El laberinto griego, la última novela de Bernie Ghunter
La última, porque fue la última novela que Philip Kerr escribió de la serie protagonizada por el detective berlinés Bernie Gunther, no acaba de ser el testamento que algunos seguidores de la saga esperaban sobre tan peculiar como atractivo personaje, aunque no deja de ser una novela, como las anteriores doce, notable y en la que Kerr se vuelve más negro y pesimista consigo mismo y el mundo que le rodea.
En Laberinto griego expresándolo a través de la descripción descarnada de cómo nació la Comunidad Económica Europea, viciada desde sus cimientos originales; la transformación de una nueva Alemania, la República Federal de aquel entonces, construida en gran parte por algunos nazis que apenas cumplieron condenas al finalizar la guerra y la brutal ocupación alemana de Grecia y el exterminio de los judíos, la mayoría sefardí, de Tesalónica. Bajo este escenario, se cruza también una historia de amor que termina mal como terminan mal muchas de las historias de amor de la literatura y que cuenta con una despedida que narra bajo la inspiración cinematográfica de El tercer hombre: Dos amantes se cruzan en la calle como si de dos desconocidos se trataran.
La novela como las anteriores de la serie nos la cuenta el mismo Bernie Gunther en primera persona, aunque ya no es Gunther sino otra persona a la que el azar lo lleva a ser contratado por una compañía de seguros que lo envía a Atenas para comprobar la reclamación por un barco hundido, propiedad de un alemán.
Estamos a finales de los años cincuenta y Europa está recuperándose del zarpazo de la guerra mientras mira con asombro el reconocido como milagro alemán y la paulatina conquista económica que Alemania inicia para propagar su influencia en Europa. Una guerra silenciosa y expansiva que ya no necesita de la violencia de los cañones.
Como en otras de las novelas protagonizadas por Bernie Gunther nada es lo que parece, aunque esto no es suficiente para que el detective privado con pasado nazi a su pesar, tropiece una y otra vez en la misma piedra. Los hechos reales se confunden, como sucedió en otros libros, con los que son resultado de la imaginación del autor, quien sabe crear ambientes que resulten creíbles para un lector con algunas nociones de Historia y de historia de los años en los que se desarrolla la novela.
El relato policial pasa a un segundo plano aunque esté continuamente presente pero muy al fondo, donde no haga demasiado ruido. Lo interesante, como en otras novelas protagonizada por Bernie Gunther, es la amplia galería de secundarios que rodea a un hombre con corazón roto y empeñado e inmolarse para pedir perdón como alemán de los asesinatos que cometieron los nazis no tanto por intentar creerse que eran miembros de una raza superior sino para enriquecerse apoyándose en la legalidad criminal de ese régimen.
Grecia, el país en el que transcurre gran parte de la historia, es una geografía que refuerza la crítica que vuelca Kerr en el libro hacia los alemanes que están participando desde las grandes empresas y la banca en un nuevo rapto de Europa así como denuncia la hipocresía con la que se construyó la CEE. Mientras tanto, en la tierra donde nació la democracia las cosas andan realmente mal en aquellos años de la postguerra. No dedica lo que se dice palabras amables a los griegos, un pueblo que duerme en sus laureles y fácilmente corruptible aunque esta visión xenófoba se va mitigando a medida que avanza el relato, un relato con tibio paisaje a lo Eric Ambler aunque en el que se impone Philip Kerr, un escritor que conocía la época en la que sitúa las historias.
En Laberinto griego hay continúas alusiones a la II Guerra Mundial pero estos hechos no hacen retroceder al lector al pasado sino que se cuentan de manera dispersa claves para hacerse una idea de la brutalidad de los nazis en la patria de la democracia. Alrededor de Bernie Gunther opera mientras tanto una legión de secundarios entre los que se encuentran sus aliados griegos, una veterana agente del Instituto, el Mossad, los servicios secretos israelíes; y nazis que viven dentro como fuera de Alemania sin sombra de arrepentimiento que les moleste la existencia.
Sí, quizá no termine por redondearse Laberinto griego y quizás resulte un tanto complicada si se quiere seguir el caso que se cuenta pero donde radica su grandeza, la grandeza de Philip Kerr es que supo cincelar en cada una de las trece novelas que dedicó a este personaje autenticidad aunque acabe triste, solitario y final.
Saludos, Unos y otros, desde este lado del ordenador