Juan Padrón, el mambí

Tras el triunfo de la revolución cubana, y como en otros procesos revolucionarios, hubo un periodo de gran actividad artística que puso al país y a sus creadores en la vanguardia de América y también más allá del continente. Este momento de intensa actividad creadora situó a Cuba en el mapa de la cultura y mostró al mundo que no solo de música se alimentaba una nación que, ya entrada la década de los sesenta, se enfrentó abiertamente contra el enemigo del norte: los Estados Unidos de Norteamérica.

Entre las artes que vivieron su particular revolución en aquel periodo de frenética actividad creadora destaca la literatura, la pintura y el cine. Y en cine destaca además la aportación del guionista y dibujante Juan Padrón, una especie de Walt Disney caribeño que insufló –afortunadamente sin la venenosa ni engañosa sensiblería de su homólogo estadounidense– aire fresco a la por aquel entonces aún pionera industria del dibujo animado en Cuba.

Sobre todo este proceso habla el mismo Juan Padrón en Mi vida en Cuba (Reservoir Books, 2021), la autobiografía dibujada (no podía ser de otra manera) de uno de los grandes maestros de la animación latinoamericana.

El relato de su vida está narrado con notable sentido del humor y las ilustraciones que reproducen algunos momentos claves de su vida multiplican si cabe la intensidad de una obra gráfica en la que resulta no muy difícil meterse en ella. La vida de Juan Padrón parece en este sentido la vida de alguno de los simpáticos personajes que salieron de sus lápices ya que incluso los poco momentos desgraciados que relata se observan siempre desde una perspectiva afortunadamente cómica.

¿No fue Boris Vian quien dijo que había que reírse porque era la única manera de tomarse las cosas en serio? Esa reflexión la tomó al pie de la letra Juan Padrón, quien proyectaba contar la gran aventura de su vida en dos libros.

Desgraciadamente, la muerte vino antes por lo que solo se puede disfrutar del primer volumen de unos recuerdos que tienen sobresaliente interés no solo para los aficionados al cine de Juan Padrón sino también para investigadores en la obra de su protagonista así como de los que se preocupan por conocer cómo fueron los primeros años de la revolución cubana (ya fuera del armario al revelar a sus ciudadanos y al planeta su carácter socialista) y la vida cotidiana que se vivía en el país antes y después del intento de invasión por playa Girón de un grupo de exiliados cubanos respaldados por los Estados Unidos de Norteamérica.

Quizá sean estos momentos cotidianos los que más me han interesado de un libro que refleja cómo se adaptaron los cubanos a un sistema radicalmente distinto al que habían conocido. También a entender el largo y laborioso proceso con el que el país fue asumiendo su nueva identidad socialista.

Otros de los atractivos de Mi vida en Cuba es conocer cómo era el universo de los caricaturistas cubanos en plena efervescencia revolucionaria. Y descubrir que uno de sus compañeros de trabajo fue un tal Silvio aficionado a tocar la guitarra pero no sé, ya que no se explica, si se trata del cantautor más conocido junto a Pablo Milanés de lo que fue la Nueva Trova Cubana.

Juan Padrón recuerda en sus memorias cómo se las arreglaron para seguir dibujando a medida que la escasez iba extendiéndose por toda el país y el nacimiento de una de sus criaturas más famosas: Elpidio Valdés, el mambí que trae de cabeza al ejército español a finales del siglo XIX. Y el primer personaje de dibujos animados que con acento cubano logró entretener a generaciones de cubanos que hasta ese entonces habían sido sometidos a la tortura de la animación que venía de los países del Bloque del Este.

Juan Padrón cuenta en estos recuerdos con forma de historieta cómo fue su salto al cine, industria a la que aportó otras criaturas felices y legendarias como los vampiros del largometraje animado Vampiros en La Habana, hoy uno de los grandes clásicos del cine cubano aunque en su momento tuvo que sortear la férrea censura revolucionaria impuesta por el régimen castrista.

El libro cuenta con un prólogo de Mauricio Vicent, corresponsal de el diario El País en Cuba, y un hermoso y emocionado epílogo que firma Alberta Durán, esposa de Juan Padrón. En ese texto explica la intención de su marido de continuar con estas memorias justo donde finaliza Mi vida en Cuba aunque ya no podrá ser.

Se trata de un libro muy recomendable no solo para conocedores de la obra del dibujante y guionista sino también para los que buscan explorar la realidad de un país que, como Cuba, sigue ahí, combatiendo a sus enemigos como Elpidio Valdés, el mambí.

Saludos, hasta la victoria ¡siempre!, desde este lado del ordenador

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