“La noche es sahariana, con aire caliente y tierra que entra por las ventanas que los incautos se han dejado abiertas. Y nadie podrá dormir. Felo, en su cuartucho, ve en televisión un documental sobre el Amazonas. Lola y Diego acaban de echar un polvo bruto y rápido, y ahora están ahí, desnudos y destapados en la cama húmeda de sudor y semen. Lola mantiene aún su excitación acariciándose, esperando a que él recobre la respiración y complete lo que se ha dejado a medias entre las piernas de ella. Eusebio, tendido en su cama, hace cálculos, repasa horarios, coartadas, posibles errores, mientras constata que hay un desconchón en el techo y que, un día de estos, tiene que dar una mano de pintura. Siente un ansia y una pereza infinitas. En cambio, Paco el Salvaje no ha llegado a acostarse. Permanece ahí, en su salón, concentrado en el sulfatador (se lo ha llevado a casa para limpiarlo), comprobando una y otra vez la pistola de juguete, los guantes, el elástico de la mascarilla. Parece inmerso en esas tareas, pero en realidad piensa en Ruth. En Ruth y en el olor de la piel de Ruth. En Ruth y en pasajes de avión y en largarse de una puta vez de la isla.”
(Las flores no sangran, Alexis Ravelo, Alrevés, 2015)
Alexis Ravelo no es un tipo duro y por eso lee poesía. Desconozco si el escritor nacido en Las Palmas de Gran Canaria en 1971 ha escrito alguna vez un poema. Y si fue así, a quién le cantó con sus versos… Por lo pronto, sí que detecto a un Ravelo que nos sale poeta en muchos de los títulos de sus novelas negras y criminales e, intermitentemente, en fragmentos, párrafos aislados de sus historias, todas ellas trufadas de cadáveres.
Descubrí el lirismo de Ravelo en la que hasta la fecha sigo considerando su mejor novela, La estrategia del pequinés, y me acomodé porque lo identifiqué con él a través de La última tumba y ahora Las flores no sangran que es, a mi juicio, la más poética –y por ello desconcertante– novela de un escritor que sin abandonar las cargas de profundidad que alimenta al género no sé si escribe pero sí que lee poesía.
La novela policíaca vive en España un estado de gracia al que unos, quiero imaginar que pocos, desea pegarle el tiro de gracia. Con todo, el género se mueve y mantiene aún una luna de miel con unos lectores que supongo están cansados de levantarse las mañanas con tanto cadáver real que le entra por la televisión aunque, paradójicamente, lo que buscan algunos de esos mismos lectores es evasión leyendo historias con cadáveres inventados. Y el plato, por ahora, funciona porque la literatura negra y criminal que se escribe y se publica en España gana lectores por mucho que se disperse por cualquier provincia que vertebra este país que parece ahora no quiere perderse.
Y Alexis Ravelo se mueve muy bien por esta geografía. La geografía de un género al que ubica a Gran Canaria y por extensión al archipiélago en el mapa negro y criminal español contando las mismas historias pero con acento de aquí e, inteligentemente, prestando voz a todos aquellos que piensan como viven y que por eso quieren cambiar para vivir como les gustaría pensar.
Alguien los llamó los parias de la tierra.
Otros, marginados que han acabado por ser delincuentes de poca monta y que se enfrentan en esta novela a otra clase de delincuentes, esos que visten traje y corbata.
¿Quién gana?
No lo tengo tan claro en las novelas de Alexis Ravelo, aunque en Las flores no sangran la pírrica victoria se decanta del lado de los que llevan chándal y una soga atada alrededor del cuello.
Las flores no sangran, como La estrategia del pequinés, es una novela que trata de todos ellos: los que llevan corbata y sogas alrededor del cuello, solo que resulta algo más larga. Sea, supongo, porque se trata del más comprometido políticamente pero también desconcertante relato de un escritor que lee poesía.
En Las flores no sangran un quinteto de delincuentes de medio pelo planifica primero y realiza después el que piensa será el golpe de su vida. No se trata en esta ocasión de robar a un narcotraficante sino de un secuestro express, el de la hija de un capitoste grancanario que ha amasado su gran fortuna blanqueando dinero con el que ha armado una red de empresas que sostiene un imperio corrupto pero oficialmente legal pese a que esté podrido en sus entrañas.
El relato está narrado en dos tiempos y en una distante tercera persona que describe, tal y como hablamos por esta tierra, esta operación criminal. Pero no termina Ravelo de afinar a los cinco miembros de la banda de delincuentes de caza menor que protagonizan la historia. La primera parte resulta así muy explicativa y extensa para contarnos cómo son cuatro hombres y una mujer que se buscan la vida en una capital de provincias.
Llámala Gran Canaria.
Tras la declaración de guerra, Alexis Ravelo enfrenta a esos buscavidas con otros delincuentes. Delincuentes de caza mayor que, como en otras de sus novelas, resultan bastante atractivos. Y los dibuja con pincelada impresionista, procurando que la mancha no caiga en maniqueísmos para mostrarlos también como seres humanos.
Y aparece un tal Raúl Silva, alias Belmondo, que es un argentino al que no te gustaría encontrar cuando está trabajando.
La acción de Las flores no sangran comienza entonces a moverse y a coger al lector por el cogote en su segunda mitad. Y uno piensa entonces que la demora mereció la pena. Que mereció la pena leerse este relato de guerra entre dos formas de entender la delincuencia.
O la de los cinco delincuentes de medio pelo y la que encarna Isidro Padrón y Marcos Perera, el Martillo y el Yunque de Tejeda, dos hombres de negocios sin escrúpulos que organizan un operativo para recuperar –al margen de la policía– a la hija secuestrada del primero.
Y es aquí, en el tramo final cuando Las flores no sangran recupera la emoción y el calado negro y criminal que se buscaba. El momento en el que el relato se vuelve oscuro y despiadadamente violento. Ese en el que no hay calima que valga para serenar lo que deriva hacia una orgía de sangre. Una orgía de sangre que desencadena la peculiar forma de hacer justicia que tienen estas dos formas de hacer delincuencia.
Pero, ah, los de arriba son hombres de negocios y los de abajo parias de la tierra.
¿Quién ganará?
Ya lo dice el título: Las flores no sangran.
(*) El escritor Alexis Ravelo participa este jueves, 15 de enero, en un encuentro que tendrá lugar a partir de las 19 horas en el Círculo de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife.
Saludos, allí nos veremos, desde este lado del ordenador.