M. La hora del destino, según Antonio Scurati

La monumental biografía novelada de Benito Mussolini que escribe desde hace unos años Antonio Scurati parece que llega a su fin aunque no con el último volumen de la obra que el mes pasado y con el título de M. La hora del destino apareció en librerías, y que hace el cuarto volumen de este colosal trabajo en el que radiografía no solo la vida y obra de quien fue conocido como Duce sino también del movimiento que creó en la segunda década del siglo XX, y que sigue manifestándose en la sociedad.

El fascismo tiene una desarmante capacidad de adaptación, de conspirar para asaltar el poder aprovechando las condiciones extremas que vive el sistema, ya que si hay un aliento que lo inspira ese es el de imponer su gobernanza en regímenes democráticos cada vez más erosionados por la crisis.

La cuarta entrega de M se desarrolla entre 1940 a 1943, los años en que Italia entró en la II Guerra Mundial con resultados realmente penosos. Hay que recordar, además, que el libro finaliza en 1943, momento en el que comenzó a torcerse para la Alemania nazi y para la Italia fascista aquel maldito conflicto al que los italianos se tiraron de cabeza por la arrogancia de un solo hombre que fue incapaz de ver las debilidades de sus fuerzas armadas. Todas ellas prácticamente aniquiladas por ejércitos mucho peor preparados como el griego o las dispersas fuerzas que constituían las comunidades de la por aquel entonces Yugoslavia. También en el norte de África. Las derrotas de sus armas, y en concreto de su marina de guerra, que resultó prácticamente triturada por la aviación británica, hundió el orgullo de un hombre pero despertó una conciencia nacional.

Fue un golpe durísimo que el periodista español Ismael Herráiz cuenta con todo lujo de detalles en Italia fuera de combate, un libro que demanda su reedición y que además de tratarse de una notable lección de periodismo, es la crónica en directo de unos días que anunciaban el final de un régimen como fue el fascista. Una ideología que se acostumbró demasiado pronto a ser devorada por dentro como por fuera, y que si se mantuvo tantos años, sobre todo los de la guerra, fue porque todo aquel peso descansó en el Duce, y en una siniestra red de colaboradores en los que predominó la mentira por encima de la verdad.

Antonio Scurati habla de todo esto y de muchas más cosas en una obra en la que se destaca cómo los propios fascistas comenzaron a perder entusiasmo por su líder a medida que iban perdiendo la guerra. El autor italiano hace hincapié también en el absurdo que significó meterse en una pelea para la que no estaba preparado ni el ejército ni su país, y de cómo todo ese sentimiento de frustración fue generando agujeros en la moral de una sociedad profundamente vigilada hasta que comenzó a perder miedo al miedo.

Al fondo, la silueta de un dictador que si se confiesa, es en la alcoba junto a su amante Claretta Petacci, que dio cuenta de aquellos encuentros en un diario del que Scurati se vale para presentarnos a M, al fundador del fascismo, en la intimidad. Verlo en pijama o desnudo no despierta sin embargo ningún asomo de piedad, tampoco los pocos rasgos humanos que definieron a un hombre que siempre presumió de ser algo más que un hombre normal y corriente. En todo caso, un ejemplar con asombroso olfato político que lo perdió en tiempos de guerra.

Esta pérdida es la causante que justifica que, a medida que pasaban los años e Italia se sumergía en el fango de la humillación ante la Alemania nazi, país que le resolvió la papeleta en algunos de sus más estrepitosos fracasos militares, forzara a que algunos de sus incondicionales empezaran a conspirar para arrebatarle el poder en la célebre sesión del Gran Consejo Fascista que ya ha hecho historia. Y es aquí, cuando son los suyos quienes deciden derrocarlo donde concluye esta cuarta parte de un proyecto literario asombroso, ya que pretende además de adentrarse en las entrañas del fascismo italiano, contarnos la vida de Mussolini y la de algunos de sus camaradas más cercanos, muchos leales cuando las tornas se volvieron en su contra y otros traidores al entender que aquella situación de desgaste bélico y popular no podía continuar. En este último grupo se encontraba el conde Ciano, que fue su ministro de Asuntos Exteriores y que estuvo casado con su hija favorita, Edda Mussolini, ahora Edda Ciano.

Adentrarse en las páginas de M. La hora del destino es adentrarse en una especie de viaje al corazón de las tinieblas, al corazón de un hombre que no dudó nunca en eliminar por la fuerza a sus contrincantes (fueran amigos o enemigos) y en encerrar en manicomios a amantes que ya no le reportaban nada. Y mucho menos cuando estaban en estado de buena esperanza.

Tras leer los cuatro tomos de esta larga historia que protagonizan mentirosos y miserables, uno no puede sino pensar que el fascismo no es una ideología sino una forma de alcanzar y mantenerse en el poder, en especial cuando rodean al líder un puñado de arribistas violentos y fanfarrones que no se lo pensaron demasiado para darle el golpe de gracia al jefe.

El libro incide en el disparate que cometió Mussolini al entrar en una guerra ante la que no estaba preparado el ejército italiano, pese a haber participado en la Guerra Civil española y “conquistar” territorios en el norte de África para construir un imperio de opereta, y presenta a un hombre cada vez más solo, rodeado de conspiradores que vestían también la camisa negra. Se trata, en definitiva, de un gigantesco retrato sobre un dictador que no tuvo ningún tipo de escrúpulos y también de una época convulsa, de enfrentamientos entre naciones e ideas. Frente a una débil democracia, fascistas y nazis, pero también un país dominado por el comunismo (la Unión Soviética) que no difiere demasiado en sus actos de lo que hicieron italianos y alemanes en sus respectivas naciones.

M es una de esas obras que se recomiendan con los ojos cerrados, siendo conscientes que habrá lectores que apenas conozcan aquella realidad que una vez asoló a Europa y que ahora parece también amenazarla. Al margen de que se tengan o no conocimientos de aquellos tiempos, el libro se lee como lo que es: la crónica de una ambición que estuvo condenada al fracaso. También la de un hombre que se creyó intocabable cuando tenía los pies de barro.

Saludos, abre los ojos, desde este lado del ordenador

Escribe una respuesta