Un verano en Atémpora, una novela de Víctor Marrero

Estaría mal, muy mal, encasillar Un verano en Atémpora en la categoría de novela juvenil porque si bien es cierto que se trata de una novela que puede evocar este tipo de literatura, destinada al parecer solo a un determinado tipo de lectores, lo que narra sorprenderá tanto a jóvenes como a adultos. Lo que cuenta tiene interés para todo tipo de lectores que, con independencia de la edad, están ansiosos por descubrir nuevas apuestas literarias.

No es fácil lo que consigue Víctor Marrero, autor de esta novela. No es fácil meterse en el bolsillo a lectores de todas las edades pero la fórmula que emplea funciona y lo que escribe resulta adictivo. Un verano en Atémpora es una buena novela para abstraerse de la realidad que nos rodea porque invita a viajar por territorio en los que lo improbable puede ser posible.

Su desbordante fantasía es uno de los grandes hallazgos de este libro que bebe de varias fuentes. Para un paladar iniciado hay rastros, huellas indelebles de La princesa prometida, la formidable novela de William Goldman llevada al cine por Bob Reiner, en especial porque la estructura narrativa que escoge para contar la historia: un relato dentro de otro relato. El libro remite también a Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll, entre otras novelas dirigidas solo y presuntamente a los más jóvenes y se escribe presuntamente porque estas literaturas cuando están bien escritas no tienen edad.

Un verano en Atémpora comienza con un niño, Leandro, que prefiere que lo llamen Leni. Tiene 12 años y se encuentra con un anciano que le cuenta una historia que abre –literariamente– la caja de Pandora de su imaginación y la del relato.

La obra está escrita con un lenguaje sencillo, directo, que va al grano. Prima la acción y los sentimientos que motivan a su amplia galería de personajes además del niño y el anciano.

La novela transporta al lector a otros universos, a ese tiempo y espacio en el que acontecen otras cosas que no acontecen en la vida tal y como la conocemos. La vida real. O supuestamente real en la que vivimos.

En el libro ese territorio suspendido en tierra de nada y de nadie, el tiempo fluye de otra manera por lo que, además de ofrecer entretenimiento, es un divertimento que eleva un edificio literario en el que se mueve cabeza y corazón a partes iguales.

Esto hace confiar en que los próximos trabajos literarios del escritor –Un viaje a Atémpora es su primer libro publicado– continúen un camino que, de una u otra manera, deja abiertos con esta novela. Una novela donde crea otro universo, universo que funciona con sus propias reglas, reglas que marcan unas fronteras invisibles que, gracias a su destreza narrativa, hace creíbles aunque sean increíbles.

Como en todo buen relato fantástico lo real y lo establecido desaparecen para dar paso a un mundo donde lo improbable es probable y la realidad más que un sueño una realidad que mejor dejarla fuera o a la vuelta de la esquina.

En este aspecto, se agradece que una novela que, se reitera, no está dirigido a un lector específico, invite a cruzar el umbral para penetrar en una fantasía al modo en el que también lo hizo en su día C.S. Lewis con Las crónicas de Narnia. Cabe destacar así que C.S. Lewis fue otro de esos escritores adultos que escribió libros para lectores de todas las edades.

La historia de Un verano en Atémpora se toma muy en serio aunque también permea en el libro un agradecido sentido del humor que suma más que resta en un relato llamado a tener mayor recorrido. Mayor recorrido por lo que significa de apuesta narrativa, de riesgo. Ofrece lo que promete, un generoso caudal imaginativo que hace que valga la pena sumergirse en sus páginas, en disfrutar de una obra que no tiene otra pretensión que dar lo que promete: evasión, agradable entretenimiento.

Saludos, aquí permanecemos, desde este lado del ordenador

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