Robert Mitchum, todo hombre
La actriz Jane Russell, con la que trabajó en Macao, describió a Robert Charles Durman Mitchum (Bridgeport, Connecticut, 6 de agosto de 1917-Santa Bárbara, California, 1 de julio de 1997) un tipo que era “todo hombre” y como todo hombre, aunque sea políticamente incorrecto decirlo, ha pasado a la Historia del Cine encarnando toda clase de papeles aunque si es por algo recordado entre los aficionados es más por sus interpretaciones de villano y de hombre bueno al que le falla algo por dentro.
Robert Mitchum, que antes de llegar al cine recorrió su país como polizón en los vagones de ganado del ferrocarril, nunca se tomó demasiado en serio eso de ser actor. Le parecía, es más, una ridiculez que le pagaran y tan bien por aquel trabajo pero él no iba a contradecir un mundo tan loco como el que le había tocado vivir. En torno a su vida y su obra se multiplican las leyendas porque si bien pertenece a la estirpe de los últimos actores duros (John Wayne, Gary Cooper, Gregory Peck…) sí que revela en cada uno de los papeles que protagonizó que esconde algo muy frágil en su corazón. Su mirada de ojos caídos ayuda mucho a entender esa debilidad que le sube por dentro y que apenas saca a relucir con una mirada perdida o un suspiro largo y prolongado.
Por estas y otras características a quien les escribe ahora mismo le parece el mejor Philip Marlowe en el cine, y eso que Marlowe contó también con la presencia física de Humphrey Bogart, entre otros actores y que las películas donde Mitchum aborda al personaje creado por Raymond Chandler no son demasiado redondas aunque Adiós muñeca sí que tiene algo del encanto revival noir que se vivió en los años setenta. El sueño eterno, la otra versión, mejor olvidarla y no solo porque se desarrolle en Inglaterra.
Antes de convertirse en estrella y antes de que detestara lo que implica la fama (que te reconozcan en cualquier parte y que todo el mundo tenga la sensación de que te conoce de toda la vida), Robert Mitchum desempeñó varios oficios hasta dar con sus huesos en Hollywood. Cuentan que llegó en el momento preciso y pese a que tuvo que luchar bastante para convertirse en actor principal, casi todo el mundo ya lo conocía cuando dio el salto mortal a estrella de la Meca del Cine.
No creo que haga falta que escriba que Robert Mitchum es uno de mis actores de cabecera y que siempre, incluso cuando hace de villano, quedo fascinado por un actor al que no le hace falta recitar largos monólogos sino mirar a la cámara y entrecerrar los ojos. Se quejaba el buen hombre, que se dedicó también a la canción, de que siempre le daban los mismos papeles por eso así que pienso que crece tanto física como espiritualmente en obras absolutas como La noche del cazador y La hija de Ryan. Y pongo de ejemplo estos dos largometrajes porque en uno y otro interpreta a un personaje radicalmente distinto.
Al ser tan extensa la filmografía de Mitchum hemos escogido solo aquellos trabajos que de alguna forma modulan su carrera en el cine. La mayoría son películas que estimo mucho como espectador y en ellas observarán la variedad de registros que jalona la filmografía de una estrella mayúscula que borda, además de la interpretación, la canción Little Old Wine Drinker Me aunque otros prefieren sus calipsos.
En las imágenes, el señor Robert Mitchum en Retorno al pasado (Jacques Tourneur, 1947); Río sin retorno (Otto Preminger, 1954) que, personalmente, es una de esas películas que me llevaría a una isla desierta y en la que tanto Mitchum como Marilyn Monroe se encuentran en estado de gracia; La noche del cazador (Charles Laughton, 1955) donde fabrica a uno de los villanos más recordados de la Historia del Cine… solo basta verlo entrelazando los dedos para entender la delgada línea roja que separa el amor del odio; Sólo Dios lo sabe (John Huston, 1957), que protagonizó con Deborah Kerr y relación cinematográfica de la que saltan chispas; Más allá de Río Grande (Robert Parrish, 1959); El Cabo del Miedo (J. Lee Thompson, 1962), donde vuelve a interpretar a un villano de pesadilla; Cualquier día en cualquier esquina (Robert Wise, 1962), que es una de las películas románticas más hermosas y auténticas que he visto hasta la fecha; El Dorado (Howard Hawks, 1966), donde interpreta al sheriff borrachín que interpretara también y tan bien Dean Martin en Río Braov; La hija de Ryan (David Lean, 1970), que es otro de esos largometrajes donde el actor demostró a los papanatas que además de estrella tenía el don de la interpretación; The Yakuza (Sidney Pollack, 1975), un canto a la amistad y a la unión de dos culturas tan diferentes y opuestas como son las norteamericana y la japonesa además de ser un estimable filme de gángster; Adiós, muñeca (Dick Richards, 1975), en la que se convierte en el mejor Philip Marlowe de la Historia del Cine con permiso de anteriores y posteriores actores que encarnaron al mismo personaje creado por Raymond Chandler; la miniserie Vientos de guerra (Dan Curtis, 1983); El Cabo del miedo (Martin Scorsese, 1992), versión que no supera pero casi iguala a la original donde aparecen Mitchum y Peck como personajes secundarios para rendir justicia al filme de J.L. Thompson y Dead Man (Jim Jarmusch, 1995), un extraño western rodado en blanco y negro por ese curioso cineasta autista al que si bien no profeso devoción digamos que aprecio de tanto en tanto.
(*) Esta entrada se subió a Facebook el mismo jueves 6 de agosto de 2021. Decidimos incluir una sola imagen en el blog para no agobiar a futuros lectores. La fotografía corresponde a La noche del cazador (Charles Laughton, 1955). Gracias por su comprensión.
Saludos, gente, desde este lado del ordenador