Los republicanos que no se exiliaron, memorias de José Mª Aroca

“El señor L… era el Jefe de Servicios. Llevaba muy poco tiempo en la Modelo. Natural de las Islas Canarias, durante la guerra había luchado en el Ejército de Franco, ascendiendo a comandante provisional. Posteriormente, había aprovechado una opción para ingresar en el Cuerpo de Prisiones, con la categoría de Jefe de Servicios”.

(Los republicanos que no se exiliaron, José Mª Aroca, Ediciones Acervo, 1969)

Apenas hay rastro de José Mª Aroca en Internet. Una lástima que es a su vez un atractivo porque eso significa que hay que reconstruir su biografía a partir del testimonio que ofrece en Los republicanos que no se exiliaron y en lo muy escaso que he logrado encontrar en la red. Por lo que narra en el libro, desde muy joven se hizo anarquista y como comisario político combatió durante la Guerra Civil hasta ser detenido por el ejército nacional cuando la II República sucumbió a finales de mayo y el primero de abril de 1939. Esta información es la que facilita en sus memorias, al margen de lo que se desgrana en las mismas, podría ser también el traductor (pero no es terreno demasiado sólido) de varias novelas de ciencia ficción, muchas de ellas publicadas en Acervo que es el mismo sello que edita Los republicanos que no se exiliaron. Pero se trata de una especulación y como tal debe de tratarse.

Escrito y publicado a finales de los años 60, Los republicanos que no se exiliaron no es un título que se corresponda a la realidad de las páginas. En todo caso, debería de titularse Un republicano que no se exilió. Si se lee estos recuerdos, no se exilió porque no pudo marcharse de España cuando el ejército rebelde se hizo dueño de la situación pero no desmerece este “olvido” los contenidos de una obra que resultará muy interesante no solo para los lectores que tienen por costumbre leer libros de nuestra Guerra sino también para los que quieran conocer cómo sobrevivieron los que cumplieron condenado durante el régimen franquista y cómo alguno de ellos consiguieron el indulto tras cumplir su pena. Muchos de ellos, entre otros el protagonista de la obra, la redujo con trabajos “voluntarios”.

José Mª Aroca tras ser detenido en Barcelona fue juzgado por un Tribunal Militar y condenado a muerte. Tras ser perdonado de la Pena Capital, el autor pasó por diversas cárceles, recuerdos que describe en este libro que no es otra cosa que la crónica de su experiencia carcelaria. Una experiencia privado de libertas que escribe sin nostalgia ni rencores. El libro cuenta también cómo volvió a integrarse en la sociedad. Una sociedad que no dejaría de verlo como un enemigo hasta muchos años después.

Entre los aportes que se pueden encontrar en este libro está la situación en la que vivieron los presos de las distintas formaciones políticas en las cárceles catalanas finalizada la contienda. Por un lado, los anarquistas, que miran con recelo a los comunistas con los que comparten la penuria del encierro. Por el otro, algunos falangistas y menos, mucho menos, miembros de otros partidos políticos.

El escritor narra con frialdad los distintos penales donde cumple condena y en los que pasó angustia. La angustia de que a medianoche lo fueran a buscar para darle el paseo. Cuando llega la oscuridad, relata, y en la madrugada, solían sacar de las celdas a varios presos que no volverían a ver nunca más. El autor describe cómo ese miedo a ser el próximo corroe la moral de los hombres y ese miedo contagia a veces al lector aunque el estilo del narrador se mantenga en todo momento distante de lo que cuenta. Tampoco rehuye criticar el nuevo régimen que se ha impuesto en España tras la Guerra Civil y la que considera nueva hipocresía que domina ahora un país que hace apenas unos años atrás se quebró en dos mitades que sus nietos no quieren que reconcilien.

La tarea de reconstrucción, cómo se organizaban los anarquistas bajo estas condiciones y su enfrentamientos con otros miembros de grupos políticos con los que hacen vida de cárcel son los grandes motivos sobre los que pivotea un libro que sin ser perfecto, no cae afortunadamente en ganarse las lisonjas de sus captores ya que a lo largo de sus páginas si algo destaca es que su protagonista frente al vacío es capaz de salir adelante. Aprende a moverse en un universo tan cerrado como fue el carcelario de la postguerra y a ceder, finalmente, ante el vencedor tras cumplir casi diez años privados de libertad.

Libre de mente y corazón, Aroca insiste en asegurar a lo largo de estas memorias que salió como el anarquista que entró por primera vez en una cárcel franquista de 1939. El libro no deja de todos modos de ser un amargo retrato sobre el fracaso y la frustración de la derrota. También del final de un sueño y de la descomposición de una España que ya no volvió a ser la misma.

La portada del libro puede llamar a equívocos, pero hay que tener en cuenta el año y sobre todo la editorial que publicó el libro. Un texto que cuenta al final con un apéndice que reproduce las disposiciones penales y concesión de indulto que es necesario leer ya que, aunque no se sea jurista, sirve para entender cómo se las gastó la ley de los vencedores.

A modo de conclusión, no es que Los republicanos que no se exiliaron sea un gran libro pero tampoco es uno de los peores que se escribieron de un lado y del otro cuando finalizó aquella odiosa Guerra. Logra, además, hacerse una idea de cómo lo pasaron los que la perdieron, y cómo las divisiones internas entre los distintos grupos políticos acabaron por carcomer los cimientos de una República que no pudo llegar a estar bien atada. Ilustra bastante bien sobre un período tan triste en la Historia de una España que solo puede imaginarse hambrienta y en blanco y negro.

Saludos, negras tormentas…, desde este lado del ordenador

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