Cuadernos del Subtrópico Norte, un libro de Manuel Dosantos

“Anda un fisco menos amanerado que de pequeño. Está más hecho, las espaldas le crecieron parriba y pa los lados. La mandíbula se le marcó. Las cejas se le unieron y tiene y tiene la nariz como un roque de los golpes que le han dado. El pelo del pecho descubierto se le enreda con la cruz de oro que lleva al cuello y casi se le mezcla con la barba de pordiosero que mi padre me habría quitado con dos guantazos”.

(Mencey, una de las historias que incluye Cuadernos del Subtrópico Norte, Marcos Dosantos, Ediciones El Drago, 2022)

Ha costado pero la espera parece que valió la pena. Tras la irrupción como un volcán de Andrea Abreu y su Panza de burro, comienza a visibilizarse una interesante generación de escritoras/es en estas islas abandonada de la mano de los dioses con más que ganas, necesidad y entusiasmo por contar historias.

Llega a mis manos Cuadernos del Subtrópico Norte (Ediciones del Drago, 2022), un libro que recoge relatos, poesías y microrrelatos, también otras miradas sobre la narración, que firma Marcos Dosantos, uno de esos autores, y se escribe bien, autores, cuyo paso habrá que seguir a partir de ahora porque si bien cuenta ya con un pasado literario espeso, lo descubro gracias a este libro al que saludan con recíproco interés el escritor y periodista Juan Cruz y la activista Carla Antonelli, un padrino y una madrina que saludan con generosas palabras este libro escrito con desarmante sencillez y desde los más hondo.

Cuadernos del Subtrópico Norte es un libro que no te da permiso para descansar, y no lo da porque es tal la brevedad de sus relatos y el puñetazo que te dan la mayoría de sus historias que obliga sin esfuerzo a que sigas adelante con una pregunta rondando por la cabeza: ¿será capaz de ir un poco más lejos con el próximo? Y, créanme, sí que lo hace. Y lo que hace, que parece tan fácil, no lo sea. Sobre todo porque muchos de los cuentos que se recogen en esta obra se tratan de cargas de profundidad que cuando explosionan dejan turulato al lector. Y todo ello utilizando un lenguaje directo, trufado de palabras que pertenecen a la variedad del español que hablamos en Canarias, términos todos ellos que no chirrían sino que se ajustan muy bien a unos textos que además de contar con sabor de aquí cuentan también con el eco sostenido de un escritor al que, desde este espacio, le reclamo más historias para sumergirme en ellas.

Entre las historias que recoge una obra que puede ser considerada también como una especie de “libro-collage”, para adentrarse en Cuaderno del Sutrópico Norte no hace falta ni guías ni mapas sino confiar en un anfitrión, Marcos Dosantos, muy seguro de sí mismo y una voz que pisa fuerte porque conoce muy bien la geografía que transita.

No sé la razón, pero leyendo algunas de estas historias me imaginé que Dosantos las escribió fuera de la isla aunque puedo (y seguramente será así) equivocarme.

El contenidos de los cuentos es variado, en la contraportada se lee que habla de “crímenes surrealistas, desamores de fábula, aguacates venerados y azafatas alcohólicas” aunque a mi, particularmente, los que más me interesan son todos aquellos en los que contemplo a un escritor que quiere expresar su realidad, la realidad que lleva dentro como escritor. En este aspecto, destacaría entre otros Mencey, que es el relato que abre este volumen y en el que se narra con desconcertante pulso y en apenas tres páginas el reencuentro de un hombre con su ciudad y con su pasado. Y no digo más porque este cuento escrito sin demasiadas pretensiones (aunque alguna tenga) es una pieza que pese a su sencillez, revela una victoria que sorprende por su claridad expositiva y tremenda madurez.

Entre otras curiosidades, y Cuadernos del Subtrópico Norte tiene muchas, destacaría la originalidad que el libro puede leerse de varias maneras. Una de ellas es cuento a cuento y otras como novela, ya que los relatos que dan cuerpo a la obra están protagonizados por personajes que aparecen y desaparecen en unas y otras historias. El libro cuenta además con Rebujato, que no entiendo cuál es su función aunque se dejan leer porque sin ser microcuentos tampoco resultan aforismos ni máximas ni nada que se la parezca. Resalta, por último, un poema con forma de Epílogo que, es un suponer, son elementos que el autor ha disuelto con la excusa de mostrar a lectores conocidos y desconocidos que se mueve bien en todos estos géneros.

A la espera de leer nuevos libros de su autor y con la esperanza de que se atreva con una novela convencional, Marcos Dosantos aprueba de momento con nota las satisfacciones que me han producido su lectura. Lo que incluye un zarpazo que casi no reprime y que intentar salvar con una caricia a Andrea Abreu, compañera de generación y tareas (taras también) literarias.

Estamos ante un libro singular, de no fácil ubicación en las escrituras que desde estas islas se están destilando desde hace unos años. Confío que presente obra no va a decepcionar a todo aquel que quiera adentrarse en tan compleja como aparentemente sencilla geografía literaria.

Un mapa, el que ofrece su autor, Marcos Dosantos, en este libro que edita Ediciones El Drago que revela al escritor que lleva dentro.

Escribe una respuesta