Archive for Agosto, 2024
Benjamín Reyes presenta Don Miguel, el del cine, un libro sobre el pionero de la fotografía y el cinematógrafo en Canarias
Miércoles, Agosto 28th, 2024El 13 de febrero de 1898 se exhibieron por primera vez en Canarias una serie de películas gracias al cinematógrafo Lumière. La histórica proyección tuvo lugar en los bajos del Círculo Mercantil de Santa Cruz de Tenerife y el hombre que estaba detrás de aquel artefacto era un palmero, Miguel Brito, el primero que supo ver las posibilidades de aquella máquina de la que salía un rayo de luz que al estampar contra un lienzo en blanco reproducía imágenes… Imágenes de la salida de los obreros de una fábrica, de un tren que avanzaba directo al asustado espectador o de un regador, regado.
El caso es que aquel visionario trajo a las islas el revolucionario invento poco después que los hermanos Lumière lo presentaran oficialmente y por primera vez al público en París en marzo de 1895. Así que lo que vino después es historia y en el caso de Miguel Brito, de un injusto olvido que salvo una calle que lleva su nombre en la capital tinerfeña, sigue siendo un absoluto desconocido.
Por fortuna y gracias a Don Miguel, el del cine, de Benjamín Reyes, un libro quiere recuperar su trabajo y en especial destacar su importante aportación como pionero del cine y de la fotografía en Canarias.
Entre las muchas cosas que llaman la atención de esta obra, destacaríamos la excelente colección de imágenes del mismo Brito Rodríguez que se dispersan a lo largo de las páginas del libro. Imágenes en blanco y negro no solo de familiares sino también de la isla de La Palma. No es para menos, porque este atractivo material gráfico permanecía hasta la fecha ignorado y sirve a los lectores para observar cómo era la vida en la Isla Bonita durante las primeras décadas del pasado siglo XX.
Don Miguel, el del cine está estructurado en diez capítulos y cuenta con un prólogo que firma el cronista oficial de Santa Cruz de La Palma, Manuel Poggio Capote, en el que además de celebrar la publicación de esta biografía, saluda la recuperación de la vida y de la obra de un hombre que si hubiera nacido en otro sitio, en otro lugar, hubiera dado origen a una o varias historias. Y es que la existencia de don Miguel (conservamos el tratamiento de don que le da Benjamín Reyes en el título de la obra) parece sacada de una novela por entregas, sistema de lectura por otro lado que fue muy de aquellos tiempos de los que solo conservamos memoria gracias a los periódicos, los libros, las fotografías y el cine, entonces aún en pañales.
El personaje tiene también vinculación con Santa Cruz de Tenerife, ya que terminó sus días residiendo en la isla, donde además de ser el responsable de la primera exhibición cinematográfica, terminó trabajando como maquinista en el cine de La Paz, hoy desaparecido pero que formaba parte de una de las esquinas que flanquean la fuente que lleva ese nombre, La Paz, en recuerdo del fin de la I Guerra Mundial.
No se le hace extraño a quien ahora les escribe que este libro sea resultado del entusiasmo de Benjamín Reyes por descifrar la historia del cinematográfico a este lado del Atlántico, y mientras se pregunta la razón no deja de ojear las páginas de una obra que está llamada a ser reclamo no solo para el aficionado palmero sino también de otras islas y, si me apuran, de otros territorios no necesariamente peninsulares ya que estamos ante un trabajo que con las distancias a las que obliga la investigación histórica y periodística, saca a relucir lo que se conoce sobre Miguel Brito, un hombre con dinero que invirtió en lo que más le gustaba, el cine y la fotografía, aunque fracasara en muchas de estas actividades porque no tuvo madera para los negocios. En el libro me entero además de la afición que tuvo por la vida bohemia y del fin de una existencia que no lo trató con la gratitud que se merecía.
Para escribir sobre sus hechos, Benjamín Reyes ha buceado en archivos y hemerotecas, entre otros el Diocesano de Tenerife, así como consultado cartas manuscritas que dirigió a la clientela de su estudio fotográfico y la correspondencia que su esposa, Blanca Rosa Padilla, le escribió y en el que se nos muestra un retrato más humano de la pareja.
En el aspecto técnico, Benjamín Reyes repasa su trayectoria como fotógrafo, donde acumula en el periodo comprendido entre 1898 y 1932, 21.384 imágenes en las que plasma cómo era la sociedad de su tiempo, su trabajo como fotoperiodista en el Diario de Avisos y su quehacer como proyeccionista, primero en el Parque Recreativo y más tarde en el Cine La Paz. Su poco olfato para los negocios hizo, sin embargo, que vendiera sus aparatos cinematográficos a Ramón Baudet, que sí vio las posibilidades de aquel invento, convirtiéndose en uno de los empresarios de salas de exhibición cinematográficas con más éxito en Tenerife y La Palma.
El libro de Benjamín Reyes se lee con curiosidad, a lo que contribuye su profesión de periodista, y entre las selección de fotografías que incluye destacaría de entre todas ellas unas que a mi, particularmente, me ha llamado la atención por su desarmante sencillez y por lo que transmite. Se trata del retrato de un infante con medio cuerpo recostado sobre una mesa. Los ojos abiertos y grandes, tan grandes que casi parecen boliches, miran fijamente a la cámara.
Esta fotografía es una metáfora adecuada para resumir la vida y la obra de Miguel Brito, uno de esos hombres que siempre quiso mirar hacia el futuro y nunca al presente ni al pasado. No me cuesta por ello imaginar cuál tuvo que ser su expresión y la de los que acudieron al estreno cuando hace ya más de un siglo se proyectó en el Círculo Mercantil de Santa Cruz de Tenerife las primeras imágenes que salían de aquella caja, de lo que se conocía como cinematógrafo Lumière. Lo que vino después es otra historia.
Saludos, navegamos, desde este lado del ordenador
Karina Sainz: “No me siento de ninguna parte”
Martes, Agosto 27th, 2024Si hay un asunto que domina la literatura de Karina Sainz Borgo (Caracas, 1982) ese es el desarraigo. Eso al menos admite la escritora y periodista, una de la invitadas a participar en la sexta edición del Festival Hispanoamericano de Escritores que se celebra del 23 al 28 de septiembre en Los Llanos de Aridane (La Palma), sede de este ambicioso encuentro con las letras y que este año tiene como país invitado a Venezuela.
No es la primera vez que Karina Sainz Borgo viene a las islas Canarias, cubrió como periodista la erupción del volcán Tajogaite en 2021, y ha visitado otras islas del archipiélago salvo, de momento, El Hierro. Destaca de este archipiélago pegado al continente africano pero americano de corazón, lo que califica como de “humor atlántico” así como que se trata de una tierra “donde escribo muy bien”.
En la actualidad, Karina Sainz Borgo compagina su actividad como periodista con la literaria. Es autora de tres novelas: La hija de la española, El tercer país y La isla del doctor Schubert, aunque ahora está escribiendo una nueva historia, Nazarena, con la que espera cerrar un ciclo literario que protagonizan sobre todo mujeres.
- La consideran una escritora de la diáspora venezolana.
“Es una apreciación. Creo que mi narrativa es muy propia por lo que no me veo ahí pero con esto no quiero decir que lo que escribo se parezca porque yo hablo del colapso de Venezuela y de la sociedad venezolana pero no me siento que forme parte de la diáspora ya que no me veo así ni escribo con ese propósito ni cuento con un proyecto definido en función de las circunstancias aunque es inevitable que un éxodo de la proporción que ha tenido Venezuela no incida en la vida de los ocho millones de personas que se han marchado del país y que los que se quedaron vivan en la actualidad bajo circunstancia muy difíciles. Es como pensar que el apartheid no ha influenciado en la obra de Coetze o Gordimer, No puedo escapar a esa angustia. Mi primera novela, La hija de la española, tiene como trasfondo un sistema autoritario mientras que la segunda, El tercer país, es una alegoría sobre la emigración y la necesidad de enterrar a los muertos. Intento transmitir que dentro del desarraigo individual hay un elemento universal”.
- ¿Recuerda el momento en el que tomó la decisión de marcharse de Venezuela?
“Fue en 2006 y tomé la decisión porque no me reconocía. Hugo Chávez cumplía casi una década en el poder y ya se estaban dado rasgos importantes de autoritarismo. En aquel entonces trabajaba en el periódico El Nacional y mucha gente con la que trabajaba acabó siendo juzgada y presa y eso me produjo un profundo desgarro y que me alejara del país. Cuando me marché, aún mantenía una relación saludable con Venezuela. De hecho, solía regresar pero eso fue cambiando y ahora me siento más representada por el discurso del desgarro”.
- Y se viene a España.
“A la edad de 23 años cualquier experiencia es significativa. Lo que más me llamó la atención de la Europa de aquel entonces, las del 2006, es que no tenía nada que ver con la actual. Había mucho dinero y optimismo con respecto al proyecto europeo y las redes sociales no tenían el protagonismo que sí tienen ahora. Sentí que daba un salto en cosas muy significativas. A España le debo mi formación intelectual, aquí fue donde me hice adulta, donde me casé y me divorcié y en donde he desempeñado varios trabajos. Aquí fue donde comencé también a publicar libros por primera vez. Mis raíces con Venezuela son más débiles y ahora que tengo 42 años se nota”.
- ¿Cuándo comenzó a notar los primeros síntomas por la literatura?
“Mi relación con la literatura viene de atrás. Nací en una familia con muy buenos lectores y hay que tener en cuenta que la tradición literaria venezolana está muy enraizada con la poesía, que mantiene una relación cercana con el lenguaje. Estuve dando signos de expresión literaria muy pronto y de manera ya profesional a partir de los 18 años, que es cuando comienzo a trabajar en prensa”.
- La vida cultural en Venezuela era entonces muy activa.
“Estaba la editorial Monte Ávila y el Centro de Estudios Latinoamericano Rómulo Gallegos en los que se generaban debates intelectuales y literarios. Caracas fue la plaza de creación del Premio Rómulo Gallegos que sirvió de gran apoyo a la literatura en español, otorgando el premio a escritores como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa… Caracas era un epicentro intelectual que los años de demolición han ido desmontando. El problema es que la literatura venezolana estuvo bajo el ala de la cultura oficial y pocos escritores, salvo Francisco Herrera Luque, que por entonces era el más mediático, se conocían. Al deteriorarse Monte Ávila, todo ese tejido cultural, porque también pasó en las artes plásticas, terminó siendo absorbido en un proyecto ideológico que se ha hecho sectario y propagandístico y todo ese proceso coincide con el descalabro social venezolano”.
- En su caso, ¿qué fue primero, el periodismo o la literatura?
“Creo que mi relación con la literatura fue lo primero pero la cobardía y el aburguesamiento me hicieron estudiar periodismo quizás porque me pareció una profesión con la que podía ganarme la vida y lo es a día de hoy. El periodismo me ha condicionado en la escritura literaria en cuanto a la concisión del lenguaje aunque mi forma de escribir literatura es distinta a la de mi formación periodística que fue española. Es decir, que en donde domino realmente la técnica periodística es en España, país en el que tuve muy buenos maestros. Y esa es mi impronta española, que siento en mi forma de escribir y que pienso ha sido muy saludable”.
- En cierta ocasión habló de realismo trágico frente a realismo mágico.
“Cuando se publicó La hija de la española, que se trata de una distopía, me dijeron que no escribía realismo mágico sino trágico. Y siento que esa temperatura es parecida a las de otras literaturas latinoamericanas, donde prevalece en la actualidad el colapso, el apocalipsis. En mi caso, creo que con un lenguaje propio ya que me gusta usar figuras alegóricas con alusiones morales, que describan la decadencia humana porque de alguna manera eso sí que me condiciona: la sensación de doble desarraigo, de estar fuera de lugar”.
- ¿Y recurre a esa sensación de desarraigo para escribir lo que siente?
“No me siento de ninguna parte. Sé que nunca seré española y los venezolanos no me ven como a una venezolana por eso no es que lo use para escribir es que se trata de mi punto de vista. Está en mi sensibilidad. Tengo muchas obsesiones con la tierra, la memoria, la muerte… Y dentro de todo me parece normal porque es un proceso hasta cierto punto de madurez en el que comienzas a asumir lo que es verdad así que vivo con ello, puedo lidiar con ello”.
- Lidiar sí pero ¿en qué espacio se ubicaría como escritora?
“Entre los buenos escritores. Eso es lo que intento. Mi literatura tiene una impronta latinoamericana muy fuerte. En Francia y Alemania mis libros son muy bien recibidos, también en los Estados Unidos, así que me suele ir mejor en los países de habla no hispana, lo que me parece muy curioso, algo que me llama la atención”.
- Esa sensación de no pertenecer a ningún lado la observa en otros escritores, sean o no venezolanos?
“Tengo una buena amiga ucraniana, Margarita Yakovenko, y en nuestras conversaciones hablamos de esa sensación de desarraigo porque ella nació en Ucrania y llegó a España con ocho años y no es vista como española ni como ucraniana. Vive, hasta cierto punto, con esa misma sensación errante que yo”.
- ¿Tiene escritores venezolanos que sean sus referentes?
“Una de las más importantes, de las que marcaron mi vocación literaria, es Elisa Lerner, que me animó a escribir hasta que encontré mi propio camino. Otros autores, no venezolanos, son el sudafricano Coetze y Flaubert, del que me costó reponerme cuando lo leí. También Javier Marías, que es mi gran amor español y adoro, por supuesto, a Cervantes, a Lope, pero Javier Marías es la única raíz que siento literariamente con España, fue un escritor renuente a los temas patrios y eso le costó la antipatía en algunos casos. Existen otras referencias literarias en mi formación pero Elisa Lerner es la voz venezolana que más me marcó y la que me empujó a escribir siendo muy joven”.
- Es autora de La isla del doctor Schubert, ¿un homenaje a La isla del doctor Moreau de H.G. Wells?
“Se trata de un relato largo. Una historia de aventuras en la que le doy mucho juego a la fantasía. El tercer país, mi segunda novela, me resultó muy dura de escribir y me resecó un poco el lenguaje así que buscaba una fase intermedia entre El tercer país y Nazarena, que es la novela en la que trabajo ahora. Me gusta mantener un ritmo de publicación para observar cómo se comporta lo que escribo”.
- ¿Utiliza palabras del español de Venezuela en sus novelas?
“Hay palabras que necesito utilizar y casi siempre son nombres de árboles y frutas de Venezuela porque tienen un sonido precioso pero lo evito porque quiero ser lo más neutra posible ya que tengo la sensación de que me van a recibir como una escritora que no es lo suficientemente venezolana. Si lo hago así es para cubrirme las espaldas pero hay cosas que no concibo sino en castellano, es un poco extraño, y eso que no he perdido nada de acento ni los modismos venezolanos. En donde trabajo, el periódico ABC, los compañeros a veces no me entienden”.
- ¿Le duele Venezuela?
“Siento un desgarro profundo y difícil. De alguna manera no lo puedo evitar. Mi primera novela tuvo que ver con Venezuela y se trata de un libro que a veces me arrepiento de haber escrito pero me posiciono frente al país. Mantengo una relación muy complicada con Venezuela. No tengo tantas certezas aunque sí siento la Venezuela en la que crecí”.
- Y ahora escribe Nazarena. ¿Qué es Nazarena?
“Quiero cerrar un ciclo que inicié con La hija de la española y continué con El tercer país. Con Nazarena forman un ciclo muy político en torno a la familia, el parentesco, la tierra, el origen. Lo que pasa es que si en La hija de la española escribo sobre la pérdida y en El tercer país sobre la compasión, esta vez abordo la herencia y la locura que es la gran protagonista de la novela”.
- ¿Son éstas sus constantes literarias?
“También la violencia y la belleza porque soy consciente que puedo llegar a crear una belleza particularmente depredadora y ácida y extremadamente dura. Y creo que lo consigo. Mis personajes, además, son casi todos mujeres”.
- ¿Cuántas literaturas existen hoy en Venezuela?
“Existe una escritura oficialista, que siempre la hubo por otra parte, con escritores como Luis Britto García, Juan Calzadilla y Luis Alberto Crespo, que fueron afines al chavismo pero hay más gente escribiendo, muy jóvenes además. En este sentido, hay toda una generación en la que los escritores han sido también editores, críticos y dinamizadores culturales. Hay un vínculo literario muy fuerte porque nuestra tradición literaria es muy fuerte, sobre todo en poesía”.
- ¿Cómo son las relaciones literarias entre España y América?
“Las voces pueden ser de un país pero los grandes mercados y los lugares de circulación literaria de América son Colombia, México y Argentina porque es donde se establece ese circuito de intercambio que me parece una consecuencia natural. Pasó con la Barcelona de finales de los años 60, donde la clave era más iberoamericana que otra cosa. España lleva con mucha dificultad su relación con Hispanoamérica. Tiene una extraña desconexión en su relación con la literatura latinoamericana”.
- Pero ¿no cree que pasa lo mismo con las literaturas de los países hispanoamericanos y su relación con España?
“Excepto con determinados escritores como Ray Loriga y Enrique Vila-Matas, por citar dos contemporáneos, hay algo en ese puente de ida y vuelta que no termina de fluir”.
Saludos, mi reino por un caballo, desde este lado del ordenador
Barrio negro, una novela de George Simenon
Lunes, Agosto 26th, 2024“¡A Dupuche le ilusionaba tanto poder anunciar aquella noche a su mujer que no había bebido en todo el día! Pero también eso le parecía lo más natural. Ella no había estado errando por las calles, descifrando los letreros y preguntándose si tendría valor para ir a solicitar un empleo en tal o cual almacén, en tal o cual oficina inglesa o norteamericana.
En realidad no se dirigió a ninguna parte. ¡No se atrevió! Apenas pasó cinco minutos en el Cercle International, donde había salones lujosos, un jardín, una piscina, mesas de bridge y de bacarrá.
Evitaba beber allí, ya que ignoraba el precio de las consumiciones. Notaba que lo observaban”.
Barrio negro, George Simenon. Traducción: José Escué (Tusquets Editores, 1996)
El escritor de origen belga George Simenon se hizo famoso con la serie de novelas que dedicó al comisario Maigret, que han sido llevadas en numerosas ocasiones al cine y a la televisión, pero la mayoría desconoce que fue además un excelente contador de historias que nada o muy poco tenían que ver con los relatos policíacos –bien es verdad que notablemente ambientados al dibujar un cuadro preciso de la acomodada y pesada rutina del día a día que vive el burgués de provincias– aunque en todas ellas sobresaliera una visión amarga pero también distante de las debilidades humanas y una crítica no demasiado velada de la hipocresía del hombre de la calle, el ciudadano normal y corriente que se ve envuelto por los caprichos del destino en una situación que no controla y que saca lo peor pero también lo mejor de cada uno de ellos.
Barrio negro es una novela corta que publicó en su tiempo en español Tusquets, editorial que recuperó varias novelas que no pertenecían a la saga Maigret, y en la que se puede observar lo fantástico escritor que fue más allá de la serie que lo consagró en la república de las letras. Una nueva lectura de la novela me ha mostrado además la capacidad que tuvo como escritor de caracteres humanos, y de cómo se enfrentan a los conflictos sin renunciar a sus flaquezas.
Barrio negro tiene también la característica de estar ambientada en un escenario en el que no se habla francés, aunque en él circulen una serie de personajes que proceden de Francia como si se trataran de náufragos que han quedado varados en tierra extraña, y pese a todo, incapaces de renunciar a los vicios que traen del viejo continente, lo que provocará en los patriotas, los que siguen siendo franceses en tierra extraña, que marginen a todos aquellos que sí que renunciaron. A los que tomaron la decisión de quedarse en ese país en el que cayeron por la endemoniada casualidad. Esto es lo que le pasa al ingeniero de minas, Joseph Dupuche, quien con su esposa queda anclado en Panamá cuando quiebra la empresa que lo contrató para que explotara los yacimientos que eran de su propiedad en lo más profundo del país centroamericano.
Como el dinero en metálico que lleva en el bolsillo no es suficiente, y el dinero que le prometió la empresa que cobraría nada más llegar ha desaparecido en el aire, se inicia la odisea de un hombre que mientras mengua su economía, descubre lo poco que le importa a su país de origen, y fruto quizá del calor y del nuevo ambiente en el que se mueve, darse cuenta del cinismo de su vida europea anterior. De lo frágiles que fueron las relaciones que mantuvo con los suyos, familia incluida, y ahora con su esposa, que es bien acogida por los refugiados franceses no así él, el desarraigado Joseph Dupuche.
Joseph Dupuche es uno de los mejores personajes construidos por Simenon precisamente por su humanidad. El paulatino proceso de erosión que atraviesa lo contemplamos por dentro porque si bien la novela no está escrita en primera persona, la tercera lo sigue a lo largo de las 165 páginas del libro. Una de esas obras literarias en las que no sobra ni falta nada y que demuestra, una vez más, que es mucho más difícil contar tanto con tan pocas palabras que lo mismo pero multiplicadas por diez. Es la concisión del estilo de George Simenon lo que lo hace tan grande. Y también tan difícil de imitar.
Hay un tema recurrente y latente en esta novela que aparece en otras del escritor como es la de convertirse (voluntaria o forzadamente, esto último es lo que le pasa a Dupuche) en otra persona, o renunciar a su posición para quedar relegado en otra. Tiene mucho de identidad perdida Barrio negro, pero si uno estudia la producción de Simenon, observará que es una constante es otros tantos libros de su, afortunadamente, copiosa producción literaria.
La novela cuenta la erosión de un matrimonio aparentemente feliz y como este desgarro se hace físico cuando Dupuche decide irse al otro extremo del país, la ciudad de Colón, con una amante negra que conoció en Ciudad de Panamá mientras su esposa, que sí ha sido aceptada por la colonia francesa, trabaja en un hotel y conoce a otro hombre. El hecho de que su amante sea negra provocará que los “suyos”, los franceses, no lo admitan en su círculo por motivos racistas, de franco desprecio a los negros.
Al desarrollarse sobre todo en ciudad de Panamá pero también ocurren en las partes que pasan en Colón, George Simenon describe un espacio en el que hay negros, que viven hacinados en chabolas al lado de las vías del tren; la pequeña colonia de franceses ahí varada y los norteamericanos que residen cerca del canal pero también tan distantes del resto. Es el canal un protagonista de la novela aunque no en términos absolutos pero sí que se trata de la fuente de la fortuna de todos los que viven en la zona, sobre todo a la caza y captura de turistas que vienen con mucho dinero y ganas de olvidar quiénes son en realidad.
Saludos, un verano soportable, desde este lado del ordenador
Doña Beatriz de Bobadilla, en el cine
Viernes, Agosto 23rd, 2024Doña Beatriz de Bobadilla aparece como personaje secundario en la serie de televisión Isabel. El personaje es interpretado por la actriz Sara Rivero (en la imagen), quien se convertirá en la amante del rey Fernando.
En el mediometraje Iballa, que se estrenó en septiembre de 1988 en Televisión Española en Canarias, y dirigido por Josep Vilageliu, aparece también nuestra protagonista interpretada por Pilar Rey mientras Alberto Omar encarna a su esposo, Hernán Peraza.
Por último, el cineasta grancanario David Pantaleón estudia también contar una historia sobre La Cazadora. El guión se inspira de momento en la novela de Carlos Álvarez, Doña Beatriz de Bobadilla. Señora de Gomera y Fierro pero en una entrevista que mantuvimos con el director de Rendir los machos, levantar la producción será un trabajo lento ya que reúne todas las complicaciones de un filme de época. Si la historia que está ahora mismo escribiendo junto a un colaborador llega a buen puerto, habrá que esperar varios años para comprobar si efectivamente La Cazadora tiene su versión canaria en pantalla. Siento además una confesa curiosidad por conocer quién podría ser su protagonista. ¿Y Hernán Peraza?, ¿Y Cristóbal Colón?
Saludos, preguntas y más preguntas, desde este lado del ordenador
Doña Beatriz de Bobadilla, en la literatura (y II)
Jueves, Agosto 22nd, 2024Mario Escobar destacó en una conversación que mantuvimos con él que llegó a La Cazadora al leer el tercer capítulo de Cabeza de Vaca de Antonio Pérez Hernández, novela en la que cuenta cómo el navío que lo lleva a América hace escala en una isla donde uno de los personajes comenta que allí, en La Gomera, la gobernadora es amante de Cristóbal Colón. “Un dato que, personalmente, desconocía. Hasta ese momento sabía de su tía pero no de la sobrina y el personaje me pareció enormemente atractivo: la amante de Colón y la señora de La Gomera, así que me enganché de tal manera a la historia que me hizo romper con mi calendario”, explicó Escobar.
Para el escritor, Beatriz de Bobadilla se trata de un personaje que “lo tiene todo” que encima vivió en un momento histórico “fantástico”. Está a punto de caer Granada y de iniciarse el viaje de Colón. Canarias por primera vez aparece en los mapas de navegación conocidos. “Pensé que era una historia que se debía conocer y como no se puede entender la conquista de América sin conocer la de Canarias me puse a escribirla. Me entretuve mucho con ella ya que transcurre en una época que domino, sobre todo lo que pasaba en la península”, explicó el autor de la La conspiración del Maine.
El perfil psicológico que propone Mario Escobar de Beatriz de Bobadilla es el de “una mujer a la que le domina su propia ambición personal y una actitud vengativa. Es una mujer poderosa, segura de sí misma, muy inteligente y culta para la época ya que sabía leer y escribir”.
En que fue una mujer poderosa y con una ambición capaz de derribar montañas coincide la también escritora Ana Salamanca, que en su novela Los últimos guanches, título que se presenta en octubre, es uno de los personajes protagonistas primero como esposa de Hernán Pereza, quien tras su muerte violenta pasa a ser la Señora de la isla, y más tarde de Alonso de Lugo, conquistador de La Palma y Tenerife. Para Ana Salamanca, pseudónimo de Ana García, profesora de Lengua y Literatura en un instituto de Telde (Gran Canaria), doña Beatriz vive en un tiempo en el que a las mujeres de su clase se las casaba por obligación, en respuesta a estrategias políticas y de alianzas. “Las mujeres usaban el sexo como arma para abrirse puertas. Era algo que le habían enseñado y es el único recurso que tenía para moverse en aquellos ambientes”. Su Beatriz sufre en la novela esa condición, la de mujer en una época en la que debía de estar en casa y con la pata quebrada aunque se conoce que estuvo enamorada en su primera juventud, amor que no pudo ser.
“Fue obligada a casarse con el señor de La Gomera, Hernán Peraza, y en la novela la vemos cuando llega sin desearlo a las islas Canarias”. Este viaje, lo entiende Beatriz como un destierro y al desembarcar en el fin del mundo conocido y en un archipiélago en el que algunas de las islas aún no han sido conquistadas, tiene que adaptarse como puede y de paso olvidar los lujos de los que disfrutó siendo dama de compañía de la reina Isabel.
La Señora sufre con este matrimonio forzado y si las crónicas no mienten, recibe los castigos de un marido cruel al que su ambición desmedida y desprecio por los gomeros conducirá a la muerte. La ausencia de su esposo, sin embargo, no empequeñece sino que la empodera cuando asume que debe llevar las riendas de un señorío en el que pone orden usando las herramientas que están a su alcance. Y sí, tiene poder, y el poder entonces era poseer muchas tierras y dineros. Esto la hace más independiente.
“Entiendo a Beatriz, la han utilizado en cierta forma y ella los utiliza ahora. En cierto sentido, es una víctima de su tiempo pese a que la historia la dibuje como una mujer cruel pero ignora que fue la vida quien la hizo así”.
El personaje aparece con este mismo perfil en la épica aunque irregular Los nueve reinos, que firma Santiago Díaz, una novela de más de quinientas páginas de buenos (los guanches) y malos (los conquistadores y los guanches que pactaron) sobre la conquista de Tenerife. Beatriz de Bobadilla aparece por primera vez en el libro en el Palacio Real de Medina del Campo en Valladolid, en marzo de 1476. La Cazadora tiene dieciséis años y es en este escenario donde conocerá a la reina Isabel, que desconfía de ella pese a ser la sobrina de una de sus más leales consejeras. Desconfía de ella por su belleza. En la novela de Díaz, el rey Fernando también reparará en ella, lo que más adelante significará su condena ya que será “obligada” a contraer matrimonio con Hernán Peraza, quien se la llevará a un “exilio camuflado” a La Gomera. El autor de la novela busca un encuentro fortuito entre Beatriz y quien será su segundo esposo, Alonso Fernández de Lugo, en Sanlúcar de Barremeda (Cádiz) un año después, cuando ya en la corte es público y notorio los amoríos que el rey Fernando mantiene con la joven. La novela vuelve a ocuparse de ella ya establecida en La Gomera y dispuesta a enfrentarse contra los rebeldes gomeros tras la muerte de su esposo y más adelante, en 1494, cuando apoya financieramente la expedición de conquista capitaneada por Alonso Fernández de Lugo a Tenerife. Y escribe:
“Deseaba equipararse de una vez a Isabel de Castilla, a la que tanto seguía odiando, y para ello mandó tallar un trono en el que sentarse para recibir en audiencia a sus vasallos”. La escena, por desgracia, degenera en una bacanal que ni Elizabeth Bathory, la condesa sangrienta, lo que le resta densidad a una novela que no termina de convencer a casi nadie.
El escritor Carlos Álvarez, soriano pero canario de corazón, ha sido de momento el único que, inspirado en tan peculiar personaje, ha intentado rendirle justicia presentándola como una mujer de gran inteligencia en La señora Beatriz de Bobadilla. Señora de Gomera y Fierro. En el relato, Álvarez quiere desmontar el peso de la leyenda negra que soporta la protagonista, así que Cristóbal Colón, a quien describe como un arribista seductor, poco o nada tiene que hacer frente a una mujer acostumbrada a merendarse a tipos como ese navegante que ha llegado a sus costas:
“Beatriz notó que el marino también había puesto plano a su visita, parecía que tenía prisa por terminarla. Apenas se interesó por sus heridas y no usó las galanterías que otras veces prodigaba para conquistarla. Cómo mudan los afectos de los hombres, tal vez ni afectos, solo el deseo es lo que les mueve, pensó Beatriz”.
Carlos Álvarez sí se suma a los que sostienen que fue amante del rey Fernando, a quien conoce carnalmente a la edad de diecisiete años porque “no podía oponerme a la voluntad del rey. Tampoco presenté ninguna resistencia, es verdad. Y si he de ser totalmente sincera, lo deseaba tanto…”
El caso es que la Beatriz de Bobadilla que nos presenta Carlos Álvarez es una mujer que quiere poder para ofrecerles un futuro a sus hijos. Y para ello explotará el único arma que tiene a su alcance: su turbadora belleza. Llega además a Canarias en un momento en el que “las islas ya no estaban en el fin del mundo, tampoco eran un convento ni un reino, era el Señorío de las islas de Lanzarote, Fuerteventura, Gomera y Fierro”. De carácter indescifrable, tierna con los que ama, feroz con los que odia u osan desafiar su poder, como escribió el también escritor Emilio García Déniz, se trata de una mujer “muy interesada en interesante, que se vale de su belleza para conseguir sus propósitos”.
Entre lo mejor de La señora Beatriz de Bobadilla. Señora de Gomera y Fierro está el retrato de época que plantea el escritor y el mundo de frontera que fue la Canarias de aquel tiempo, con sus islas de señorío, la de realengo, Gran Canaria, y las que quedan aún por rendir: Tenerife y La Palma. Junto a Beatriz, orbitan a su alrededor secundarios como el cura herético Injelmo de Souza, el gramático Martín Ralón, el sanguinario Pedro de Vera, el prudente Hupalupo, el valeroso Autacuperche, el adelantado Alonso de Lugo y su cocinero Andresón o la hierbera Severiana, quienes componen un fresco al que no le falta, por fortuna, ironía y sentido del humor.
Para el escritor La Cazadora se trata de una mujer “complicada y del Renacimiento que entra en un territorio completamente nuevo donde convive con los conquistadores y con una población que mantiene su lengua y parte de sus ritos. Un mundo totalmente nuevo del que no tiene referentes”.
Beatriz de Bobadilla es un personaje que aparece en otras novelas que tratan sobre la conquista y es uno de los personajes femeninos más importantes de un proceso en el que casi todos sus protagonistas son hombres, tanto de un lado como del otro, el de los pueblos indígenas. Es tal su intensidad que el lector interesado la puede encontrar además en títulos como Doña Beatriz de Bobadilla: Drama histórico en cuatro actos (1840), de Manuel de Ossuna y Saviñón; La dama sangrienta (2016), de Balbina Rivero, un relato que forma parte del volumen Casa de fieras. Antología de relatos de mujeres malas y Guanches: tiempos de guerra (2017), de Pepe Tejero, novelas que aparecen en la entrada que le dedica la Wikipedia, enciclopedia que recoge una cita del historiador Antonio Rumeu de Armas con las que ponemos punto y final a este artículo que tiene la pretensión de refrescar nuestra historia:
“Beatriz de Bobadilla fue una mujer apasionada y dura, de reacciones impremeditadas bajo al impulso de la violencia. En la vida familiar se enemistó con todos sus parientes (…) sin que fuese posible llegar nunca a una avenencia con ella. En el gobierno de los estados la mano de hierro de la «señora» se dejó sentir sobre altos y bajos, poderosos o humildes, revelando particular saña contra los indígenas. Sus terribles justicias se harán célebres al correr del tiempo, sin que hayan podido ser jamás borradas. Como contrapartida fue una mujer tierna, sensible, enamoradiza, capaz de pasiones volcánicas en las lides del amor. Y con independencia de todo ello, de una hermosura deslumbrante, de que se hacen lenguas los contemporáneos, así de vista como de oídas”,
Saludos, se dijo, desde este lado del ordenador