Miguel de León: “Los ejes centrales de mis novelas son el amor, la libertad y la naturaleza del alma”

A Miguel de León (Santa Cruz de Tenerife, 1956) le acompaña en el camino “aquel niño enfurruñado que quería escribir”, así que lo que comenzó siendo un sueño acariciado durante largas jornadas en las que trabajaba para vivir, se convirtió en realidad porque supo aprovechar uno de esos días en los que estás en el sitio y en el momento adecuado para que los astros conspiren en tu favor. Es decir, que te llamen de una editorial del fuste de Plaza y Janés y comunique –así fue su caso– que publicarían Los amores perdidos.

Ocho años después, Plaza y Janés publica un nuevo libro de Miguel de León. Se titula Almas en el páramo y se trata de “una saga familiar plagada de amores imposibles y dramas irreconciliables que se entremezclan con unos crímenes devastadores y aparentemente irresolubles”.

- ¿Cuándo se despierta en usted las ganas por escribir?

“En la adolescencia, cuando me pregunté por primera vez qué me gustaría ser en la vida, me dije que quería ser escritor. Lo dije en voz alta y provoqué la burla. Después sólo lo supieron algunas personas muy señaladas a las que les hice la confesión casi con vergüenza, como quién arrastrara la carga de haber cometido un delito. Por dentro me superaban la avidez por encontrar más y más historias y un vicio morboso por cambiarlas. De adulto descubrí que ese era el síntoma más elocuente del impulso que lleva a escribir. Por supuesto, hice muchísimos intentos sobre hojas de papel que no resistían la primera lectura pasados unos días y terminaban en la basura, picadas muy menudito”.

- Su relación con Plaza y Janés comienza con la publicación de Los amores perdidos, ¿cómo se produce este encuentro?

“Fue una absoluta sorpresa. Para los amigos había impreso una versión de la novela, todavía muy mejorable, a la que titulé Ecos del silencio. Animado por la acogida, toqué muchas puertas, todas cerradas. En un último intento sin esperanza, llamé por teléfono a Penguin Random House donde una joven recién incorporada a la plantilla me pidió que le enviara la novela en un archivo. Me dijo que tardarían tres meses en evaluarla y que tal vez no me responderían si la desestimaban. Antes de una semana, esa joven que hoy es editora del grupo editorial, me llamó para felicitarme por la novela y me dijo que la había propuesto. Tardaron unos meses en darme la respuesta definitiva, pero lo hicieron con elogios. Para alguien que había soñado con ser escritor desde niño, publicar con una gran editorial fue como entrar en el paraíso. Gustó al público y a la crítica. Los amores perdidos es hoy la experiencia más intensa de mi vida”.

- Almas en el páramo se desarrolla en una ciudad de su invención, ¿por qué?

“ De los materiales literarios, el del tiempo y el espacio es el que más veces señalan algunos lectores, pero tan espacio y tiempo son los que se hacen explícitos con datos precisos como los que se ocultan o sólo se insinúan, y todos son legítimos por igual. Algunos sientes frustración si no se les dice la hora y el minuto exacto en que suceden los hechos que se relatan, pero eso las más de las veces es irrelevante. El territorio literario es el de la imaginación, mágico, poblado de fantasmas, ilusorio, pero en su contexto es siempre más auténtico que el real. Los grandes maestros nos lo enseñaron. ¿Cuál es el espacio y el tiempo de El Quijote? Nos dice Cervantes que fue “En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiere acordarse” y que “no ha mucho que vivía un hidalgo caballero”. En una sola frase nos dice que el espacio y el tiempo poco importan para lo que va a contar, pero ya nos ha metido de lleno en el saco de su narración. De igual forma, en Cien años de soledad nos dice García Márquez que “Mucho tiempo después “el coronel Aureliano Buendía había de recordar la tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”. De nuevo ese artificio por el que el autor nos saca de este mundo y nos mete de lleno en el suyo. No nos dice cuándo fue y tampoco nos dice nada del sitio, excepto que lo llamará Macondo.
Los ejes centrales de las novelas que he publicado son el amor y la libertad y la naturaleza del alma. Los dos temas son universales y eternos. A las historias que lo desarrollan conviene cierta ingravidez, un tanto de indefinición. Es así incluso en Los amores perdidos, que es una novela canaria, escrita en homenaje a los canarios de todas las islas y con gran intención costumbrista. En ella, el Terrero es un pueblo imaginario y la isla es la suma de todas las islas, por tanto es también es imaginaria. En Almas en el páramo, la que acaba de salir, necesitaba extremar esa indefinición con una atmósfera atemporal en una ciudad imaginaria. Creo que ha gustado a los lectores”.

- ¿Por qué Los amores perdidos como Almas en el páramo tratan sobre el paso del tiempo?

“Porque esos temas centrales sobre los que orbitan los relatos, son trascendentes en las vidas humanas. Para contarlos necesito la perspectiva completa de las vidas de los personajes. Pero no sólo por eso sino porque también me obliga el desarrollo de los personajes. De ellos necesito saberlo todo antes de ponerme a escribir. Cuando llego a conocerlos es muy difícil que no haya encontrado viñetas de sus vidas, que a veces se resisten a abandonar las páginas y quedan en el texto final. Aunque otras viñetas no aparecen porque de lo contrario me saldrían novelas de mil páginas”.

- Las relaciones sentimentales son un tema también recurrente en sus libros.

“No se me ocurre una buena historia que no vaya acompañada de una historia de amor. Al desnudar a un personajes para mostrarlo al lector, necesito responder muchas preguntas: cuáles son sus deseos más íntimos, qué lo obsesiona, qué quiere conseguir, qué es lo que aborrece, qué ama y a quién ama. En Los amores perdidos el tema central es todo lo que entregamos por amor, la parte de renuncia a nosotros mismos que damos sin esperar nada a cambio y que, sabemos auténtica, porque la damos en silencio. Las historias de amor son en ella imprescindibles, como centro del relato.

Además de que mis lectores no me perdonarían que no incluyera unas cuantas historias de jugoso amor, en Almas en el páramo, la conclusión final orbita también en torno a la idea de que la vida carecería de sentido sin otra vida alrededor; sea lo que sea el alma, carece de sentido sin contacto con otras almas; no estamos hechos para la soledad, estamos hechos para amar y hallar la armonía con todo lo que existe. Disponemos de mucho tiempo para conseguirlo, todo el tiempo del universo”.

- ¿Influencia del realismo mágico?

“Mi primer contacto con el realismo mágico llegó en la adolescencia con La hojarasca y El coronel no tiene quien le escriba, de García Márquez, pero fue subrepticio, lo justo para despertarme el interés. A los veinte años, con mi lectura de Cien años de soledad, que fueron dos lecturas seguidas sin interrupción, me maravillé. Pero no fue hasta que cayó en mis manos la obra de Juan Rulfo, primero de El llano en llamas y después de Pedro Páramo, cuando supe que también yo había sucumbido a un encantamiento.

Sin embargo, suelo hacer ciertas consideraciones que, por supuesto, podrán corregirme los entendidos en literatura. El ámbito de la literatura es siempre, el de la realidad y el de la magia, porque es fruto de la invención. El realismo mágico lleva al extremo lo que ya estaba en la literatura. A Juan Rulfo le salió redondo, en él parece que no le costara porque brotó de forma espontanea. Quería hablar de la vida, los sentimientos, las tradiciones y creencias de su gente cercana y expresarlos con las mismas palabras que ellos emplearían. Pero en la cultura mexicana los vivos y los muertos transitan los mismos caminos, y no se distinguen muy bien unos de otros”.

- ¿Escritor de mapa y brújula?

“Antes de comenzar un nuevo proyecto sé qué quiero escribir y de qué voy a hablar. Una vez me pongo a escribir, procuro estar atento a la emoción y sigo los senderos que van apareciendo cuando los considero interesantes. Es decir que también brujuleo mucho. Pese a planes, mapas y brújulas, más veces de las que quisiera terminó en un desierto sin saber cómo he llegado hasta allí. A veces tengo que rehacer los mapas y calibrar la brújula para empezar de nuevo”.

- ¿Se deja llevar por la intuición?

“Sí. Para bien muchas veces y errado en otras.”

- ¿Y escribe para el futuro?

“No existe la posteridad. Todos partiremos de aquí sin otro equipaje que el que trajimos al nacer. Tal vez esa parte que llamamos alma, se lleve algunas briznas de conocimiento; nadie lo sabe y quien diga que lo sabe, engaña. Escribo para mis lectores y no me preocupa si son dos docenas o dos docenas de miles. El cariño que me devuelven me contenta de sobra, es el único que acepto como tal premio. En esta época, donde el censo de los que leen mengua cada día, donde los que tienen buena comprensión lectora empiezan a ser una excepción, donde los que otorgan los premios parece que jamás hayan leído una obra literaria, donde los premios son un medio para repartir prebendas con las que ganar clientela, donde los premios se asignan por cuotas, tanto para mayores, tanto para jóvenes; tanto para hombres, tanto para mujeres; tanto para oscuritos, tanto para claritos, tanto para los de más acá, tanto para los de más allá. No quiero participar en nada de eso. Tengo la mejor recompensa cada días porque sé que mientras respondo estas preguntas unos cuantos lectores tienen un libro mío en su manos”.

- Por último, la pregunta del millón ¿cuáles son sus lecturas de referencia?

“Como lector soy fiel a mis viejos amigos. Este año he leído a Stefan Zweig, Alejandro Sawa, Saramago, un poquito de Virginia Wolf, he hojeado mucho a Rosalía de Castro, a Miguel Hernández y a Antonio Machado. Sólo hojeado, porque la poesía debe leerse para el deleite. He repasado algunas de mis viejas novelas de Benito Pérez Galdós, he devorado cada artículo o noticia de ciencia, y he repasado un poco a los viejos filósofos. Pero todo eso lo hago por impulso. Soy caótico, no tengo una norma”.

Saludos, noviembre, desde este lado del ordenador

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