El juego de caer, una novela de David Cabrera

No termino de entender que El juego de caer (Nectarina, 2024) haya terminado dentro de la colección noir , 44 Magnum. Serie negra, pero al margen de esta decisión, a mi entender extraña, no ha dejado de sorprenderme gratamente la lectura de la que es la segunda novela de David Cabrera, un escritor me parece a mi mas próximo a la Interzona de William Burroughs que a la denuncia política y social que hizo en sus novelas Dashiell Hammet por citar a quien fue el escritor fundacional, al menos en Norteamérica, de un género en el que cabe de todo.

El juego de caer está inspirado aunque muy vagamente en José Bretón, ese tipo al que se acusó de haber asesinado a su esposa y a sus dos hijos sin que perdiera la frialdad a lo largo del juicio, pero hasta aquí llegan las similitudes porque la narración a medida que avanza se decanta en un viaje introspectivo por la cabeza de un demente que es, paradójicamente, quien nos cuenta esta historia en primera persona.

La novela está estructurada en ocho partes (Nieve, Ley, Detención, Trena, Juicio, Encierro, Palabra mágica y Huida), a las que se suma un índice de notas porque el libro está plagado de ellas. De citas de libros que, uno sospecha, deben de formar parte de la educación intelectual y sentimental de David Cabrera, quien demuestra en esta obra cargada de preguntas que no proporcionan demasiadas respuestas, la altura como narrador que alcanza y que me obliga a buscar como un desperado su primera novela, Darío sin Dios, porque se trata de esos autores que saben conectar con el lector aunque el texto lentamente (eso es verdad) vaya navegando por las turbulentas aguas de un río que conduce a una cascada. Y la canoa en la que transporta a quien se anima a subir a ella, sigue su itinerario inevitable al fin de las cosas, al caos terminal de un relato que casi parece que no sabe salir del atolladero en el que se ha metido cuando se leen sus páginas finales, esas en la que todo eclosiona y hace entender a uno que todo lo que se le ha contado puede haber sido mentira o no. Que es lo más trágico o no.

Como indican los encabezados de los capítulos, El juego de caer nos introduce al protagonista, un tipo que sospecha que su esposa le es infiel y, al mismo tiempo, el cariño devoto que profesa a sus hijos. En el segundo segmento, se nos cuenta como le cae encima el peso de la Ley aunque no haya pruebas que es culpable de la desaparición de su esposa y de sus hijos aunque el juicio paralelo y mediático que se ha organizado a su alrededor lo señale como culpable mientras no se demuestre lo contrario, que sea realmente culpable.

Trena y Juicio tienen ecos al David Mamet de Edmond. Estos capítulos tratan de su primera estancia en la cárcel y del posterior juicio al que se le somete y que termina por condenarlo sin pruebas que lo incriminen mientras que Encierro, Palabra mágica y Huida relatan su estancia en prisión y cómo convence a los demás cautivos para amotinarse no con el fin de hacer presión para alcanzar mejoras sino con el fin de salir de aquel infierno y, en su caso, buscar a su mujer y a sus hijos que, mantiene a lo largo de la toda la historia, se encuentran en Ibiza mientras el resto del mundo piensa que los ha asesinado.

Cada capítulo del libro está encabezado por una cita y como se dijo, el texto está diseminado de frases que el interesado puede averiguar de donde proceden si consulta las últimas páginas del libro. Esto plantea un juego (ya lo advierte el título de la novela) curioso sobre todo si se conocen algunos de los títulos que el autor despliega a lo largo y ancho de un texto que a veces parece que sigue el curso de un agradecido realismo para, en la curva siguiente, girar abruptamente al mundo de los sueños o, mejor, de las pesadilla en la que vive el sufrido protagonista, un tipo más de quiero y no puedo que de quiero porque puedo.

Vista así la cosa, El juego de caer tiene la virtud en unos tiempos donde apenas encuentro virtud, que me sumerja sin precipitaciones en el baño de agua fría que propone. Un periplo que a medida que avanza la novela se va tornando más intimista, se mezcla diría incluso con los pensamientos desordenados de su protagonista en una serie de párrafos largos en lo que abundan fantasías sexuales y escatológicas, todo sea para que el espíritu de farsa que maneja el libro se mantenga en activo hasta conseguir que lo que es realidad en la ficción termine por transformarse en pesadilla o viceversa.

A la espera de nuevas experiencias literarias de un escritor que como David Cabrera no entiende de géneros porque va mucho más allá, me atrevo a recomendar esta novela por la fuerza de su prosa, la habilidad que tiene el autor para introducirnos en la cabeza de su protagonista y, finalmente, por una serie de imágenes que invitan a conmovernos y acto seguido a despreciarlo y eso sin caer en el tremendismo ni en la exaltación del gore más purulento sino manteniendo en todo momento un equilibro con la verdad y con la mentira para proponer un discurso en el que, efectivamente, todo pudo ser diferente sin ánimo de polemizar sino inspirado en una historia real que David Cabrera moldea con oficio porque tiene madera de escritor.

Saludos, a por ella, desde este lado del ordenador

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