Pasan los días
Llego con retraso, mi vida es una gigantesca cadena de retrasos, a esa serie que responde al nombre de Breaking Bad. Y soy víctima, como tantos otros, de la adicción aunque ya en su tramo final me molesta acercarme, precisamente, a su final. Un final que parece inevitable por como le llueven los problemas a sus protagonistas. En lista de espera, House of Cards, la versión norteamericana, aunque necesito primero un respiro porque uno no debe de vivir solo de series. Me esperan varias películas, largometrajes de los de siempre y revisar, entre otras, La sombra de una duda, de Alfred Hitchcock. Con Hitchcock de todas formas hace tiempo que perdí cualquier asomo de duda…
Estamos en agosto, que entra también en su recta final. Un mes extraño, en el que además de calor hubo lluvias. Nubes negras. Recupero, mientras tanto, los cuentos de Guy de Maupassant y leo novelas que escriben por esta tierra en la que habito, en la que ando, en la que duermo y en la que me despierto todas las mañanas con la sensación de que es un milagro abrir los ojos.
Encuentro El secreto de Joe Gould, de Joseph Mitchell, en el Rastro y quien me lo vende, una señora entrada en años, me guiña el ojo cuando hacemos el intercambio. Ese gesto implica una complicidad que no tiene nada de seducción sino de señal de reconocimiento. ¿A qué?, lo voy entendiendo a medida que me informo sobre Gould y Mitchell.
Mientras tanto subo y bajo por esta capital de provincias de cuestas imposibles y a veces hasta tomo el tranvía que, últimamente, es asaltado por parejas de revisores que te exigen como parejas de la Gestapo que les muestres el billete. Su presencia rompe la monotonía de los viajes y pone una nota hostil a un paisaje que cada día me resulta menos sosegado y sí más antipático.
Aprovecho y me voy de viaje con Guy Delisle y viajo a la capital de Corea del Norte, a una ciudad inhóspita de China y a esa Jerusalén que visité hace ahora tantos años. Me sorprende la capacidad de observación de este guionista y dibujante, y la facilidad que tiene para introducirte en paisajes a través de sus esquemáticas ilustraciones. Nunca imaginé que…
En fin, pasan los días y como dice un amigo, voy contando hacia atrás aunque me tranquiliza, y no sé la razón, contemplar los dibujos de José Guadalupe Posada. Esos dibujos con calaveras sonrientes, que casi parecen celebrar su vuelta a la vida con la forma de esqueletos…
Saludos, game over, desde este lado del ordenador.