Juan Carlos Chirinos: “La literatura funciona como un espejo de la realidad”

A uno se le va el tiempo conversando con Juan Carlos Chirinos (Valera, Trujillo, 1967), un escritor venezolano que presenta estos días Los cielos de curumo (La Huerta Grande, 2019), una novela protagonizada por cinco mujeres que se mueven en la Caracas de hoy día.

Juan Carlos Chirinos ha tanteado casi todos los géneros literarios aunque ha fijado residencia en la narrativa, donde presta atención a la palabra porque “es mi herramienta de trabajo”. La presente conversación tuvo lugar en Los Llanos de Aridane en uno de los raros momentos de descanso del Festival Hispanoamericano de Escritores, un encuentro que tras dos ediciones ya calienta motores para una tercera que se desarrollará en septiembre de 2020.

Juan Carlos Chirinos es autor, entre otros libros, del ensayo Venezuela, biografía de un suicidio y Alejandro Magno, el vivo anhelo de conocer y Miranda, el nómada sentimental.

- Los cielos de curumo, ¿qué es curumo?

“Curumo es una palabra indígena caribe para designar lo que en Venezuela es zamuro y en Colombia y Perú gallinazo. La novela ocurre en Caracas y como es tan frondosa –se encuentra en la falda del valle de Cerro El Ávila– hay muchos de ellos volando porque en tierra siempre localizan animales muertos. Sueles verlos en Caracas y ahora, me cuentan, hay muchos más por la situación que atraviesa el país”.

- ¿Curumo es una metáfora?

“La metáfora de una ciudad. Uno de los temas que me gusta tratar en las novelas es el mal en las ciudades y cómo lo reflejan o perciben primero los animales. Utilizo mucho en las novelas la figura del animal. Hay perros, gatos, leones y ahora curumo para representar el mal que anida en las ciudades y el que se va gestando. Por eso la metáfora del zamuro que sobrevuela una ciudad que está en descomposición”.

- ¿Es una novela coral?

“Desde el punto de la voz no, porque es una voz en primera persona. Está protagonizada por cinco mujeres que se mueven por Caracas y convergen en un apartamento. Se cuenta la vida de cada una de ellas y la situación de Venezuela. Es un libro en el que estuve trabajando veinte años y a medida que iban sucediendo cosas en el país, las introducía. No es una novela histórica ni realista sino una novela metafórica, voy a aceptar la palabra metafórica”.

- ¿Y por qué cinco mujeres?

“Mi intención, el reto, era escribir desde la voz de una mujer. Y son cinco en esta novela. Durante todos estos años una de las investigaciones para escribir el libro fue preguntarle a todas las mujeres que me rodeaban cosas con el fin de observar si la voz de mis personajes coincidía con la de una mujer aunque mi idea no era escribir como una mujer sino que los personajes resultaran verosímiles”.

- ¿Cree que la mujer tiene una percepción distinta de la realidad?

“No, no lo creo. Hay dos opciones o percibimos igual o percibimos a nuestra manera. No son opciones grupales. Si me decanto por alguna opción es porque creo que el ser humano tiene su propia percepción. Como decía Ortega: yo soy yo y mis circunstancias”.

- Pero ¿hubo algo que le sorprendió de la mujer en sus investigaciones para escribir la novela?

“Me sorprendió que no sabía, pero no de las mujeres sino de los seres humanos. Me di cuenta o tuve la impresión que los sentidos son muy fundamentales pero no nos damos cuenta. La percepción táctil, olfativa, visual… son las formas que tenemos para hacernos una idea del mundo. En la novela hay un personaje, Paula, que es una especie de chamana, de persona que ve el futuro, que sueña que es una neardental y se da cuenta que los cinco sentidos de un neardental son distintos a los nuestros, a los de los seres humanos”.

-Comentaba que lleva trabajando veinte años en esta novela.

“La primera versión tuvo unas quinientas páginas pero hasta que se publicó en 2019 estuve trabajando en ella, depurándola hasta quedarse en unas 180 páginas”.

- Es autor también del ensayo Venezuela, Biografía de un suicidio (La Huerta Grande, 2017)

“El libro es lo contrario pero lo mismo que la novela. En 2016 la editorial me pidió que escribiera un ensayo sobre Venezuela en el que explicara al lector qué es Venezuela y por qué está como está. Pensé que no podía escribirlo pero planteé un proyecto que le gustó mucho a la editorial. Llevo veinte años viviendo en España pero también llevo veinte años escribiendo sobre Venezuela. Un ensayo que publiqué en la Revista de occidente sobre la muerte de Hugo Chávez y el caudillismo eterno expandió el libro y me di cuenta que, antes de explicarle a alguien qué es Venezuela, necesitaba hacerlo para mi mismo. Y opté por la vía de Montaigne, de reflexión sobre mi propia realidad y como no soy historiador ni político me limité a la literatura y recurrí a la literatura venezolana para explicar cosas que ocurren en el país porque, obviamente, la literatura venezolana es un reflejo como toda la literatura es un espejo de la realidad. Pese al título no se trata de un ensayo pesimista y pretende ser lo más objetivo posible. Tenemos que reconocer que en 1998 usamos las urnas electorales como una guillotina al entregarle el poder a un loco, a un psicópata megalómano y mediocre que destruyó Venezuela”.

-¿Y Maduro?

“Maduro es el epígono de Hugo Chávez aunque la gente diga lo contrario. Maduro es Chávez solo que sin dinero. A Maduro le han tocado las vacas flacas pero es igual de mediocre que Chávez”.

-Lleva veinte años viviendo fuera de Venezuela, ¿se refleja en su literatura?

“Sobre todo desde el punto de vista lingüístico. En la antología Pasaje de ida se pidió a quince escritores que escribieran sobre su experiencia como emigrantes y yo escribí un texto, Irse, volver y regresar, en el que cuento cómo al venir a España desde Venezuela el primer choque cultural fue lingüístico porque aquí todas las cosas se llamaban de otra manera”.

-¿Y cómo se ve Venezuela desde la distancia?

“Obviamente los que vivimos fuera tenemos una visión mediatizada por la vida que llevamos. No percibimos el grado de necesidad y drama que hay en Venezuela. Un país donde ahora mismo una bolsa de papel usada es un tesoro. Hasta ese punto han llegado las cosas. Son muchos inconvenientes que sumados se convierten en una desgracia. Hablo con amigos y la familia, unos optimistas y otros pesimistas, pero todos están hartos de estar como están. En Venezuela pueden ocurrir varias cosas, o estar sesenta años como Cuba, en la miseria absoluta con una élite que domina y vive como si estuviera en el primer mundo y el resto en la miseria o entra un ejército que pone fin a la situación para seguir con lo mismo o lo que sea. Pienso que participar en una marcha contra el gobierno de Maduro es un acto ciudadano que tiene sentido en una democracia donde los políticos responden a la tensión de una huelga pero en Venezuela salir en una marcha es arriesgar la vida. A que te peguen un tiro. No valen los escudos de cartón, es un gesto bonito y heroico pero no resuelve el problema. El gobierno no se va acabar y las marchas ciudadanas se olvidarán”.

- Es autor de la biografía Francisco de Miranda, el nómada sentimental. Tengo la sensación que es un personaje que no ha trascendido como debiera.

“Francisco de Miranda ha pasado a la Historia con la altura que merece, lo que ocurre es que la gente ha dejado de estudiar Historia. Miranda se vio ensombrecido por Simón Bolívar, el Bolívar mediático no el histórico, ya que en este caso están a la par. Desde el punto de vista de la difusión Miranda no es conocido como tantos otros aunque en Venezuela es un personaje capital como lo fueron en mi infancia Bolívar, Andrés Bello… La historiografía posterior a Miranda se ha empeñado en construir una dicotomía entre él y Bolívar, lo que es una mentira porque primero, cuando Bolívar nace Miranda tiene ya 33 años, le lleva tres décadas de diferencia, por lo que pertenece a otra generación. Miranda creó además una obra ideológica muy importante como es la idea de la Gran Colombia que más tarde toma Bolívar pero no porque se la robe sino porque le pareció buena. Desde el punto de vista militar, Miranda no tuvo mucho éxito aunque participó en tres revoluciones: norteamericana, francesa y venezolana. Es el único hispanoamericano cuyo nombre aparece en el Arco del Triunfo, en París, y que se salvó dos veces de morir en la guillotina durante el Terror. Y en una de ellas se defendió solo. Conoció a Catalina la grande, a Pitt, a Napoleón… Su capacidad de “mentir” lo hizo una persona muy brillante”.

-¿Bolívar lo traicionó?

“La noche en que los mantuanos, la clase social a la que pertenecía Bolívar, lo traiciona, el realista Monteverde les había prometido que no les expropiaría sus haciendas ni los ejecutaría a cambio de entregar a Francisco de Miranda. En el momento de su detención Miranda dice este país es puro bochinche. Miranda llevaba 45 años fuera de Venezuela y cuando regresó nadie lo entendió. Se cuenta que cuando cae la primera república y él exclama Venezuela está herida en el corazón lo dice en francés. Bolívar era más cercano a los soldados”.

- ¿Y cómo se toma usted la escritura?

“Soy escritor, un obrero que responde cuándo le plantean que tumbe una pared. Mi trabajo es escribir, aunque no escribo poesía porque le tengo mucho respeto. Por otro lado, tampoco le hago asco a los géneros porque me gusta la novela policial, y he escrito una, Gemelas; y me gusta la novela gótica, y he escrito una, Nochebosque, pero como soy venezolano esperan que escriba sobre dictadores cuando tengo el derecho de escoger los temas sobre los que quiero escribir”.

-¿Por eso se hizo escritor?

“Parece pretencioso pero doy fe que ocurrió: a la edad de siete años supe que quería ser escritor. Me pasé un mes en cama enfermo de hepatitis. Mi madre me llevó un libro para que me entretuviera y el libro era Platero y yo, que leíamos en clase. Tardé mucho en leerlo, con aquella edad, pero cuando lo terminé fui a la habitación de mis padres para decirles cuando sea mayor voy a ser literato. Recuerdo la carcajada de mi padre. La vida siguió y ahora me doy cuenta que tenía una conciencia inconsciente que iba a ser escritor”.

– ¿Ha vuelto a leer Platero y yo?

Platero y yo es una novela de referencia pero no la he vuelto a leer y no creo que lo haga hasta que tenga 80 años”.

- ¿Por qué?

“Porque si la leo ahora me va a parecer muy ñoña. Son libros que están escritos para leerlos o muy joven o muy viejo. Entran en el territorio de la sabiduría no del conocimiento”.

- ¿Y que otros libros lo marcaron?

“Hay dos textos que leía mucho cuando era niño. Uno es un relato de Ana María Matute que se llama Caballito loco y el otro es una nouvelle infantil satírica de William Thackeray, La rosa y el anillo. Otros libros que me impactaron fueron Cien años de soledad, que me cambió la vida; Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos, y los cuentos de Guillermo Meneses. Cuando escribía poesía mi referente era José Luis Perales y lo sigue siendo. Soy un devoto de José Luis Perales… Otro narrador es el venezolano Julio Garmendia, uno de los fundadores de lo fantástico en América pero mi maestro, maestro al que conocí en la Universidad, es José Balza. Balza es mi padre literario y el autor de una novela que me marcó mucho, Percusiones, que está escrita para el futuro.
Una de las penúltimas cosas que me han marcado es La montaña mágica y La marcha Radetzky, de Thomas Mann y Josep Roth. La cincuenta últimas páginas de La montaña mágica son como el final de una sinfonía de Beethoven”.

- ¿La poesía no le ha marcado?

“La poesía me ha marcado mucho también”.

- ¿A que da prioridad en su literatura?

“A la palabra ya que lo más importante para un escritor es cómo lo va a decir. Y es necesario leer mucha poesía para afinar el oído, oído musical, rítmico que solo lo da la poesía. Hay narradores con mucha imaginación pero tienen un zapato en el oído. Los grandes poetas son los que te dan el ritmo y en ese sentido la prosa de Gallegos es como una canción”.

-¿Y la de Borges?

“Borges es el latinoamericano puro. Un latinoamericano se caracteriza por su enciclopedismo. Emile Cioran dijo que entendía a Borges porque todos los que vivimos en la periferia nos morimos por saber cosas. Si hay algo que nos hermana es esa avidez por lo cosmopolita. Por eso Borges es más latinoamericano que Arguedas, porque quiere ser inglés, y eso es lo típico del lationomericano, que quiere ser de otro sitio”.

- ¿No de España?

“No, eso no se le puede endilgar a Borges porque tiene un conocimiento de los hispánico enorme”.

-Pero parece que ese rechazo a España se extiende por América.

“No en mi experiencia. El discurso de Chávez fue muy oportunista e ignoro cómo perciben este asunto los mejicanos, que hay que recordar que llaman a los españoles gachupines y los argentinos, gallegos. Por el contrario, cuando uno en Venezuela llama a alguien gallego es porque es gallego, o vasco, asturiano o canario. Las realidades son distintas según cada país y una de las características de Venezuela es la puerilidad, recibieron durante cincuenta años inmigrantes y a todos se les aceptó igual”.

MADRID, INICIOS DEL SIGLO XX

Juan Carlos Chirinos se encuentra trabajando en una novela histórica que transcurre a inicios del siglo XX. Los protagonistas son dos venezolanos que existieron realmente. Uno de ellos es Rufino Blanco Fombona, y se desarrolla en la época en la que residió en Madrid con lo que hace un guiño “a lo mismo que me ha pasado a mi, vivir en Madrid como venezolano”. En cuanto al otro personaje… Hay una canción muy famosa en Venezuela que es Alma llanera y su autor Rafael Bolívar Coronado, que muere de gripe en Barcelona a los 40 años. “Blanco Fombona lo conoció y tras fundar la editorial América, una de las más importantes del Madrid de su tiempo, le encargó a Bolívar que fuera a la Biblioteca Nacional en busca de manuscritos de Indias pero Bolívar Coronado en vez de ir a la Biblioteca se puso a escribir él mismo las crónicas que son de su invención y que publicó Fombona sin saberlo.

ESCRITORES VENEZOLANOS

La pregunta es un reto porque se olvidan unos por otros pero Juan Carlos Chirinos recoge el guante y participa en lo que solo pretende ser un juego citando a varios escritores y poetas, algunos de su generación cuándo se le pregunta escritores venezolanos para iniciarse en sus literaturas. Juan Carlos Méndez Guédez, “mi hermano”, subraya; y Rasgos comunes, una antología de poesía venezolana que publicó Pre-Textos este año. Entre los narradores cita a José Balza, “mi maestro, mi padre literario”, Ednodio Quintero y de su generación a Slvko Zzupcic, “¡qué nombre tan venezolano!”, y Lena Yau. Finaliza insistiendo en recomendar Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos, un libro que “hay que leer todos los días”, recomienda Juan Carlos Chirinos.


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Juancho García

Saludos, esta noche es noche…, desde este lado del ordenadorLo

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