Olga Merino: “Todos somos nómadas”

La escritora y periodista Olga Merino (Barcelona, 1965) impartió hace unas semanas un curso on-line para la Escuela Literaria, con sede en La Laguna. La experiencia fue satisfactoria por lo que ahora solo falta recoger los frutos. Autora de Cenizas rojas, Espuelas de papel, Perros que ladran en el sótano y La Forastera, cuya campaña de promoción tuvo que interrumpir por la crisis de la Covid-19, algunos de los temas que orbitan en su literatura son el exilio y el desarraigo.

- La primera pregunta es obligada, ¿cómo pasó el confinamiento?

“Si te digo la verdad los que leemos y escribimos estamos muy acostumbrados a estar en casa lo que ocurre es que en este caso ha sido muy largo y ha generado mucha incertidumbre ante el temor al virus. La muerte, además, estuvo muy presente y ha cuajado una indecisión por el futuro que se avecina. Lo mejor de todo esto es que mi gente más cercana salió bien por lo que me doy por satisfecha”.

- ¿Cómo ocupó el tiempo durante los meses de confinamiento?

“Pese a que tenía tiempo para poder leer yo, que soy lectora, reconozco que me costó muchísimo concentrarme. Tiraba más de diarios de escritores. En cuanto a escribir, no he sido muy productiva durante los meses de confinamiento”.

- ¿No cree que estos dos meses dan temas para varias novelas?

“Creo que va a haber tantas y tantas reflexiones también que a mi a priori no me interesa ahora indagar en ello. La realidad es que estos días han resultado una experiencia brutal porque no habíamos vivido una situación como ésta desde hacía un siglo. Y sí, está claro que material literario hay porque nos ha demostrado lo vulnerable que somos”.

- La Forastera, su última novela, se presentó el 26 de febrero de este año, pocos días antes de que se declarara el Estado de Alarma.

“Realizamos la presentación en Madrid el 26 de febrero y dos días después en Barcelona. Tras la declaración del Estado de Alarma muchas cosas se fueron al traste como la celebración de Sant Jordi, el 23 de abril, que aquí en Cataluña es un día maravilloso porque el escritor se vuelca con el lector y es un día de ventas excepcional. Ahora, la Feria del Libro se Madrid se ha aplazado también. No obstante, pienso que toda esta situación tiene un lado positivo porque como soy más analógica que digital por una cuestión generacional, esos meses me obligaron un poco a tirarme a la piscina de las redes sociales, a abrir cuentas en Instagram, Facebook”.

- Ha sido invitada por La Escuela Literaria, con sede en La Laguna, para impartir un taller on-line. ¿El escritor nace o se hace?

“El talento no se puede enseñar pero sí es cierto que si hay técnicas narrativas que se sistematizan y se enseñan, sí que desarrollan sobre todo la capacidad crítica hacia lo que lees y hacia lo que escribes. En este aspecto, los países anglosajones nos llevan ventaja porque este tipo de estudios tienen hasta rangos universitarios. Creo mucho en el trabajo y en la perseverancia, en aprender y desarrollar la mirada crítica”.

- En su caso ¿qué fue primero, la escritora o la periodista?

“Aunque suene raro fue primero la escritora. Nací con una vocación literaria tremenda y, cómo tenía que encaminarla, las vertientes más próximas que tenía para hacerlo eran los estudios de Filología y dedicarme a la docencia o el periodismo. Y tomé el camino del periodismo y no reniego de él porque me ha dado muchas herramientas y vivencias. El periodismo hoy es otra cosa”.

- ¿Otra cosa?

“Va a sonar como a cuento de la abuela Cebolleta pero la generación de periodista precedentes y que tantos buenos periodista tuvo como Man Leguineche, Juan Cruz, Rosa María Calaf, entre otros, tenía principios. Respetaba el Off The Record cuando una fuente te revelaba una información. Era sagrado también contrastar la noticia porque había como un juego de caballeros más profundo al que existe hoy, donde todo va más deprisa. Internet ayuda pero ha transformado el periodismo y a los periodistas”.

- Y ante este panorama ¿hacia donde piensa que debe de encaminarse el profesional de la información?

“Debe encaminarse hacia la reflexión profunda y no tanto a la inmediatez”.

- ¿El periodismo ha condicionado su manera de escribir literatura?

“Pongamos otro verbo que no sea condicionar. Estuve una larga temporada trabajando como periodista en Moscú y allí me di cuenta que había muchas historias que no cabían en la crónica periodística y que por tanto se morían. Resultado de esas historias surgió mi primera novela, Cenizas rojas, que trata sobre el desplome de la antigua Unión Soviética solo que centrado en la vida de uno de los famosos niños de la guerra que fueron repatriados a Moscú durante la Guerra Civil. El periodismo me ha dado cosas buenas como la capacidad de síntesis y la de análisis así como la capacidad de meter el hocico en muchos lugares diferentes, como estar en la casa de un embajador o en un poblado marginal donde se vende droga. El periodismo abre puertas a muchos lugares cuyas historias te alimentan como escritor”.

- Cuentan que dos de las constantes de su literatura son el desarraigo y el exilio.

“No fue digamos una decisión deliberada la de escribir una trilogía o la de trabajar esos temas aunque a posteriori me di cuenta de que el desarraigo y el exilio son como una constante porque aparecen en todos mis libros. En Cenizas rojas cuento la historia de un niño de la guerra al que se traslada a Moscú; Espuelas de papel versa sobre la inmigración que se produjo de las gentes del sur de España a Cataluña en los años 50. En mi tercer libro, Perros que ladran en el sótano, narro la vida de un travestido nacido en el Protectorado de Marruecos que es otra forma de desarraigo. En el fondo, todos somos nómadas porque estamos aquí de paso”.

- La crítica ha calificado su nueva novela, La Forastera como un western. ¿Se siente cómoda con esta etiqueta?

“La verdad es que no me incomoda. Cuando se publicó coincidió con otras novelas a las que calificaron de western como Pequeñas mujeres rojas, de Marta Sanz y Basilisco, de Jon Bilbao, entre otras. En todo caso, ha sido una feliz coincidencia que resulta muy significativa. Me siento cómoda con esa etiqueta aunque cuando escribo no me planteo que lo que voy a escribir sea un western aunque si reflexionas sobre el western sale como resultado un mundo hostil porque refleja historias de la frontera, que suele ser un mundo extremadamente violento pero a la vez hermoso y con cierta dignidad donde el paisaje ayuda mucho, como sucede en La Forastera. Es verdad, de todas formas, que algunos de mis temas son propios del western como la venganza y el peso del propio destino y del paisaje así que no me incomoda que califiquen la novela de western y mucho menos rodeada de tan buena compañía”.

- Curiosamente, el western suele ser un género muy masculino.

“Sí, es verdad, por eso Ángela, la protagonista de La Forastera, responde como una resistente más a ese mundo”.

- Leo un titular en el que anima a hablar del suicidio hasta la saciedad.

“Dicho así puede chocar un poco pero para documentarme para La Forastera leí bastante sobre el suicidio y me reuní con grandes expertos en el tema con el fin de indagar en un asunto que, socialmente, resulta tabú pero los especialistas con los que conversé dicen que debe de hablarse y no esconderlo. Que se te tiene que exponer porque generalmente el suicida da pequeños avisos por lo que se aconseja no convertir el suicidio en un tabú y quitarle el aura romántico, de libertad que tiene porque es rotundamente falso. El suicidio se produce cuando un hombre o una mujer se siente acorralado y se ha limitado su capacidad de raciocinio. Me fío de lo que dicen los psiquiatras”.

- Los protagonistas de algunas de sus novelas son hombres, ¿cómo se mete bajo la piel de estos personajes?

“Es un reto añadido así que lo que procuro es documentarme bien y todo lo que me interesa lo meto en el caldero, entiéndase libros, películas. Cuando estoy en pleno proceso le pregunto a mi hermano y algunos de mis amigos que le parecen los personajes masculinos de las historias que escribo. Pienso, no obstante, que los grandes temas literarios funcionan más o menos igual en hombres como en mujeres”.

- En sus novelas a que da más peso ¿a los personajes o al paisaje?

“En La Forastera el paisaje árido, duro, el sol despiadado, las colinas llenas de olivos del sur de España tienen su peso específico y casi se encarnan en los personajes pero por regla general soy más de personajes que de tramas. En mi cabeza y durante el proceso creativo aparecen antes los personajes que la posibles tramas”.

-¿Y que tiene el sur de España para que esté tan presente en su literatura?

“Por mis orígenes familiares. Mi familia procede de Granada y de Sevilla mayormente por lo que Andalucía ha estado muy presente en mi. Nací en una casa con libros muy contados, recuerdo los de la colección RTV de Salvat y las novelas del oeste de Marcial Lafuente Estefanía pero provengo también de una tradición oral poderosísima. Mi madre, mi abuela, mis tías abuelas me contaban muchas historias legendarias de aparecidos, de los maquis, de rituales, de supersticiones porque la zona a la que me refiero limita Granada con Jaén, un espacio rico en curanderos y supersticiones. Los cortijos son distantes unos de otros, los caminos en esta zona de Andalucía son escarpados, tanto, que hace años el médico no podía asistir a los partos lo que propició que florecieran los curanderos y se creyera en aparecidos y todo esto forma parte de mi, siempre ha estado dentro de mi”.

- Estuvo como periodista en la URSS justo cuando este modelo se desmoronaba.

“Llego justo cuando ya han arriado la bandera soviética del Kremlin y comienza la etapa Yeltsin en el poder. Viví todo el proceso de desmoronamiento del gigante monstruoso que fue la URSS, que dejó de ser comunista tras someterse a un proceso tremendo de privatización de las grandes empresas del Estado soviético. La gente se quedó sin nada por la brutal economía de mercado en la que se vio inmerso el país que hizo caso al dictamen del Fondo Monetario Internacional que recomendó a modo de receta a la antigua URSS una terapia de choque, una transición brutal. Tan brutal que originó que proliferaran las mafias y que los más pobres fueran más pobres. Tanto, que se quedaron sin país, sin patria ni sustento “.

- Son fenómenos muy distintos pero recuerda algo a lo que puede suceder en España con la crisis de la Covid-19 y lo que ahora llaman nueva normalidad.

“Está bien visto porque si bien y como dices son procesos que nada tienen que ver, es verdad que de la noche al día el piso en el que nos sostenemos se tambalea. En mi caso, recuerdo haber visto en Rusia a ancianos vendiendo en la calle las cosas que tenían en casa y a los obreros de las fábricas militares que habían sido desmanteladas por fábricas de cacerolas, venderlas por las calles porque les pagaban el salario con cacerolas. Esto nos obliga a replantearnos qué sucederá y ojalá todo esto sirva para señalarnos hacia donde vamos y qué es esta sociedad que ha dejado que mueran ancianos abandonados, sin asistencia sanitaria. Hemos dejado de priorizar la cultura, la enseñanza y la sanidad, también de preguntarnos qué está pasando con el cambio climático. Son momentos que invitan a una profunda reflexión”.

- Una pregunta técnica. ¿Qué le resulta más difícil empezar o terminar un libro?

“Diría que el comienzo y encontrar la voz ya que más o menos con oficio eres capaz de armar una trama pero encontrar la voz es difícil. Siempre es más difícil enfrentarte a la hoja en blanco que rematar la faena”·

- ¿Recuerda, por último, la primera novela que leyó?

“Las primeras lecturas fueron cuentos infantiles pero la primera novela de la que tengo conciencia lectora es Volvoreta, de Wenceslao Fernández Flórez”.

NUEVA NOVELA

Olga Merino se encuentra trabajando ahora en una nueva novela aunque “la masa esta todavía en proceso de fermentación”, dice. De momento, y mientras deja que las ideas se enfríen, la escritora ha hecho un paréntesis literario y ha explorado su memoria para escribir un diario sobre sus experiencias en Rusia que se basan en las anotaciones que hizo durante su estancia en la antigua URSS. El libro combina así diario con guía de viaje, el ensayo y la crónica personal. El objetivo es redacta una obra “fresca y nada académica de mis años rusos ya que –destaca– en 2021 se cumplen 30 años de la caída de la URSS”.

CUENTOS

Olga Merino explica que el cuento le merece mucho respeto y que le gustaría “algún día” reunir los que tiene escritos en un libro. No obstante, no termina el cuento de convencer a las editoriales españolas, muy reacias al género. “No gusta mucho el cuento”, dice la autora de La Forastera, que explica que en una novela “puedes disimular tus carencias o conquistar al lector por puntos pero el cuento te exige que dejes al lector k.o.”. El cuento, para la escritora y periodista es “un señorito” porque él decide si se deja escribir o no. O de si se trata de “una idea brillante o no”. Con la novela no pasa eso ya que “la puedes enriquecer a lo largo del camino”.

FOTOS: MARTA CALVO

Saludos, foratero en tierra extraña, desde este lado del ordenador

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