Rayos X, una novela de Carlos Salem
“Volví a mi gente y a mi forma de ser. Tony se alegró y Saúl dijo que antes, cuando robaba las macetas de todo el barrio y las quemaba en lo alto de la loma, al lado de la casa en construcción, yo era más divertido. Porque me entendía”.
(Rayos X, Carlos Salem, Nectarina editorial, 2024)
Sean o no memoria, Rayos X del escritor y poeta Carlos Salem es un delicioso viaje iniciático al aburrido mundo de los adultos, escrito por un chico, llamado Nicolás, que descubre la realidad que le rodea a medida que se pasan las páginas.
El pibe, pese a que vive en un pueblo remoto del sur, del sur de Argentina, transita por las mismas alegrías y calamidades que uno atraviesa cuando tiene esa edad en la que se te va desprendiendo la piel del adolescente que fuiste para que te cubran los retales de esa edad en la que se supone eres mayor. O una persona con fundamento. Lo que a uno le ocurre cuando se encuentra en medio de esa frontera es lo que narra Salem en estas memorias que, advierte el escritor, pueden ser ficticias o no. Sean lo que sean, el caso es que su lectura me ha resultado absorbente, y me he reído y llorado con las cosas que le suceden a su protagonista porque en esencia casi fueron las mismas que pasé yo. Lo que está claro, o saco en claro de Rayos X, es que incluso con ese súper poder que tiene Supermán, la vida sería diferente.
En la tradición de novelas iniciáticas, de transición de la adolescencia a la adultez, como Guardián entre el centeno, la mirada de Carlos Salem sobre aquellos tiempos está poblada de fantasmas como el que anduvo en la casa de su niñez. Personajes todos que forman parte del pasado del protagonista y que reviven en nuestra cabeza recuerdos que ya ven, creíamos olvidados.
Sus padres, la escuela, los amigos, los primeros encuentros con las chicas, descubrir los misterios que guardan los adultos (¿qué oculta su padre en esas cajas que esconde debajo de la cama?) y Perón y el Che Guevara son solo algunos de los asuntos por lo que transita Salem, hasta ayer un escritor conocido sobre todo por su faceta como narrador de literatura negra y criminal más que como escritor comprometido y con alma. Esto no quiere decir que sus novelas noir carezcan de ese poso, pero sí que en Rayos X consigue que regrese a unos años en lo que todo resultaba tan grande.
La novela conmueve y su estilo también por la capacidad de hacer creíble la mirada de un adolescente en su largo recorrido por la vida. Una vida que a esa edad es algo más que un paréntesis en la existencia de los mortales.
Estructurada en trece capítulos y una introducción titulada Memorias para el olvido, en la que Salem habla de la razón del libro y de su vocación como escritor, cada una de las historias que forman parte de la obra están encabezadas por una cita que más allá de que avise del tono que tendrá, son un delicioso caramelo para el lector.
Rayos X estuvo guardada durante algún tiempo hasta que Salem la publicó en Tropo Editores en 2014, pasando no sé si desapercibida pero sí que sin la importancia que se merecía si tenemos en cuenta que se trata de un escritor con todas sus letras y que cuenta ya con medio centenar de libros publicados. Esta novela se trata sin embargo de un trabajo interrumpido, pero no interrumpido por dejadez sino porque parece que está escrito más con el corazón que con la cabeza, y cuando se escribe con el corazón se necesita tiempo. A veces demasiado para que la obra resultante tenga la intensidad emocional que Carlos Salem logra transmitir en la edición que ahora Nectarina Editorial recupera.
Este tipo de literatura, de memorias algunas dispersas y otras no, las de Salem pertenecen a las de no, cuenta con una numerosa bibliografía pero esa transición, esa dolorosa metamorfosis no en cucaracha sino en una persona adulta hay que saberla contar. Y si se pretende contar desde dentro, debe ser desde muy adentro, donde late el mismísimo corazón para que lo narrado sepa a vedad. Y es esa verdad lo que define este viaje a la memoria (ficticia o no, lo mismo da) de un personaje que como el Holden Caulfield de Salinger, comienza a darse cuenta que va resultar muy difícil ser guardián entre el centeno o, en el caso de Nicolás, tener visión de rayos X.
Escrita con una entrañable mirada, a veces amable y otras emocional como la que recoge en el capítulo A Dios le gustaba el circo, me ha sido casi imposible mantener la distancia con un texto que supo despertar recuerdos dormidos y que pensara, mientras lo leía, algo así cómo “eso me pasó también a mi. De otra forma, pero me pasó”.
El tono de la novela que narra bajo el disfraz de los recuerdos la pequeña pero grandiosa niñez y adolescencia de su protagonista, es transparente y no se complica con la sintaxis ya que es la historia de Nicolás contada por él mismo Nicolás, un personaje que no sé si volverá a aparecer en un nuevo libro de Salem o se quedará aparcado aquí.
No obstante y más allá de la curiosidad de ver cómo podría evolucionar el personaje, me quedo de momento con el Nicolás que aparece en Rayos X. Y me quedo con él no solo porque me resulte creíble sino también porque tiene algo de todos nosotros. Facultad que permitió que, como hace Salem con él, observe con rayos ¿equis? un tiempo pasado no sé si mejor pero seguro que sí mucho más atractivo e interesante y sobre todo grande.
Saludos, los ladridos del perro del vecino se repiten, desde este lado del ordenador