Ciudad en ruinas, la última novela de Don Winslow

La literatura negra y criminal norteamericana pierde con Don Winslow a uno de sus escritores de cabecera pero la política de su país gana, al contrario, a un hombre de leyes que quizá pueda despertar a muchos de sus conciudadanos ante la amenaza que supone que Donald Trump repita como presidente de los Estados Unidos. Esa es la razón que ha hecho pública el autor de El poder del perro para explicar por qué abandona la literatura, un abandono que hace con “conciencia política”, lo que multiplica el valor de Ciudad en ruinas, su última novela y título que cierra la trilogía Danny Ryan tras Ciudad en llamas y Ciudad de sueños, tres volúmenes que están claramente inspirados en La Iliada, La Odisea y La Eneida, y que se desarrollan en tres grandes y conocídisimas ciudades estadounidenses como son Providence, Los Ángeles y ahora Las Vegas.

Es más que probable que iniciada la lectura de Ciudad en ruinas el lector iniciado, el conocedor de los dos títulos anteriores, se sienta desorientado ya que cuesta trabajo recordar a los vivos y a los muertos que aparecen y desaparecen en las dos novelas anteriores pero Winslow tiene el oficio suficiente para que esta anomalía se liquide a medida que se avanza en las páginas de la tercera y última entrega de la saga, un libro que como Ciudad en llamas y Ciudad de sueños sabe captar enseguida la atención del lector.

En Ciudad en ruinas hay violencia y también amor. Como descendiente de irlandeses, Danny Ryan siente especial apego por la familia aunque no tanto por la religión como nos dio a entender en Ciudad en llamas, el primer libro de una trilogía sobre la mafia y organizaciones dedicadas al crimen que pueden estar vagamente inspiradas en la vida real aunque en este caso las influencias se apegan más a los tres textos clásicos que mencionamos con anterioridad.

Ciudad en ruinas reúne, por otra parte, lo mejor y lo peor de este escritor que saltó a la fama tras la publicación de El poder del perro, y que amplió con dos volúmenes más: El cártel y La frontera que hoy se han convertido en novelas de referencia para hacerse una idea de lo que significa el negocio del narcotráfico visto a través de los ojos de un escritor estadounidense. Se tratan de libros que no se inclinan al patrioterismo acostumbrado sino que pretenden ser y lo consiguen a veces, un retrato lo más exacto posible del narco y sus nefastas consecuencias en las relaciones que mantienen dos países con una frontera tan caliente como son México y los Estados Unidos.

Si uno ha seguido con más o menos atención la carrera de Don Winslow descubrirá, entre otras cosas, que su visión se ha ido agriando con el paso de los años y, al mismo tiempo, cómo su estilo se condensaba y parte de la acción se desarrollaba a través de los diálogos. Se tratan estos libros, como Corrupción policial, de obras muy amargas y en las que apenas queda espacio para el optimismo. Es como si el escritor hubiera si no perdido la fe en el sistema, sí que erosionado su creencia de que cambiar las cosas puede ser posible. No sé si esto justifica su anunciada retirada de las letras y, por otro lado, su anunciado ingreso en la vida política norteamericana, pero Winslow insiste que si da este paso es porque hay que hacer algo para detener a ese fanfarrón llamado Donald Trump, que se convirtió en presidente de los Estados Unidos contra todo pronóstico (esa era la idea al menos en la vieja Europa) y convirtió el desprecio sobre todo a los periodistas en una de sus señas de identidad.

Es probable que harto de esta situación y de que su país dejara de ser el país en el que siempre confió, Don Winslow haya decidido dejar el teclado del ordenador por la tarima de los oradores públicos. Los que hemos crecido leyendo sus libros solo podemos desearle todo el éxito del mundo. En especial cuando viviendo tan lejos de los Estados Unidos a uno le da escalofrío pensar que ese gigante rubio con sobrepeso puede ser de nuevo presidente de la que sigue siendo la nación más poderosa de la Tierra. Poderosa en armas y poderosa en imponer su cultura.

Leo por eso Ciudad en ruinas con una vaga sensación de pesar. Pesar porque me cuesta reconocer que perdemos para siempre a Don Winslow como escritor. Pesar que se suma a la desconcertante y contradictoria sensación que me asalta cuando leo su última novela, tercer capítulo de ese gran y ambicioso fresco de clanes irlandeses e italianos que hicieron dinero explotando negocios sucios en el pequeño estado de Rhode Island para trasladarse en los libros siguientes a Los Ángeles y al almibarado pero también venenoso mundo del cine y Las Vegas, la ciudad del juego por excelencia, construida en el gran desierto del Mojave.

Al inicio de la lectura de Ciudad en ruinas el lector puede quedar desorientado, sobre todo para los que conocían las dos primeras entregas de la trilogía pero a medida que uno se adentra en esta historia cruzada de familias que se enfrentan por unos terrenos donde se va a construir un hotel que será el mejor hotel de la capital del juego, la novela toma camino y ya no deja en paz al lector hasta llegar a un final que no revelaremos pero que convencerá a los que conocen a Danny Ryan y el universo de personajes que gravita a su alrededor. No se trata, es cierto, de una de las mejores novelas de Winslow pero su galería de secundarios es convincente, dan color a un relato que finaliza la carrera literaria de uno de los grandes de la novela negra norteamericana.

Saludos, verano, desde este lado del ordenador

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