¡Qué chévere!
Todas las semanas deberían ser como ésta. O algo parecido. De lunes a miércoles me sumerjo en la realidad del Festival Hispanoamericano de Escritores, que cumple mayoría de edad y que reúne a medio centenar de autores/as en Los Llanos de Aridane. Este año el país invitado es Venezuela, así que los que nos visitan de tan lejos casi parecen primos hermanos, lo digo por la forma de hablar, de arrastrar ese acento tan especial que también caracteriza a los que habitamos estas geografías. Por ahí estuvo José Balza, que clausura este sábado, mañana, este cónclave con las letras de la lo octava isla.
De jueves a sábado, mi cuerpo y mi espíritu se trasladan a la isla de Fuerteventura que es otro de esos territorios por los que siento un apego muy especial. El color de su cielo, un azul intenso, me recuerda además al de Santa Cruz de Tenerife: es limpio, salpicado por algunas nubes blanca que aparecen como intrusas por el paisaje celeste.
La razón de que me encuentre por esta tierra se debe a que se celebra en Gran Tarajal un Observatorio Negro y Criminal que reúne a algunos de los más granados escritores/as del género en España como Susana Rodríguez Lezaun, Empar Fernández, Jon Arretxe, Teresa Cardona, Toni Hill y Marta Robles. Dirigen el asunto los también escritores Carmen Nieto y Carlos Gutiérrez, y las cosa, la verdad, va sobre ruedas.
Aprovecho las mañanas para pasear al borde de la playa, sacar algunas fotografías y relajarme. Tanto, que ya me atrevo a mirarme en el espejo. De fondo, aunque muy debilitado porque me encuentro algo lejos, me llega el ruido del mar que es casi como una canción que alguien me cantara junto al oído.
Son sensaciones, por lo que se ve. Momentos que como diría aquél se perderán como lágrimas en la lluvia pero hay veces en los que uno prefiere ser lágrima que se desvanezca en la lluvia que otra cosa. Eso, más o menos, debe ser este gran misterio que es la vida. Por otro lado, termino por perdonar las afrentas y, lo que es más importante, por perdonarme a mi mismo. Como me dijo alguien en La Palma, tras una de las mesas redondas en las que se habló de lo divino y de lo humano sin que apenas brotase en la conversa la política, hoy tan al rojo vivo en el país hermano, qué chevere, qué bueno que viniste…
Y sí que lo fue chévere…, y qué bueno que viniste y qué bueno que llegaron y qué bueno que sigamos estando.
Feliz viaje