Tito Expósito: “Hace falta que las instituciones sepan que la industria cultural debe vertebrarse con solidez”

Por Yolanda Delgado Batista

Corrían los años noventa cuando nació Baile del Sol, una editorial canaria que, pese a tiempos revueltos y a su condición insular, ha logrado convertirse con los años en un sello con proyección internacional. Mantenerse en el mercado, en especial cuando se trata de una editorial independiente resulta un acto de resistencia verdadera, la mayoría no logra sobrepasar la franja maldita de los cinco años. Los lectores no somos del todo conscientes de la importante labor cultural que desarrollan. Gracias a ellas, tenemos la oportunidad de descubrir voces literarias venidas de todo el mundo y de todas las épocas. Libros que por razones de rentabilidad, quedan excluidos de los catálogos de los grandes grupos. Es por ello que hemos querido conversar con el editor Tito Expósito y celebrar el treinta cumpleaños de Baile del Sol. Con él y con todas aquellas personas que la hicieron posible.

- Años 90. Un grupo de jóvenes se lanzan a montar una editorial independiente, pero no en Madrid ni en Barcelona sino en la isla de Tenerife. ¿Me lo explica?

“Ese grupo de jóvenes estaba formado por individuos inquietos culturalmente que no tenían una válvula de escape donde poder sacar adelante sus trabajos, ya fueran poéticos, narrativos, musicales o pictóricos. Algunos de nosotros veníamos de la edición de fanzines y de publicaciones caseras de cuadernos poéticos o cintas musicales. Así nace la editorial, dejando a un lado esa etapa fanzinera y cambiando el foco hacia un trabajo más profesional y que se pudiera encontrar en las librerías. Queríamos salir de nuestro círculo underground y posibilitar la llegada de nuestra obra a otros posibles lectores”.

- ¿Qué recuerdos guarda de aquellos comienzos?

“Sobre todo, mucha ilusión, pero también mucho trabajo, mucha manualidad, muchos tropiezos y demasiada ingenuidad”.

- ¿Qué sintió cuando tuvo el primer libro entre las manos? ¿Cuál fue?

“Una sensación de triunfo, pero también de que había que cambiar un montón de cosas para llegar a ofrecer un buen producto, tanto literaria como estéticamente. Aunque sacamos dos títulos a la vez, el primero sería El grillo rojo, una novela corta de Juana Santana”.

- Veinte años son nada, dice la canción, aunque me da el pálpito que treinta para una editorial pequeña es una eternidad. ¿Ha hecho balance?

“Cada equis años hago balance, y pasan por mí todos estos años, con sus respectivos altibajos. Solo el esfuerzo personal y el de las personas allegadas han hecho posible que el sueño se haya hecho realidad”.

- Supongo que más de una vez ha pensado en tirar la toalla. ¿Por qué? ¿Qué tipo de soporte necesitan editoriales como la suya?

“Por supuesto, incluso la toalla ha llegado hasta el suelo en un par de ocasiones, pero aun esas veces la he vuelto a recoger y he iniciado una nueva etapa, con nuevas personas o en solitario. En estas islas, como supongo que en cualquier otra parte, editoriales como la nuestra siempre van a necesitar recursos que no son propios, ya sean de ayudas a la traducción, ayuda de compra de ejemplares para bibliotecas públicas, etc. Desafortunadamente, el libro no es un deporte que practique una inmensa mayoría. También hay que contar que las grandes editoras tienen los medios para copar tanto los estantes en las librerías como para publicitarse o difundir su catálogo, cosa que para nosotros es un acantilado insalvable. Para poder existir, tenemos que apostar por explorar y encontrar nuevos autores y obras y arriesgar en caladeros que las grandes no hayan esquilmado. Siempre hay ejemplos de pequeñas editoriales que salen adelante porque llevan a cabo una buena gestión empresarial y la elección de su catálogo logra penetrar en el público lector. Ahí está el ejemplo de Impedimenta, Blackie Books y algunas otras”.

- Cuénteme un momento dulce como editor.

“Te puedo contar dos especialmente. El primero, la consecución del premio que daba el Cabildo de Tenerife al libro mejor editado. Se trata de Violeta y otras cosas primeras, de José Manuel Hernández, hecho casi artesanalmente por muchos amigos, entre ellos el propio autor y su familia. Cada cubierta fue preparada individualmente: pintada y recortada la tela, pintados, cortados y pegados unos cartones rizados, pacientemente. Confeccionamos un separador de páginas de hilo de bala y cartón. En definitiva, fue un proceso hermoso, festivo y gratificante. El segundo, cuando Rodrigo Fresán primero, en ABC y semanas después, Enrique Vila-Matas en El País, daban fe de las excelencias de Stoner, novela de John Williams que habíamos editado sin apenas repercusión unos meses antes”.

- ¿Qué evolución ha experimentado Baile del Sol durante estos años?

“Pasar de una edición artesanal de difusión insular, que se nutría principalmente de autores locales, a convertirnos poco a poco en una editorial de distribución estatal, con un catálogo de autores de casi todos los continentes, con especial interés en la literatura de África y de Europa del Este, y desde hace un par de años hemos iniciando la distribución y asentamiento en México, con la colaboración de la distribuidora-editora Olinyoli. También destacar, cómo con el libro electrónico, tras una gestión acertada en las diferentes plataformas de contenido digital, hemos podido difundir una parte del catálogo a cualquier persona del planeta que esté interesada por nuestros títulos”.

- No estar físicamente en la Península, ¿supone una dificultad añadida?

“Supone una primera dificultad, la de entrar en el mundo de las distribuidoras y que no te consideren una editorial localista, pero supongo que esto también le puede pasar a una editorial de Palencia. Cuando se dan cuenta de que tu producto se nutre de autores de cualquier procedencia desaparece esta pega. Para nosotros la mayor dificultad de la distancia es la producción. Imprimir en las islas es mucho más caro e imposible si quieres llevar tus libros al resto del país desde aquí. Tienes que imprimir en la Península sin más remedio. Punto y aparte es el tema de aduanas y transportes, con unos trámites y unos costes estratosféricos, inconcebibles y totalmente injustos, con un trasfondo colonial”.

- ¿Se ha especializado en algún género o apuesta por la diversidad?

“Creo que tocamos casi todos los géneros. No hemos entrado en la literatura infantil o juvenil, ni en la novela gráfica ni en los comics. No tenemos ni infraestructura ni preparación para ello. Nos movemos mejor con la narrativa y la poesía, esta última ha sido la que nos ha marcado los inicios y la que nos ha hecho crecer y darnos a conocer en las primeras décadas”.

- En estos últimos años, diferentes premios literarios han recaído en obras escritas por autores de África. Sin ir más lejos, el último premio Goncourt ha sido otorgado a La plus secrète mémoire des hommes, la novela de Mohamed Mbougar Sarr, escritor senegalés. Hoy por hoy, Baile del Sol se ha convertido en un referente obligado en literatura africana. ¿Cómo surgió este este interés?

“África está en nosotros, tanto geográfica, antropológica como culturalmente. Siempre nos hemos sentido parte de este continente. Los fanzines por los que nació la editorial se nutrían principalmente de la búsqueda de la raíz prehispánica en las costas continentales. A nuestra generación, y a la anterior, se nos había impuesto un muro a todo lo que venía de allí. Solo podíamos mirar a Europa o a América, pero el tambor que llevábamos dentro, que nos latía, estaba en aquel continente. Iniciamos la andadura de la editorial con dos títulos lanzados al unísono, uno de ellos se titula Cuentos del Sahel, escrito por niños de Níger que aprendían castellano. Así que llevamos 30 años editando literatura y autores africanos. Esta pasión nos llevó también a colaborar con otra empresa canaria de gestión cultural, Mirmidón, en la organización del SILA (Salón Internacional del Libro Africano) que desgraciadamente, la mala gestión institucional acabó fagocitando”.

- Cuéntenos, por favor, el hallazgo de Stoner, la maravillosa novela del norteamericano John Williams, que tantas satisfacciones le ha dado.

“Simplemente fue una cuestión de lectura, de estar atento a lo que dicen autores que te gustan sobre las obras de autores que les gustan a ellos. Con Stoner fue una entrevista que leí de una autora que me gustaba en ese tiempo, Anna Gavalda. Decía que estaba maravillada por esta obra y que le había propuesto a su editor francés su publicación. Simplemente me puse a indagar, buscar a la agencia que llevaba los derechos y, al ver que estaban libres para castellano, hacerme con ellos”.

- En su tiempo, el pobre hombre no tuvo suerte ninguna con su obra, muchos menos con Stoner. Me temo que hoy le hubiera ocurrido igual a menos que su libro hubiera caído en manos de editores como usted. El mercado es brutal en relación al número de libros que se publican anualmente. ¿Lo ve un inconveniente o una ventaja?

“Sí, se publican miles de títulos al año. Hay que aprender a rebuscar y a escoger lo que te apetece leer. Quizás pasen muchas buenas obras desapercibidas y otras que no lo merezcan tengan demasiada atención. Pero es el lector quien decide y quien debe arremangarse y buscar su lectura. Personalmente prefiero que haya bastante donde elegir”.

- Aún no hemos hablado del apoyo de Baile a los autores canarios…

“Siempre han sido y serán una parte importante de nuestro fondo. Ahora mismo conviven varias generaciones con una obra cada vez más extensa e interesante. Nos complace ver cómo se va incrementado el número de autores que van saliendo del corsé insular y sus lectores se van expandiendo por otras geografías”.

- En Francia, durante el primer confinamiento, cinco millones o lo que es lo mismo, uno de cada diez franceses se pusieron a escribir su primera obra. Las editoriales recibieron tal avalancha de manuscritos que terminaron por lanzar un SOS. Inclusive hubo una que en su página web advertía aquello de que “no todo el mundo lleva un libro dentro”. ¿Experimentó usted algo parecido?

“Sí, pero no solo en la pandemia. Es algo que siempre nos ha ocurrido, y es por lo que durante mucho tiempo hemos colgado en nuestra web la leyenda de “no se aceptan originales”. No te puedes imaginar el colapso que tuvimos durante más de tres años debido a esa llegada masiva de títulos a nuestros buzones. Simplemente la lectura y valoración de los mismos ocupan un tiempo y unos recursos de los que no disponemos”.

- ¿Cuántos títulos publica al año?

“Depende de cómo estemos económicamente el año en cuestión. Por ejemplo, en 2020 fueron dieciocho; en 2021 publicamos veintidós. Antes de la pandemia rondábamos los 40. Este año sacaremos 30, uno por cada año cumplido. Pero el próximo solo serán 12. Esa será la media anual que barajamos para los años venideros. Menos cantidad para centrarnos en el recorrido de cada título en particular”.

- ¿En cuántos países está presente?

“En formato papel, en España y México, con nuestros propios recursos. También con alguna distribuidora llegamos a otros países latinoamericanos. Si hablamos del libro digital, no hay fronteras”.

- Ahora que se habla tanto del consumo de proximidad, ¿qué ocurre con la cultura?, ¿siente que los lectores, medios de comunicación e instituciones de las islas apoyan de verdad los proyectos culturales locales?

“Ni ahora ni nunca en los medios de comunicación. Siempre han sido casos puntuales y algún que otro periodista francotirador que hace lo indecible por comunicar y que le hagan un hueco. Y en cuanto a los instituciones, más o menos parecido, según vaya cambiando el color de los que se sientan. Siempre parcheando. Hace falta que las instituciones se tomen en serio que la industria cultural debe vertebrarse con solidez y para ello, deben contar con los agentes que la forman. También han de valorar que puede ser una importante fuente de ingresos para la gente de esta tierra”.

- Los medios afirman que estos años de pandemia están siendo muy positivos para el negocio editorial. ¿Es cierto? ¿Se lee más ahora?

“Eso parece, por lo menos no ha decaído. En nuestro caso se ha mantenido el ritmo en las ventas, e incluso algún aumento en zonas que antes estaban estancadas”.

- ¿Si Tito Expósito volviera a nacer, sería el editor de Baile del Sol?

“Pues creo que no, con lo que sé ahora, sería un lector disfrutón que haría pinitos en la escritura, que fue por lo que empezó todo esto. La parte empresarial de este oficio te quita todo el romanticismo”.

FIRMA FOTO: Inma Luna

(*) Yolanda Delgado Batista es escritora y periodista cultural

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