Kelly Martínez-Grandal: “Le tengo alergia a lo panfletario”
La vida de Kelly Martínez-Grandal (La Habana, 1980) comenzó en Cuba y continuó a las edad de trece años en Venezuela para terminar en Miami, Estados Unidos. Esta vocación de trotamundos no nació natural sino forzada por un exterior incontrolable que ella define como “tránsito”, una percepción que ha fijado su visión literaria y especialmente poética.
La escritora pasó unos días en Tenerife, donde aprovechó para presentar su libro de poesía Zugunruhe en el espacio La Poeteca, en La Laguna. De la isla se lleva una impresión “tremenda” del mar que baña sus costas y cuya evocación formará parte de un trabajo en el que reflexiona –en una especie de híbrido entre ensayo y poesía– sobre las playas y el mar que han marcado su vida.
En la actualidad, Kelly Martínez-Grandal trabaja como editora y formó parte de Funcionarte Corp., una organización sin fines de lucro dedicada a ayudar a las sobrevivientes de violencia doméstica a través de talleres de literatura y arte. Desde el 2019 trabaja como Editora de Producción para Penguin Random House Grupo Editorial y en 2024 recibió la Cintas Foundation Fellowship in Creative Writing.
- ¿Cuándo empieza acariciar usted la idea de escribir poesía?
“Nací en un ambiente propicio, mis padres eran fotógrafos y desde pequeña estuve rodeada de artista y escritores aunque empecé a coquetear con la poesía cuando estudiaba en la universidad pero entonces me dedicaba sobre todo al ensayo, más a la escritura académica que a la poesía. Tomármelo en serio empieza en Miami ya con una edad tardía, los treinta y tantos, en la que me doy cuenta que no está todo lo que me era conocido y que lo único que me pertenecía era la escritura”.
- Cuba, Venezuela y ahora Estados Unidos. ¿El hecho de haber estado en estos tres países condicionó su manera de entender el mundo?, ¿cómo cree que afectó a su poesía?
“No me detengo a pensar en eso porque es mi vida y no la veo desde una distancia contemplativa pero todo lo que escribo está marcado por la imagen del tránsito más que por la emigración. Mi vida, incluso en Cuba, ha sido un poco nómada. Está la imagen de lo escindido, del tránsito, de lo escindido en tres culturas y eso se refleja en mi escritura. Me gusta mucho lo permeable y que choquen los géneros literarios como la poesía y el ensayo. Cuando en mi caso coinciden, coinciden por esa obsesión por el tránsito. Mi poesía es una poesía festiva pero también dolorosa y resignada porque he aprendido a ser muy práctica con esas cosas: lo que pasó, pasó. Fue lo que me tocó, no hay lágrimas por el pasado”.
- Escribe en español.
“Sí, pero no descarto hacerlo en algún momento en inglés aunque me gusta mucho el español por su estructura”.
- ¿Qué otros temas aparecen en su obra poética?
“La ciudad es importante para mi. Todas las ciudades donde he estado. Lo urbano, el tránsito de los espacios urbanos, el tránsito otra vez. Y el mar, no puedo escapar de mi insularidad. El mar aparece sin que me de cuenta en mi trabajo. Ahora estoy con un proyecto precisamente sobre el mar. En cuanto otros temas, destacaría la muerte, que es el último gran tránsito. Mi poesía está marcada por ella. La muerte de mi padre y las muertes en el exilio. El proyecto del mar es una mezcla de ensayo y poesía sobre mi vida a través de las playas aunque en Tenerife me ha inspirado mucho más el mar”.
- Es distinto al del Caribe.
“Totalmente distinto, por eso me ha impactado. No es el mar calmo de Cuba, el de Tenerife me recuerda un poco al de Venezuela pero magnificado por la presencia monumental del Teide. Es apabullante”.
- Estuvo en Tenerife y presentó su último libro de poesía Zugunruhe. ¿qué es Zugunruhe?
“Es una palabra en alemán que significa ansiedad migratoria que es lo que le entra a los pájaros cuando tienen que emigrar. Esta palabra alemana es la única que lo define”.
- ¿Qué elementos cubanos y venezolanos cree que se encuentran en su poesía?
“La memoria. La memoria es importante para mi. La memoria de la infancia está vinculada con Cuba y asoma constantemente Cuba en ese sentido aunque es más tema que voz. Me formé en Venezuela y dentro de la tradición poética venezolana en su manera de decir y, es gracioso que te diga esto porque me doy cuenta ahora que mi interior es cubano pero toda la fachada es venezolana porque crecí allí”.
- ¿Su poesía es más venezolana que cubana?
“En la manera de decirlo sí porque la poesía cubana es más experimental con el lenguaje, eso lo marca Lezama que fue el monstruo de la experimentación del lenguajes mientras la poesía venezolana es más directa, seca, más de imagen y yo soy más de imagen aunque construir una a través del lenguaje es muy complicado pese a que parezca escrita con un lenguaje directo. En todo caso, mi poesía no tienen el tono marino de la poesía cubana. Reconozco también influencias de la poesía estadounidense, de la generación Beat. Mi tesis fue sobre Jack Kerouac, así que me tocó leerme no solo a los Beat y toda la poesía anterior sino también la posterior a ellos. Y me gusta mucho. Me gusta esa aparente sencillez de la literatura norteamericana donde todo está escrito muy limpiamente porque en el contenido está lo que subyace”.
- ¿Vivir en Miami no ha influenciado en su trabajo literario?
“Sí lo ha hecho. Significó el reencuentro con mi propia cubanía y recordar palabras que había olvidado. Ha influenciado no solo en lo que soy para bien o para mal”.
- ¿Mantiene contacto con los escritores y poetas cubanos que viven en la isla?
“No tanto como quisiera pero ya casi todo el mundo está fuera porque dentro queda muy poca gente. Los jóvenes se están yendo en desbandada”.
- ¿Su poesía es política?
“No es panfletaria ni abiertamente política aunque creo que todo acto humano es político. Política es una palabra hermosa y muy amplia. Y sí, sí hay momentos en que mi poesía puede ser política en cuatro o cinco poemas que abiertamente lo son pero trato que no sea evidente. Lo panfletario me molesta mucho porque mi vida ha estado marcada por el panfleto. Me molesta tanto que incluso en mi manera de hacer disidencia –y hay muchas maneras de hacer disidencia contra lo que sea– le tengo alergia a lo panfletario”.
- ¿Y dónde vuelca su disidencia?
“En cualquier cosa. Contra el régimen cubano, contra Maduro y contra Trump… Lo que huela a dictador sea de derechas como de izquierdas”.
- Cuba, Venezuela y los Estados Unido. ¿Cuál es su patria?
“Ninguna. O mejor, mi patria es la Universidad Central de Venezuela que fue donde estudié y ejercí como profesora y en donde sentí que pertenecía a un sitio. Me acogieron sin que les importara que fuera extranjera. Llegué a Venezuela en 1993, antes de Chávez, en 1998, pero entonces no era tan evidente la deriva que iba a tener el régimen. Yo sabía lo que vendría y si bien no lo sufrí como escritora sí que lo sentí como curadora de proyectos que fueron rechazados porque no eran lo suficientemente revolucionarios. Y lo sufrí mucho ya como profesora a raíz de las protestas del 2014”.
- Es autora también de un libro de cuentos.
“Fue un experimento pandémico y más que historias tratan de personajes que estaban tirando de mi desde hace mucho tiempo. Escribir narrativa me parece muy difícil porque no es mi terreno pero conté con unos editores magníficos. No me niego a repetirlo ya que mi sueño es escribir una novela pero escribo el primer capítulo y soy incapaz de continuar”.
- Si el régimen castrista terminara mañana, ¿volvería?
“No lo sé. Fantaseo mucho con volver y vivir en La Habana vieja. Mi sueño era comprar un pequeño apartamento en la zona del puerto porque mi padre era de allí, pero lo tendría solo para pasar temporadas. Pensar que volvería a la Cuba que dejé es una mentira. Ya no es la misma en cuanto a infraestructuras y el comportamiento de la gente. Nada de eso existe ya”.
- ¿No le molesta que haya gente todavía que defiende regímenes como el cubano o el venezolano desde países como España?
“Desde que tengo trece años llevo peleando por eso hasta que llegué a un punto en el que me cansé. Traté de advertírselo a los venezolanos cuando estaba allí pero me di cuenta que no sirve de nada. En este momento, me molesta especialmente que la izquierda radical norteamericana celebre continuamente al régimen cubano y venezolano pero no les peleo porque es perder el tiempo. Tienen que verlo para entenderlo y eso que mis valores están más próximos a la izquierda que a la derecha” .
- ¿Qué tipo de literatura es la que se está escribiendo y publicando ahora en Miami?
“Muchos escritores trabajan el tema de la emigración, como Pedro Medina, que escribe noir desde Miami y Dainerys Machado. Los escritores jóvenes trabajan mucho el Miami que no se ve y que no tiene nada que ver con las playas y las fiestas y sí la ciudad sucia, polvorienta y gamberra que también existe pero que está apartada de la otra”.
- ¿Han superado las nuevas generaciones de cubanos que viven en Miami el choque de no vivir en Cuba?
“No estoy muy segura ya que la comunidad cubana de Miami tiene muy vivo ese trauma y actuamos a través del trauma de haber perdido la isla. Tuve la oportunidad de apartarme un poco de todo eso pero la obsesión con la isla en las distintas generaciones de cubanos aún está presente. Es una herida muy dolorosa y si bien es verdad que los más jóvenes no tienen el mismo apego que sus padres y abuelos hacia Cuba, sí que tienen una suerte de rechazo por la isla. La herida aún sangra porque es tu patria y cuando te vas dejas de existir para ella”.
- ¿Qué escritores sigue con más atención?
“Son miles pero citaría a Dulce María Loynaz, la poeta venezolana Hanni Ossott… Ahora mismo estoy con Libro Mediterráneo de los muertos, de María Ángeles Pérez López y en cuanto a narradores hay muchos y si miro al pasado la lista es muy larga. Estoy obsesionada con la Medea de Chantal Maillard y me gusta lo que escribe Fabio Morábito, entre otros”.
- Más ellas que ellos.
“No me gusta distinguir entre voz masculina y femenina pero hay temas en lo femenino, como lo doméstico, que manejamos de otra manera y con una mirada distinta en la que como mujer me siento más identificada”.
¿Funcionarte Corp.?
Funcionarte Corp. es un proyecto de la promotora Yovana Martínez y se trata de una iniciativa en la que “siempre quise entrar porque tengo un pasado relacionado con la violencia doméstica”, recuerda Kelly Martínez-Grandal cuando rebobina para hablar de este trabajo. “Quería que lo que me pasó ayudara a otras mujeres”, dice, “así que lo organizamos pese a la dificultad de hacerlo con las cosas que no tienen ánimo de lucro”. Funcionarte Corp. consistía en una serie de cursos de arte muy básicos porque “el trauma es más fácil hablarlo a través del lenguaje no verbal que el verbal. El hecho de pintar era muy útil para ellas y para nosotras. Para todas. Escribíamos también, bueno, las que se atrevían a hacerlo porque hay muchos niveles de trauma”. El caso es que “leímos mucho” y que fueron tres años maravillosos “hasta darme cuenta que no estaba hecha para eso. Se trataban de historias muy duras”. Este año publicará un libro sobre esta experiencia.
Saludos, otras voces, otros ámbitos, desde este lado del ordenadors