El actor accidental

Antonio Rebollo llegó al cine por accidente como muchos otros compañeros de generación. Aragonés como Luis Buñuel, Rebollo nació en el seno de una familia acomodada y se educó en los mejores colegios. En uno de ellos, de curas, aprendió a manejarse bien con el latín, un destello que anunciaba su más tarde desarrollada capacidad para hablar varios idiomas (inglés, francés e italiano) que le abrió las puertas del cine europeo como actor de reparto.

Si IMDb no engaña, intervino en dieciocho películas, algunas de ellas consideradas de culto, y fue uno de los actores habituales del que probablemente sea el cineasta todoterreno español más famoso de la Historia del cine: Jesús Franco. O Jess Franco, hombre del que Rebollo, a partir de ahora Tony Skios, su nombre artístico, guarda muy buen recuerdo y con quien llegó a trabajar en una decena de películas con títulos tan extravagantes como Trampa sexual (1978); La noche de los sexos abiertos (1983) y El siniestro doctor Orloff y Bahía blanca (ambas de 1984) que fueron las dos últimas películas de su carrera en el cine.

Skios se recicló a finales de los 80 en empresario de hostelería abriendo locales de ocio en distintos puntos de la península hasta recalar en Los Cristianos (Tenerife), donde comparte negocio con uno de sus familiares.

No le tiembla la voz cuando recuerda su experiencia bajo los focos pero sus recuerdos salen disparados como las balas de una ametralladora. El sol del sur de Tenerife mientras tanto casca sobre las mesas de la terraza de su local, adquirido a un italiano hace ya un puñado de años y que sigue llevando el mismo nombre que entonces, Olaf. Algunas de las mesas están ocupadas por extranjeros que apuran la primera cerveza del día aunque son pocos –dice Tony Skios– comparado a hace dos años.

Los meses de confinamiento en 2020 y la difícil recuperación económica que atraviesa el país por la pandemia se materializa en este local del sur de la isla que lleva un hombre que ronda los setenta años pero que sigue siendo un chaval cuando uno se sienta a conversar con él. Por cierto, el café que sirven en Olaf no tiene nada que ver con otros que se toman en esta zona turística de Tenerife. Es excelente.

Antonio Rebollo antes de entrar en el cine fue modelo de alta costura, trabajo que lo llevó a Cannes, en la Costa Azul francesa, donde conoció a una actriz italiana. Ambos fueron objeto de un reportaje que se publicó a doble página y con fotografías donde la actriz afirmaba que su acompañante, todavía no era Tony Skios, se trataba de un actor. “Pero no lo era”, dice Rebollo/Skios, a quien llaman de una productora tres días después de la publicación del artículo en una revista para “hacerme una prueba. Les dije que no era actor pero les daba igual”, recuerda. “Conseguí un contrato y empecé a hacer cortos”.

El trabajo en este formato cinematográfico le dio la seguridad que necesitaba para enfrentarse a las cámaras, lo que le decide dejar Italia para regresar a España donde contacta primero con Pilar de Molina y poco después con Damián Rabal, hermano de Francisco (Paco) Rabal, como representante artístico.

“Y allí empieza mi carrera, que fue accidental. Comencé a estudiar interpretación y danza, que ya había iniciado en Italia hasta que me contratan como actor para La luz del fin del mundo (1971)”, un filme que dirige Kevin Billington con Kirk Douglas, Yul Brynner y Samantha Eggar que se rodó en Cadaqués, un pueblecito de la Costa Brava de Cataluña donde vivía entonces Salvador Dalí.

La luz del fin de mundo adapta una novela de aventuras de Julio Verne, se desarrolla en 1865 en el Cabo de Hornos y la protagonizan unos piratas que en el largometraje están a las órdenes de Konge (Yul Brynner) que asaltan un faro en una isla rocosa donde asesinan a todos los hombres, excepto a Will Denton (Kirk Douglas), que logra escapar. El plan de los piratas consiste en apagar la luz del faro para que los barcos se estrellen contra los arrecifes y poder adueñarse después del botín.

Tony Skios interpreta a Santos, uno de los piratas argentinos, junto a otros grandes secundarios del cine multinacional que se rodó en España en los 70 como el italiano Aldo Sambrell y el español Víctor Israel. Fernando Rey fue otra de las grandes estrellas que participa en este filme que intenta pasar la Costa Brava por el Cabo de Hornos con resultados irregulares aunque se trata de una sólida producción que contó con tres unidades de rodaje. “En la película salgo siempre al lado de Jean-Claude Drout”, actor de origen belga muy conocido aquellos años en los países de habla francesa por ser el protagonista de una popular serie de televisión.

Tony Skios trabajó mucho en España pero no necesariamente demasiado en el cine español. La razón era crematística. Trabajar para fuera se pagaba en dólares mientras que hacerlo en casa no. Además, el cine español de aquellos años era muy pobre, en el oficio se conocía como el que daba de almorzar un bocadillo de anchoas con una botella de cerveza. Esto da una idea de cómo se encontraba entonces la raquítica industria nacional.

A comienzos de los 70 y antes del rodaje d e La luz del fin del mundo, Tony Skios había interpretado a un oficial del ejército boliviano en una serie de televisión sobre Tamara Bunke, la guerrillera que apoyó a Ernesto Che Guevara en su desventura boliviana finales de los años 60.

La serie para televisión no se rodó en Bolivia sino en España aunque fue gracias a este rodaje donde el director de La luz del fin del mundo se fijó en él y lo contrató para el largometraje que significó su debut en el cine.

De aquella experiencia en Cadaqués dice que Salvador Dalí quiso hacerle un retrato “pero me comentaron unas cosas que no me convencieron para que lo hiciera” aunque sí que asistió a algunas de las fiesta que celebró el artista de cuidados bigotes cuyas puntas empapaba en miel para atraer a las moscas y que afirmó categóricamente que “Picasso es comunista. Yo tampoco”.

Respecto a las grandes estrellas que participaron en aquel rodaje recuerda como “un grosero” a Kirk Douglas y un hombre extremadamente correcto a Yul Brynner.

¿De dónde viene Tony Skios?

Se le ocurrió, dice Antonio Rebollo aunque todo los que lo conocen lo llaman Tony, por la pequeña isla griega de Skiros donde rodó el primer corto de su carrera. El nombre le pareció que tenía gancho y se lo apropió quitándole la erre. Durante un tiempo lo confundían en el oficio con un especialista “muy bueno” que se llamaba, precisamente, Skiros.

Los años 70 fueron años muy notables en la carrera cinematográfica de Tony Skios. Rodó prácticamente todo tipo de películas de explotación, lo que incluye terror, espaguetis western, de misterio y policíacas y eróticas, género este último en el que conoció a Jesús Franco y con quien rodaría una decena de largometrajes. Skios cuenta también en su filmografía con un Tarzán, Tarzán y el tesoro Kawana (José Truchado, 1975), en la que trabajaban José Luis Ayestarán, Loreta Tovar, Isabel Luque y Frank Braña (otro grande de los actores de reparto españoles internacionales de aquellos años y hombre que tras retirarse pasó una larga temporada en Gran Canaria). La película se rodó en Costa de Marfil bajo un calor infernal y rodeados de mosquitos pero fueron días, resume, “de aventuras”.

Otra rareza en su filmografía, o uno de esos títulos que pondrían los colmillos largos al mismísimo Quentin Tarantino –reconocido kamikaze de vídeo club– es Bloodbath / El cielo se cae / Las flores del vicio (El cepo) (Silvio Narizzano, 1979) no tanto por lo que cuenta, un grupo de norteamericanos y británicos que se han autoexiliado en un pequeño pueblo español realizan extraños rituales, sino por un reparto en el que se encuentran actores como Carrol Baker, Dennis Hopper y Richard Todd junto a los españoles Imma de Santis y Tony Skios como Simón.

A las órdenes de Ramón Torrado protagoniza Guerreras verdes en 1976, un filme sobre la Guardia Civil con Carmen Sevilla y Sancho Gracia como estrellas. En el filme trabajaba también un actor por el que Skios siente admiración, Agustín González. En esta película aprendió que los actores se motivan cuando escuchan el silencio y dice que, ya desde entonces, a Carmen Sevilla se le hacía muy difícil memorizar sus textos pero si hubo un director con el que trabajó de manera habitual fue Jesús Franco. Diez películas en total y en una de las etapas más productivas del estajanovista cineasta con el que rodó varias películas eróticas con Lina Romay, la compañera sentimental de Franco, como actriz protagonista. Esta situación produjo momentos incómodos “al rodar las escenas en las que tenía que acostarme con ella”, más en unas cintas que contaban con dos versiones, una suave para España y otra explícita para el mercado internacional.

“Jesús Franco fue un tipo fantástico dentro como fuera de rodaje. Era extremadamente amable y correcto y sabía lo que hacía detrás de las cámaras”, explica.

Tony Skios trabajó también para Pedro Masó en Las colocadas (1972) que fue una de sus primeras películas y un filme donde comparte cartel con actrices como Teresa Gimpera, Tina Sáinz y La Contrahecha. En esta película “hacía de hijo de Gemma Cuervo y Antonio Casas” y como muchas de las cintas de aquellos años, el filme mezcla drama y humor para contar la vida de tres amigas que se han enamorado de tres hombres casados. Una se encuentra en estado y el responsable no quiere saber nada de ella. De este filme, Tony Skios recuerda “la mala leche” de Pedro Masó y que en un día en que La Contrahecha no pudo asistir al rodaje fue el mismo Masó quien le dio la réplica en una toma del filme.

En cuanto a sus incursiones en el espagueti western, Tony Skios trabajó en El desafío de Pancho Villa (Eugenio Martín, 1972), con Telly Savalas haciendo del legendario revolucionario mexicano.

Uno podría pasarse el día escuchando la batería de anécdotas y experiencias que acumula Tony Skios. Y eso que ha llovido desde entonces, cuarenta años que parecen que no son nada pero que son muchos. Comenta que no ha vuelto a ver ninguna de las películas en las que intervino pero sí recuerda los rodajes y cómo conoció a algunos de los grandes del cine norteamericano y europeo de aquellos años.

Casado tres veces y tras ganar “bastante dinero como actor”, a la muerte de Franco en noviembre de 1975 Tony Skios decide dejar el cine y dedicarse a la hostelería. Primero con un pub, el Coco Loco, en Mojácar (Almería) cuando rodaba Bloodbath en la que interpretaba al acompañante de Carrol Baker; luego probó en otros puntos de la costa española como Altea (Alicante) porque en aquellos años “ya no había casi industria del cine en España”.

Viaja primero a Tenerife en 1982, visita La Gomera y de paso por Los Cristianos descubre la terraza que es el negocio que lleva y… hasta ahora.

No se queja. Podía haberle ido peor como sí le pasó a algunos de sus compañeros del cine pero con todo “echo de menos aquello. El estar activo para poder rodar. Lo de pasar de actor a empresario fue un cambio de 90 grados pero muchos de mis compañeros lo están pasando ahora muy mal”.

La nostalgia sin embargo sigue llevándola por dentro. No tanto por los rodajes que dieron como resultado películas que acabaron exhibiéndose en programas dobles de cines de barrio y más tarde en carnaza de vídeo club sino por la gente que conoció. Tony Skios fue un asiduo a la tertulia de Francisco Rabal en el hotel Wellington de Madrid y amigo de dos secundarios del cine de aquel tiempo: Aldo Sambrell y Frank Braña. Recuerda a Samantha Eggar “como una mujer fabulosa” y también a… Eran otros tiempos y otro cine que, como lágrimas en la lluvia, estaba condenado a desaparecer de la memoria cinéfila.

¿Cómo era trabajar en el cine de aquellos años?

“Era muy divertido y pagaban bien”, dice mientras la cámara funde a negro.

Saludos, mil gracias Ginés de Haro Brito, desde este lado del ordenador

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