Olimpia, una novela de Laura Mas

Una de las virtudes y también peligros de la novela histórica es su manera de mirar al pasado. Aunque se trate de ficción –es novela y no un libro de Historia– el escritor o la escritora debe de ser los más respetuoso ante lo que se conoce del tiempo en el que desarrolla su relato. Si el relato transcurre en un tiempo muy pasado, ajustándose a lo que se sabe o se cree que se sabe para que la historia resulte creíble. En muchas ocasiones, sin embargo, la novela histórica deje de ser histórica cuando el tiempo en el que se desarrolla apenas ha sido documentado, convirtiendo el escenario, tan fundamental en este tipo de literatura, en folclore inventado, en un carnaval que deforma el espíritu de la obra si ésta pretendía tomarse en serio.

Si la novela se inspira en la vida de personajes reales, que existieron o se tiene noticia de que existieron, los peligros que amenazan al autor/a se multiplican, en especial porque la mayoría que va a leer el libro tiene noticia de quien fue su protagonista. En el caso que nos ocupa, Olimpia, madre de Alejandro Magno.

Escrita por Laura Mas, Olimpia pasa con aprobado raspado la prueba del algodón de la novela histórica así que entusiasmará a los que saben algo de la vida y obra de Alejandro Magno y, por supuesto, de quiénes fueron sus padres. Por un lado el rey Filipo de Macedonia y por el otro Olimpia, la mujer que fue madre de un Dios en la tierra y la que según la leyenda hizo posible que su hijo se codeara con los habitantes del Olimpo.

Escrita con una sencillez que se agradece y esforzada en la documentación de aquel tiempo, la novela se inicia en el 357 antes de Cristo y nos presenta a la mujer que da título a la obra sin demasiadas sorpresas (lo esperaba al tratarse de una novela histórica) sobre el personaje que la inspira. Es decir, que la mayoría de las cosas que se cuentan eran sabidas o meridianamente conocidas por el lector iniciado. No dudo que sorprenderá a quién desconozca la vida y la obra de una mujer que tuvo un objetivo y quiso cumplirlo pese a vivir en un mundo de hombres. No hay, en este aspecto, relaciones que se salgan del guión aunque se sugiere pero con muchos matices, una cierta relación incestuosa entre madre e hijo que no termina de estar muy definida. Y eso pese a que este amor sea más espiritual que físico.

Olimpia en todo caso se mueve en un mundo de hombres donde las mujeres sirven a sus hombres. Es lo que hace la protagonista al principio hasta que pierde el favor de su esposo, Filipo, un hombre grosero, sin un ápice de ternura. Un personaje que solo entiende el lenguaje de la violencia pero que aparece demasiado difuminado y que uno imagina con impertinente tenacidad como Val Kilmer, el actor que lo interpretó en la grandiosa pero vacía Alejandro Magno de Oliver Stone. La novela, de hecho, hace que durante su lectura uno se la imagine muchas veces como aquel largometraje fallido pero gigante claro que quizá buscara como lector un libro clave sobre una mujer que pese a las adversidades consiguió lo que quería aunque con espinas. Demasiadas espinas.

Olimpia me resulta una novela demasiado ligera sobre una mujer que merecía una reivindicación en su papel de sufrida esposa y madre. También un mayor esfuerzo en la descripción de los personajes que la rodean. Está escrita en primera persona luego es la misma Olimpia la que cuenta por primera vez su historia. Pero no, algo no funciona. Y ese no funciona es su carencia de ambiciones, su respeto histórico hacia un personaje que vivió pero que en sus manos, y no tuvo que haberlo olvidado, resulta ficción por muy ajustado a la realidad, o a lo que se sabe de su vida, esté.

Su empeño en seguir desde la A hasta la Z lo que ha quedado de la existencia de la madre de Alejandro y no atreverse a recrear lo que no se conoce de ella, lastra el buen desarrollo de un libro que, por otra parte, se lee bien y entretiene aunque no deje huella porque no conmociona ni nos obliga a observarla a ella y a su hijo desde otra perspectiva.

La novela apenas informa de la infancia de la protagonista, y no explota las relaciones que mantiene con las otras esposas del rey Filipo salvo en una escena que por su diplomática violencia sí que agrega algo de sal al libro.

En conjunto, no termina de convencerme Olimpia, quizá por qué mis expectativas iniciales eran muy grandes y se fueron empequeñeciendo a medida que leía la novela. Empequeñeciendo porque lo que esperaba (mayor incidencia en las relaciones entre madre e hijo) no se produce. Parece preocuparle más que la mujer crea (o no) en que concibió por Zeus y no Filipo a su hijo Alejandro, y su relación con las serpientes que lo acompañan como animales domésticos. Lo demás… Lo demás es una novela que no da dolores de cabeza, que está escrita para entretener y que no quiere complicarle la vida al lector con una prolija pero ¡ay! tan obvia conclusión psicológica.

Saludos, ese verbo, ese verbo, desde este lado del ordenador

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