratégica, rodeado de un catálogo de vidas errantes, de tipos agónicos, de tiburones políticos con colmillos cariados, de victorias amargas y derrotas aceptadas por inercia, e hice mi pregunta:

- ¿Quién la mató?”

Saludos, ¿saben?, desde este lado del ordenador.

3 Responses to “‘Un camino a través del infierno’, una novela de Javier Hernández Velázquez”

  1. ANGHEL MORALES Says:

    la suerte hay que buscarla…. y tu, la encontraste, amigo Javi acabas de marcar un gol por toda la escuadra y de chilena…

  2. javier hernandez velazquez Says:

    Nunca se valorará lo suficiente tu labor estos años por y para la cultura en Canarias y tuemoria para los ausentes. Mis éxitos son tuyos tambièn, amigo.

  3. ANGHEL MORALES Says:

    Amigo Javi, te agradezco que quieras compartir tus éxitos conmigo, pero aqu´el único que se lo ha currado has sido tu… nadie ha escrito por ti,…¡leña al mono que es de goma! y a seguir cosechando éxitos, estaré en el corte inglés para apoyarte… Ahora juegas en Primera División.

Escribe una respuesta