Azul de prusia, una novela de Philip Kerr
Para los que somos seguidores de la serie protagonizada por Bernie Gunther la noticia de la aparición de una nueva novela del personaje es una fiesta. Una fiesta amarga este año, ya que en marzo pasado falleció en Londres su creador, el escritor Philip Kerr, aunque antes de morir dejó dos novelas de Gunther terminadas, una de ellas, Azul de Prusia, se presentó en español en junio pero no se sabe todavía la publicación de la siguiente aunque es tal el éxito del que disfrutan las novelas de Gunther en España que se espera que se produzca a finales de 2018 o inicios del 2019.
Philip Kerr dejó antes de fallecer trece novelas sobre su peculiar investigador. Un hombre, Bernie Gunther acostumbrado a nadar a contracorriente y a trabajar para los malos. Los malos son los nazis ya que el personaje es alemán y vive e investiga antes, durante y después de la II Guerra Mundial, periodo el de la postguerra en el que tiene que huir tanto de los aliados como de sus propios compatriotas porque puso su talento deductivo al servicio de Reinhard Heydrich, el temido jefe de la Oficina Central de Seguridad del Reich (RSHA) –organismo que agrupaba a la Gestapo, a la KriPo, y al SD– y más tarde Reichsprotektor del Protectorado de Bohemia y Moravia, la actual República Checa hasta el atentado que puso fin a su vida en junio de 1942.
Azul de prusia (RBA, 2018), como otras novelas de la serie, transcurre en dos tiempos: 1939 y 1956. De hecho, son unos acontecimientos que transcurren en 1956 lo que hace viajar al pasado al intrépido e irónico protagonistas de la novela, y año en que su jefe, Heydrich lo envía a la segunda residencia de Adolf Hitler, el Berghof y para ponerse a las órdenes de Martin Bormann con el fin de resolver un caso de asesinato antes de que el mismísimo Fhürer llegue para celebrar esta residencia su cumpleaños.
Gran parte de la novela se desarrolla así en el Berghof, situado en los Alpes bávaros, y en los alrededores de Berchtesgaden, la idílica ciudad que se encuentra muy próxima a Austria y que durante los años de gobierno del nacionalsocialista se convirtió en un centro de poder que hizo palidecer a Berlín, ciudad en la que nació Bernie Gunther y que detestaba tanto Hitler como muchos de sus seguidores, la mayoría de ellos naturales de provincias.
A medida que avanza la novela su capacidad adictiva se multiplica no ya solo por llegar a conocer quién es el asesino de un nazi al que no quiere casi nadie sino también por el ambiente en el que tiene lugar la acción, montañas nevadas y mansiones de invierno, y el retrato que hace de algunos de los jerarcas nazis que aparecen en la novela, comenzando por Martin Bormann, a quien describe como un hombre profundamente corrupto moral y físicamente hablando.
En este escenario y rodeado de enemigos, Bernie Gunther hace su trabajo de policía. Es un buen agente de la ley en un país, Alemania, gobernado por un partido que tiene, entre otras prioridades, la de declarar la guerra a Polonia.
El lector iniciado en la serie apreciará que Philip Kerr conocía muy bien el universo en el que se desarrollan las novelas de Gunther por lo que el retrato de muchos de los personajes reales que se cruzan en estos relatos y pese a estar vistos a través de la mirada de Bernie, resultan muy cercanos por personales. Kerr no pierde además el sentido del humor que equilibra el tono entre el horror y la diversión de estas novelas, donde –se insiste– lo que interesa más que la trama detectivesca es la fotografía que hace de unos tiempos donde la gente se acostumbró a vivir con el miedo en el cuerpo. A desconfiar también de su vecino e incluso de su familia por lealtad a un hombre, Adolf Hitler, que embaucó y se metió en el bolsillo a los alemanes.
La parte que trascurre en 1956 en Azul de Prusia se limita a contar una huida, la de Bernie Gunther de unos agentes de la Stassi que lo buscan tras negarse a asesinar a una espía de la RDA que se ha refugiado en Francia. No se va a revelar en estas líneas el final de ninguna de estas dos historias paralelas pero sí se puede decir ambas que ambas terminan por confluir. Se aprecia que Philip Kerr se sentía muy cómodo escribiendo historias de y sobre Bernie Gunther.
A la espera de la publicación de la última entrega que escribió sobre el personaje solo cabe ahora releer las anteriores para atenuar, si cabe, la sensación de adicción que implica introducirse en el turbulento y complejo mundo de un policía y más tarde investigador privado a su pesar que puso su talento al servicio de los monstruos.
Saludos, hasta la vista, señor Kerr, desde este lado del ordenador