La cavernícola que corrió bajo las faldas del Teide y el galán que tuvo madre canaria
Se llama Jo Raquel Tejada (Chicago, 5 de septiembre de 1940) aunque quienes la recuerdan la conocen como Raquel Welch o “el Cuerpo”, apodo que le pusieron porque su aspecto físico cortaba la respiración de legiones de hombres y de mujeres también, fascinados al verla corretear por Las Cañadas, Tenerife, en un ajustadito biquini de piel perseguida por cavernícolas y bestias antediluvianas bajo la sombra, asombrada cabe decir, del Teide.
La película para quien no la recuerde es una producción de la respetable Hammer bajo el título de Hace un millón de años (Don Chaffey, 1966) y sus huellas, comentan los que aún recuerdan los pasos de la Welch por las islas, deben de conservarse aún bajo las faldas del volcán dormido aunque eso, como dijo el-que-todo-lo-sabe, es otra historia.
La vinculación con Canarias no termina aquí, sin embargo. Si tomamos la máquina del tiempo y viajamos al Hollywood de los años 50 descubriremos a la por aquel entonces Raquel Tejada como ganadora de un concurso de belleza que se celebra en la Feria Anual de San Diego y en la que actúa como maestro de ceremonias bajo el nombre de Don Diego un tipo llamado a que se escriba su biografía: Domingo Hernández Bethencourt, nacido en el Puerto de la Cruz y actor de reparto (de una frase o dos) y con el nombre artístico de Tom Hernández en películas de aquel entonces como El ídolo de Acapulco o Los cuatro jinetes del apocalipsis. Su hermano, Pepe Hern, de nombre artístico, también desarrolló una discreta carrera cinematográfica que, para no abrumarles con datos, cuenta con incursiones en el cine y la televisión.
El objeto de estas líneas es, no obstante, rendir homenaje a una mujer que además de resultar explosiva hizo historia en el cine no solo porque correteara delante de los dinosaurios sino porque protagoniza junto al actor Jim Brown, ex estrella del fútbol americano, una de las primeras escenas de sexo interracial de la Historia del Cine en 100 rifles (Tom Gries, 1969), un más que estimable western rodado en pleno declive de un género que no termina de marcharse al otro mundo.
El otro actor vinculado con estas islas en las que nací y que cada día entiendo menos es Gustavo Rojo Pinto (Océano Atlántico, 5 de septiembre de 1923-Ciudad de México, 22 de abril del 2017) , galán del cine mexicano e hijo de la escritora y activista Mercedes Pinto (La Laguna, Tenerife; 12 de octubre de 1883-Ciudad de México, 21 de octubre de 1976), una señora que nació con lo que hay que tener y autora, entre otros libros, de Él, obra canónica de denuncia sobre los malos tratos y que inspiró a Luis Buñuel para rodar una muy especial adaptación cinematográfica.
Gustavo Rojo, su hijo, creció así en un ambiente cultural envidiable que le sirvió para cultivar la cabeza y el cuerpo porque este post va hoy de Cuerpos.
Estrella de telenovelas, interpretó en el cine al guerrero canario Bentejuí en Tirma (Paolo Moffa y Carlos Serrano de Osma, 1953), personaje que se enfrenta a un capitán castellano (Marcello Mastroianni) por el amor de una mujer, Tirma (Silvana Pampanini), durante la larga y costosa conquista de Gran Canaria en el siglo XV.
Como película no vale mucho pero como documento social e histórico es un trabajo al que recurrir una y otra vez para conocer de cerca cómo se intentó vender a las islas como lugar idóneo para rodar películas.
¿Les suena la historia?
Saludos, agur, desde este lado del ordenador