La isla negra

Desde hace ya unos años el género negro y criminal está viviendo en España unos momentos muy dulces. La adaptabilidad de esta corriente a distintas literaturas ofrece además un interesante retrato de las sociedades que viven en un mundo no tan globalizado como algunos pensaban por lo que, hoy por hoy, el género continúa siendo una referencia para tomar el pulso social en una u otra parte del planeta.

Hay así novelas que retratan las opacidades de la Europa del norte, países que no resultan tan avanzados como se creía en el sur, sobre todo tras disolverse el estado del bienestar; la novela policiaca mediterránea, que tuvo en Manuel Vázquez Montalbán uno de sus más grandes representantes y que todavía influye entre los narradores que viven a orillas del Mare Nostrum sin olvidar las literaturas criminales que se escriben en el continente africano y asiático, en Oceanía y, cómo no, los Estados Unidos de Norteamérica y la América del Sur, donde los cuentos y novelas adscritos al género se utilizan en muchas ocasiones para criticar los movimientos que los gobiernos de los distintos países de la zona administran en contra de sus ciudadanos.

Si México, Colombia y Brasil, también la Argentina se han convertido en faros donde observar los caminos en los que se bifurcan las novelas negras en Latinoamérica, resulta curioso y muy atractivo estudiar este fenómeno en Cuba, la pequeña nación del Caribe que convive, contra viento y marea, con el gigante del norte. El éxito que ha alcanzado, entre otros, las novelas de Leonardo Padura protagonizadas por Mario Conde, policía, policía retirado y vendedor de libros usados por las calles de La Habana, una ciudad, La Habana, que se desmorona con los días que pasan, logró que el género negro se consolidase en una isla que vive todavía bajo un régimen vertical, férreamente controlado por el poder, por lo que el éxito de esta literatura se explica porque los autores/as que se han especializado en él lo usan para denunciar las contradicciones de un sistema cuyas consignas han terminado por envejecer.

Por esto y muchas cosas más, es una excelente noticia la publicación de Regreso a la isla en negro. Nuevos cuentos de crimen y enigma, una antología de treinta relatos escritos por treinta escritores cubanos que dan una idea del excelente estado de salud que disfruta el género en la mayor de Las Antillas. Estos cuentos sirven también para hacerse una idea de las constantes que alimenta el policíaco cubano y el valor de las denuncias, muchas de ellas políticas, sobre el “socialismo” cubano. Un “socialismo” que llega a muy pocos.

El libro incluye a un pequeño grupo de narradores que se han hecho un nombre fuera de su país, comenzando por Leonardo Padura. Tras Padura se pueden leer en esta antología relatos de otros escritores que han trascendido las fronteras cubanas como Pedro Juan Gutiérrez, que no termino de verlo como un escritor negro y sí como un narrador de extremado realismo; Amir Valle, que vive en la actualidad en Alemania y que firma unos de los cuentos más provocadores del libro, Fidel, Raúl y la libertad de Cuba y Lorenzo Lunar, un escritor que con sus novelas ha puesto en el mapa a la ciudad de Santa Clara, aquella que liberó Ernesto Che Guevara a finales de los años 50 del pasado siglo XX.

La antología cuenta también con otros cuentos escritos por autores/as que todavía desconozco. Alguno de ellos ya veteranos en las lides literarias policiales y otros no tanto, al ser extremadamente jóvenes. En esta hornada, destacaría a Milho Montenegro, Yamilet García Zamora y Elizabeth Lunar aunque en general el tono del libro no desciende a medida que se van leyendo los relatos.

La antología la asume Rafael Grillo, quien escribe un prólogo clarificador sobre la historia y la evolución del género negro en Cuba. Un género, apunta, que despega a raíz sobre todo del éxito literario de Padura.

Por estos cuentos desfilan toda clase de intepretaciones de lo policíaco y consta como material exótico y de morbo con cuentos de ambiente carcelario como actuaciones, en ocasiones poco o nada eficaces, de la Policía Nacional Revolucionaria, aunque la PNR sea el filón que alimenta la novelística de Vladimir Hernández, quien ha construido todo un universo literario en torno a una comisaría de La Habana, escenario en el que se mueven agentes eficaces en el cumplimiento de su deber y delincuentes que abarcan una rica gama de personajes.

Otra de las características que determina este volumen, segunda entrega de otro que, lamentablemente desconozco, es que cada cuento incluye una hermosa y oscura (no iba a ser menos) ilustración que firma Ángel Mario Garnica García. Al final del volumen, de 389 páginas, se ofrece una detallada pero también escueta biografía de todos los escritores que participan en esta antología. Una antología que publica poco relato original, por no decir ninguno, y sí publicados en blogs y revistas. Entre otros, el de Leonardo Padura, Una cuestión de familia, que se pudo leer en las páginas del suplemento UVE de El Mundo, en 2015, mientras que el relato que firma Pedro Juan Gutiérrez, El mundo es muy peligroso, formó parte del libro Carne de perro.

Los cuentos que se incluyen en este volumen son irreprochables, tanto técnica como narrativamente, lo que realza la calidad de una escritura que por ser tan diferente da una idea de la variedad de estilos y propuestas que tiene la novela policial en un país que va más allá de sus paradisíacas playas, el ron, los cigarros habanos y, por supuesto, su revolución traicionada

Saludos, acere,,, qué volá, desde este lado del ordenador

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