Madrid era una fiesta, una novela de Pedro Herrasti
Las aventuras de Jorge Blanco comenzaron hace ahora ocho años con la publicación de Capitán Franco, una novela que recogía las supuestas memorias de su protagonista, un pusilánime que por esos caprichos de las naturaleza termina en el ejército español combatiendo en África junto a un por aquel entonces jovencísimo Francisco Franco, que también pone precio a su vida en territorio tan hostil.
El personaje, inspirado sin lugar a dudas en esa feliz creación que fue Harry Flashman, del escritor escocés George MacDonald Fraser, regresa ahora en Madrid era una fiesta. El escritor, Pedro Herrasti, ha procurado seguir la secuencia cronológica, ambientado la historia en 1924, solo que cambia el escenario de la guerra de la primera por la felicísima capital de España de aquel año.
Las trincheras del frente africano desaparecen así en favor de las tabernas donde se vende vino peleón y se asiste al despegue económico de un país que en plena dictadura (dictablanda para muchos) de Miguel Primo de Rivera, padre del que sería fundador de Falange Española, José Antonio, acogió uno de los proyectos educativos más renovadores del por aquel entonces y mucho me temo que ahora mismo, vivió España: la Residencia de Estudiantes.
Precisamente será la Residencia de Estudiantes uno de los escenarios de la novela; entorno en el que nuestro protagonista conocerá y se irá de francachelas con algunos de los compañeros que allí residían como Luis Buñuel, Federico García Lorca, Salvador Dalí y Pepín Bello, a quien se le debe precisamente la frase que da título a esta novela: Madrid era una fiesta.
El retrato de cada uno de ellos es uno de los atractivos que presenta el libro, ya que a muchos les sorprenderá cómo los ve y cómo los entiende Jorge Blanco. Si ya en Capitán Franco su mirada sobre Miguel de Unamuno no resultaba benevolente, su descripción de Buñuel, futuro cineasta, es demoledora al presentarlo como un bruto. Que nadie se llame a engaño, sin embargo, ya que Herrasti a través de su personaje solo se limita a reproducir cómo se describe a sí mismo Buñuel en sus deliciosas memorias Mi último suspiro.
La mirada de Jorge Blanco sobre Lorca raya, por el contrario, en la admiración, no así en el caso de Dalí, un artista tímido que cuando gana confianza se vuelve tremendamente caprichoso. Asoma, de hecho, esa excentricidad por la que sería conocido posteriormente. Estos son solo alguno de los coprotagonistas de un libro donde se mezclan personajes de ficción con reales, otro de ellos es Juan Negrín y el mismo Miguel Primo de Rivera, un militar al que le gustaban demasiado las mujeres.
Si se compara con Capitán Franco quizá sea Madrid era una fiesta la novela más fraseriana de Herrasti sobre este cronista de una España en la que hoy apenas nos reconocemos. Se escribe fraseriana porque el escritor ya no tiene que explicar el origen del personaje sino dejarlo suelto en un escenario histórico que por los motivos expuestos y otros muchos resultan tremendamente atractivo.
Si el autor de Flashman se servía de su protagonista para desmitificar las glorias del Imperio Británico de la segunda mitad a finales del siglo XIX, Pedro Herrasti se sirve de Jorge Blanco (supuesto abuelo del autor) para desmenuzar y de paso contemplar con otras lentes momentos claves en la Historia de España del pasado siglo así como la de radiografiar a algunos de los grandes hombres y mujeres que estuvieron ahí, en ese Madrid indómito, en plena revolución social e intelectual que auguraba un futuro que, al final, no pudo alcanzarse.
Jorge Blanco debe entenderse así como la respuesta española a Harry Flashman, una versión bastante fiel a su original. En este sentido, si en las novelas de MacDonald Fraser el personaje está basado en un tal Flashman real que aparece en la obra Tom Brown’s School Days (1857), Blanco no iba a ser menos, y se inspira en un militar corrupto con el mismo nombre y apellido que aparece en ese libro de obligada lectura que es La forja de un rebelde (1951), de Arturo Barea.
La trama de Madrid era una fiesta se inicia cuando Jorge Blanco se aloja en la Residencia de Estudiantes para investigar un asesinato que se ha cometido en sus jardines. Nadie sospecha que nuestro ¿héroe? Trabaja para la policía, lo que le permitirá en compañía de sus nuevos amigos conocer las interioridades del Madrid nocturno de aquella época y de paso formar parte de grupúsculos anarquistas, visitar tabernas que no cierran y pasar hasta el amanecer veladas rodeado de mujeres de vida alegre en los variados burdeles que existían entonces en la capital de España.
En su itinerario golfo y sentimental, Blanco se tropezará con un maniático Juan Ramón Jiménez, sugerirá el nombre de Acción Republicana al mismísimo Manuel Azaña y tendrá que “sufrir” el acoso de Victoria Kent entre otros ilustres protagonistas de aquel Madrid alegre y juvenil.
Como Capitán Franco la novela se deja leer con agrado y probablemente haga soltar una risotada al lector en muchos de sus capítulos. Está escrita con oficio, el escritor ya conoce el territorio en el que se mueve y, sobre todas las cosas, sabe manejar a Jorge Blanco, un personaje que “forma parte de su familia”.
Solo se me ocurre un pero a esta novela y es que no sepamos cuándo aparecerá la tercera entrega de las memorias de Jorge Blanco. Tiemblo al pensar el tiempo que separa la primera, Capitán Franco, de la segunda, este Madrid era una Fiesta… ¿Ocho años?, ¿tanto?
Que los dioses no lo quieran.
Saludos, se dijo, desde este lado del ordenador
Marzo 24th, 2022 at 0:55
Siempre es un placer leer su blog. Flashman es un personaje que siempre me entretuvo y me sigue entreteniendo. Su participación en Islandlwana es, como en la mayoría de los otros eventos en los que se vió involucrado, inolvidable. Gracias a usted, he comprado esta novela que no sabía había sido publicada. Capitán Franco me gustó, pero no tanto como algunas de Fraser. Un saludo desde este lado del Atlántico.
Marzo 24th, 2022 at 14:26
Ya me contará que le pareció. Abrazos desde este lado del ordenador.