El Refugio de Carmen J. Nieto

La librería hace honor a su nombre porque se trata, de verdad, de un refugio que los más osados podrían incluso denominar como santuario que a mi, particularmente, me ha parecido siempre una palabra bonita y especial, de esas que se mantienen mucho rato en la boca hasta que se disuelve dejándote un dulzor especial en el paladar.

Subo antes de ayer que ya se nos fue a La Laguna y además de ver la ciudad engalanada de luces y repleta de gente que hace sus compras, pasea o se toma algo en las terrazas que se dispersan por sus calles y avenidas, el destino que me conduce lo tiene claro en la cabeza. Buscar la librería El Refugio y asistir a la presentación de la novela Gambuesa, que firma Carmen J. Nieto, y que le publica como la anterior, Alrevés. Paula Cabrera actúa de preguntadora y el acto, muy familiar por acogedor discurre con sintonía aunque no esté manifiestamente de acuerdo con Carmen sobre la evolución o no de la novela policíaca. De hecho, la obra de Dashiell Hammett, al que se considera el padre fundacional del género negro, sigue siendo igual de actual que cuando se escribió entonces, y todo lo que salió después de él, igual de intenso y atractivo. No sé y la verdad es que no me importa, si el género ha evolucionado. En todo caso me atrevería a decir que el género más que evolucionar se adapta a a los tiempos aunque en esencia sigue siendo el mismo de siempre, el que ya dejó desarrollado el autor de El halcón maltés cuando ninguno de nosotros había nacido.

Al margen de esta opinión, el resto del debate estuvo muy bien, sobre todo cuando se centró en la novela que se desarrolla en Fuerteventura que es una isla por la que siento especial devoción de este archipiélago alejado de la mano de los dioses. Carmen J. Nieto hace un llamamiento al trabajo que Andrew, que dirige El Refugio como el abuelito de Heidi cuidaba las cabras en Los Alpes, está realizando en pos de la cultura y yo me atrevo a decir algo más, y es en el empeño que este librero está haciendo para convertir su plaza en un referente no solo en la ciudad de Los Adelantados sino también en la isla. Y es que El Refugio, que se encuentra en la lagunera calle Maya, no cesa de acoger presentaciones y club de lecturas. Cuenta con un patio que se presta a eso, para el encuentro entre libros y amigos aunque ¿quién necesita amigos si tiene libros? Esta última frase no la escribo yo sino que la escucho de alguien que pasó a mi lado cuando finalizó el acto. Y no sé yo. Está bien leer y no parar en elogiar a los libros pero demonios también hay una vida fuera que merece ser vivida. El mejor libro, dijo aquel cursi de cuyo nombre no quiero acordarme, es el que vas escribiendo día a día hasta que la muerte te obliga a poner el punto y final.

Les invito a que se den una vuelta por El Refugio y que estimulen con sus presencia las actividades que está desarrollando este todavía pequeño pulmón cultural en la ciudad de La Laguna, que no deja de seguir siendo pueblerina y tan clasista, con sus iglesias y campanas dando la dichosa hora. No hacía, afortunadamente para los frioleros como yo, viruje la noche del jueves pasado, aunque fui con algo de abrigo porque el frío lagunero tiene sus propias señas de identidad, es de los que se te mete por dentro como si fuera los congelados dedos de un espectro cualquiera.

Llego a El Refugio, felicito a Andrew por la labor que está desarrollando y le doy la enhorabuena a Carmen y a Paula por el diálogo mantenido y darme algunas claves con las que intentaré aproximarse a esta novela escrita sin una consonante. ¿Cuál?, no lo dijo pero si le sirve a alguien, este puede ser un aliciente para acercarse a una historia que se desarrolla en Fuerteventura y en la que aparecen muchas cabras.

Y cabras, pero humanas, son las que me tropiezo en el tranvía que me lleva a Santa Cruz. De hecho, yo soy una de esas mismas cabras y todas, es un suponer, nos dirigimos tan contentas al matadero solo que somos incapaces de reconocerlo.

En fin, hablábamos de una novela: Gambuesa y de una librería: El Refugio.

Saludos, a refugiarse, desde este lado del ordenador

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