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Mentira robada, una novela de Juan Ruiz Correa

Martes, Agosto 2nd, 2022

Juan Ruiz Correa ha tardado unos siete años en publicar su segunda novela tras irrumpir en el panorama literario con Los hijos de Marta. Su nuevo trabajo lleva el título de Mentira robada y después de su lectura descubro a un escritor que ha sabido evolucionar. Madurar que dirían otros.

Hay fondo e historias en esta novela de aventuras que mezcla de manera innata y por eso mismo no se notan las costuras, géneros diversos como el suspense, la investigación periodística y la tragicomedia que dan forma a un relato que cuenta, como otros tantos relatos, una historia de iniciación, de aprendizaje.

Leyendo el libro y conociendo al autor es inevitable que algunos pasajes, sobre todo al principio de la novela, resulten llamativamente autobiográficos. En el mismo, se nos cuenta la historia de un joven periodista aprendiz que entra a hacer prácticas de verano en La Tribuna, un periódico de provincias, con todas las ilusiones que uno lleva encima cuando estrena un episódico puesto de trabajo. Y más si ese puesto de trabajo es en un periódico. No sé quien lo dijo, pero si lo dijo debía de estar bastante ido de la cabeza cuando afirmó que el periodismo es el oficio más bello del mundo porque si algo lo caracteriza como oficio es su negrura.

Y así, con sus negritudes, lo describe Juan Ruiz Correa para explicar como el trabajo real, el día a día, el pasar y reproducir comunicados de prensa es la condena a la que se entrega su joven protagonista que ha terminado ahí, en esa redacción donde parece que todo el mundo tiene mal genio hasta que le encargan que escriba sobre el aterrizaje de emergencia de un avión en el aeropuerto de Fuerteventura.

Aficionado a la aeronáutica y con un padre con experiencia en este campo, Juan, que así se llama el protagonista, curiosamente como el mismo autor de la novela, le propone a Matilde, una cámara de televisión que vive en la isla majorera una serie documental sobre los aeropuertos más peligrosos del planeta sin olvidar la investigación sobre el aterrizaje de emergencia en la isla oriental y otros problemas que irán complicando la trama.

Novela viajera, la segunda mitad de Mentira robada es un atractivo muestrario de aeropuertos extremos que el equipo que forman Juan y Matilde va rodando a medida que se avanza en la acción. El autor de la novela se mueve, en este sentido, muy bien en el territorio de los diálogos, de hecho es a través de lo que se dicen los personajes donde salen a relucir las grandezas y miserias de cada uno de ellos. Por un lado la del protagonista, Juan, un joven que aún cree en la capacidad redentora de un oficio que, desgraciadamente, la perdió hace ya unos años, nos referimos a su voluntad por informar, denunciar y, sobre todas las cosas, fiscalizar lo que ejecutan los poderes públicos y privados para que todos ellos sigan el camino recto que marca la Ley; y un estilo heredero de su oficio –el periodismo otra vez– que sin detenerse en copiosas y literarias descripciones prefiere ir directo al grano, evitando los meandros en los que habría caído cualquier otro para contar un relato o mejor varios relatos que al final terminan convergiendo porque detrás hay un escritor con oficio de narrador y no de periodista aunque la profesión la lleve por dentro el escritor y a mucha honra.

Mentira robada me parece por esto y otras razones una novela mucho más pulida que la primera de Juan Correa, Los hijos de Marta, aunque en ambas se aprecia que detrás se encuentra el latido de un escritor que se toma muy en serio porque toma muy en serio a los lectores. Es decir, que no se trata Mentira robada de una novela perdida en sí mismo sino de un relato que está concienzudamente trabajado para que llegue a un amplio número de lectores. Solo cabe esperar que Mentira robada (y si leen el libro entenderán el por qué del título) tenga el éxito que se merece porque cumple con los diez mandamientos que el cineasta Howard Hawks explotaba en sus estupendas películas: “Tengo diez mandamientos. Los nueve primero dicen: ¡no debes aburrir!”

Y Juan Correa no aburre con Mentira robada. Consigue enganchar el interés del lector (ese al menos fue nuestro caso) y que éste se deje llevar por una historia que funciona dentro siempre de los territorios de la ficción. El libro respira, informa (ahora sé cosas que desconocía del mundo de la aviación); explora las relaciones sentimentales a partir de un personaje marcado por su pasado, que no está muy seguro del territorio que pisa y de una mujer a la que la vida no ha golpeado dos veces sino demasiadas, y unas historias paralelas: la del reportaje sobre los aeropuertos más complicados para aterrizar y despegar del planeta y el accidentado aterrizaje de un avión en la isla de Fuerteventura del que brotan otros relatos que dan forma y fondo a una novela que cuando se llega al final deja buen sabor, acaso también amargo, en la boca.

Saludos, regresa el calor, desde este lado del ordenador

Y mientras tanto, en La Laguna

Lunes, Agosto 1st, 2022

Y mientras tanto, en La Laguna, se sienten temblores, movimientos de tierra, como si de sus mismas entrañas retumbara un grito que sacude con la forma de una onda expansiva todo lo que está a su alrededor…

Con el follón que se montó en julio en torno a los “desprecios” que el concejal de Urbanismo del Ayuntamiento de La Laguna lanzó porque está boca es mía contra el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios, ICOMOS, el principal órgano asesor de la Unesco en patrimonio cultural que estudiaba entonces revisar la declaración de Patrimonio de la Humanidad al casco histórico de la ciudad se suma también el nombramiento hace unos meses de Fernando Luis Jiménez Vera como Director Técnico del Organismo Autónomo de Actividades Musicales.

¿Por qué?, en principio porque voces que vienen desde dentro del mismo Ayuntamiento comentan que las bases parecían estar redactadas a la medida del ganador, aunque el expediente relativo a su nombramiento determina que “el aspirante con el perfil que mejor se concilia a las exigencias o requisitos de las bases de la convocatoria” se trataba de Fernando Luis Jiménez Vera, ya que “combina amplia experiencia en actividades musicales, con cargos de Dirección y Gerencia”.

Por otro lado, la canalla que suele ser el ciudadano encallecido ante tanta canallada comienza a estar harto de los ejercicios de cinismo que emanan de los responsables de la cosa pública. Más preocupados por defender sus poltronas e intereses que por gestionar con cabeza lo que se supone es de todos.

Que hayamos averiguado, solo hemos podido encontrar en el currículum de Jiménez Vera que fue vicepresidente del Clúster Canario de la Música y poquito más, entre ese poquito un edicto del 2013 en el que a este señor, o alguien que lleva su mismo nombre y apellido, se le condenaba a pagar a un grupo de actores “la cantidad de siete mil ochocientos setenta y cinco euros (7.875) más los intereses legales devengados” (BOC, 28 de noviembre de 2013, Administración de Justicia).

Está previsto que el nuevo Director Técnico del Organismo Autónomo de Actividades Musicales perciba 50.183,98 euros anuales, un buen pellizco si hacen los cálculos para conocer el neto que cobrará a partir de ahora todos los meses.

El caso es que la que antaño fue la capital cultural de Canarias y la primera ciudad universitaria del archipiélago no da pie con bola en los últimos años en cuanto a actividades culturales se refiere.

De hecho, la cultura ha terminado por transformarse en curtura, ya que La Laguna se ha ido desprendiendo de cualquier vestigio cultural por la que fue reconocida en el pasado.

Lo insólito del caso es que esto sucede cuando gobiernan los destinos de la ciudad una coalición de formaciones políticas presuntamente progresistas, tan progresistas que no escuchan, ni hablan ni quieren ver la lluvia de críticas que no deja de arreciar contra una gestión que ya fue acusada en el pasado de “contratar a los mismos artistas de siempre” aunque los voceros del Ayuntamiento lagunero se apresuraron en decir lo contrario, lo que por otra parte es natural. Para ladrar les pagan.

Si unimos la penosa resonancia que en cultura caracteriza a Aguere, que fue la primera capital universitaria de Canarias, todo indica que algo huele a… en La Laguna y que como en otras ciudades y pueblos de la geografía canaria se está limitando a reproducir los mismos vicios con los que habitualmente reacciona la Viceconsejería de Cultura a través de su Instituto Canario del (sub)Desarrollo Cultural cuando alguien osa criticar su gestión: marear la perdiz o comentar que no sabe nada pero sobre todo no contestar cuando se le pregunta.

¿Contestar?, ¿contestar para qué?, Y si la pregunta viene de la ciudadanía… ¿La ciudadanía? ¡¡¡La ciudadanía a callar y a pagar impuestos!!!

Saludos, es lo que hay, desde este lado del ordenador